Música
Lori Meyers: "Ya no hay salas, tiramos casi de festivales"
Los granadinos Lori Meyers, unos de los estandartes del todavía floreciente indie español, regresa después de cuatro años con En la espiral (Universal). Aunque lo de regresar es mucho decir, porque nunca se han ido. Lo explica Antonio López, NoniNoni, voz, guitarra y cara más visible del grupo con la sencillez que le caracteriza: "Ya no hay salas ni giras de invierno, ya tiras casi de festivales. Haces dos veranos y luego te queda un tercero en el que te siguen llamando y tocas casi para mantenerte. Cuando terminan esos tres años, te pones a componer". El cuarto año se les ha ido en sacar un disco construido desde los ensayos (cosa que no hacían, dicen, desde Hostal Pimodán (2005), un trabajo anterior al Cronolánea con el que cosecharían sus primeros hits.
En la espiral es un disco "hecho en casa", como lo describe Alejandro Méndez (guitarra y voz) en el restaurante madrileño en el que se han refugiado para pasar el ecuador de un día de intensa promoción (Alfredo Núñez, batería, firma discos a ritmo fordista). No se quejan porque, dicen, ven a los periodistas de tanto en tanto, protegidos por la lejanía de Granada del insistente centro informativo que es Madrid y por los ritmos de la industria. Los festivales, por mucho que cada verano estén en los principales del país, no invitan a la entrevista. Y su vida se ha visto marcada por ellos en los últimos años, con legiones de seguidores cada vez más numerosas que corean con ganas "Luciérnagas y mariposas", "Emborracharme" o "Mi realidad". Este último se ha convertido en uno de los éxitos del indie más escuchados en la plataforma de música online Spotify, con más de ocho millones de escuchas (sin perder de vista que "El perdón" de Enrique Iglesias suma 375 millones).
Lo dicen en "Zona de confort", una de las pocas canciones indudablemente festivas del disco. Se trataba justamente de salir de ella. A lo largo de la entrevista sale varias veces la palabra "antes", como si algo separara la trayectoria de la banda hasta ahora con lo que este disco inaugura. Aquí, por ejemplo, la usa Alejandro: "No queríamos tender hacia lo que habíamos hecho antes, que eran canciones de tres minutos. Pensábamos 'esto es muy largo, vamos a aburrir'. Pues mira, el que se aburra en este por lo menos tiene ese sentimiento". Ahí está la propia canción, que a partir de los tres minutos y medio cambia de cara para ofrecer una segunda mitad de gran peso instrumental que extrañará a los devotos. "Es la revolución", cantan. Igual de voluntariamente poco tatareable es el epílogo de "Evolución".
"Happy-happy, nunca somos…", dice Méndez para abordar la temática general de En la espiral, "este disco tiende hacia lo oscuro". El tema "Evolución", justamente, duda de que esta exista realmente y dibuja a una humanidad atrapada en un círculo vicioso. "Siempre brilla el sol", pese al título, es "de un optimismo recatado", porque "el mundo siempre sigue sus ciclos, estemos nosotros en él o no". Una idea que tan pronto tranquiliza como desasosiega. En "Organizaciones peligrosas" hablan de la existencia de fuerzas ocultas, lobbies que nos gobiernan, pero también de gente "que no piensa como todos los demás". Un acercamiento a las letras políticas que ven como algo natural. Lo explica Alejandro: "La política lo es todo, porque es la forma de vivir, de relacionarnos. ‘Soy apolítico’, ¿tú cómo vas a ser apolítico? ¿Te da igual todo?".
El disco se abre y se cierra con dos canciones gemelas, "Vértigo I" y Vértigo II", dos temas oníricos grabados con la colaboración de Antonio Arias (Lagartija Nick) que no recuerdan en absoluto a los himnos que sus fans quieren escuchar en los tórridos festivales. "Nosotros no estamos en la industria", dice Noni, pese a que el grupo es uno de los más exitosos de esta zona del panorama español, "somos un grupo de Granada que llevamos desde los 16 años tocando juntos. Para nosotros lo más importante es darle al público algo de lo que estar orgullosos". Que nadie espere un nuevo "Luciérnagas y mariposas", advierte, ni siquiera un nuevo "Emborracharme", su hit más reciente. Aunque, en este disco dual, está también "1981", un himno nostálgico que huele a coros multitudinarios. O "Eternidad", uno de los singles más veraniegos del disco.
El trabajo es tan home made que se les fue de las manos. "Quisimos encargarnos de la mezcla, pero dimos tumbos", confiesa Noni. Finalmente llevaron la grabación a Phil Vinall, productor de grupos tan dispares como Placebo, Bomba Stereo o Dorian. Según sus cálculos el grupo tendría que haber salido en octubre, pero finalmente estuvo acabado en diciembre, una mala fecha para la promoción. Pero la cocción a fuego lento de la que presumen no viene de los imprevistos, sino de una voluntad de para la máquina. Si en 2015 hicieron un parón literal por "salud mental", no querían acelerar de nuevo. "¿Cuánto hacía que no íbamos a bebernos unas cervezas después de tocar?", se pregunta Noni. "Este ha sido un proceso más artesano, más nuestro". Su compañero toma el relevo: "Ha sido más importante el proceso que el final".
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En los últimos discos habían compuesto por separado: Noni, por ejemplo, creaba la canción digitalmente en su casa, con baterías y bajos sintéticos, y la presentaba luego a la banda, que tocaba a partir de esta propuesta. Aquí no, y Méndez se alegra: "Entonces no había tanto margen para que crecieran las canciones". Grabaron la parte instrumental en Tarragona, en los estudios La Casamurada de Ricky Falkner, con quien ya habían trabajado en dos ocasiones. Luego se permitieron volver a casa y dejar reposar el trabajo. "Entonces estaba el disco al 60%, hay muchos grupos que no se pueden permitir eso", apunta Noni. Volvieron a las costumbres de los veintipocos, a comentar la jugada, escuchar las pistas en casa, tocar sobre ellas, enviarse pruebas... Lo repite el vocalista: "Queríamos salir de la forma de hacerlo en los últimos años".
Si les dejan. Porque la gira de presentación del disco se ha reducido a tres conciertos en Madrid, Barcelona y Granada (además de dos patrocinados por Vodafone que funcionan con invitación) antes de meterse de lleno en la "temporada festiva" (palabras de Méndez) de los festivales. Allí las canciones del nuevo disco se verán relegadas a un plano más discreto, y los asistentes pedirán a gritos las de siempre. También ahí hay una espiral de la que es difícil salir.