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Poesía ante el dolor

Un año y tres meses

Luis García Montero

Tusquets (2022)

Leo. Uno a uno los poemas. Conmovida, respiro. Me repongo. Vuelvo atrás. Releo sus frases, versos, sus formas de contar el dolor.

Escribo esta reseña desde la admiración, no tengo dotes de poeta, el decir mucho con poco, dar ritmo y valor a nuestros sentimientos, expresarlos sin pudor pero con belleza. Tampoco me considero una entendida, solo quiero expresar una opinión, unas reflexiones propias a raíz de su lectura. Admiro la capacidad de convertir el dolor en belleza, de mirarlo de frente y sacar de él algo más, quizá la esperanza, la vida, acaso también la alegría. Luis García Montero nos habla de algo más intenso, de felicidad, de los días más felices de su vida, los del cuidado final. Admiro en este libro la capacidad de desnudarse, abrirse en canal y expresar sentimientos sin caer en la sensiblería, haciendo del duelo algo que nos sirva a todos, para que podamos leer los poemas, usarlos, manosearlos y aprenderlos de memoria en nuestras ausencias, dolores y pérdidas. Admiro el mirar de frente, llamar las cosas por su nombre, la quimioterapia, la silla de ruedas, los paliativos, hablar a la despedida cuando ésta llega. Admiro la imagen de la derrota, la borrachera que acaba en vomitona, el arrepentimiento de perder la compostura, aunque sea temporal. Son poemas que duelen, pero no dañan, antes bien cicatrizan las ausencias universales, las que todos, en mayor o menor medida, hemos tenido. Sé que la literatura, y en especial la poesía, sirve para salvarnos del dolor. 

Este poemario, de palabras medidas, acaso contenidas, porque es difícil nombrar lo que se nos escapa, lo que nos duele, lo que a veces parece innombrable, se divide en tres partes, más bien dos partes y un resumen final, el poema que da título al libro: Un año y tres meses. Está publicado por Tusquets, en la Colección Marginales, Nuevos textos sagrados. En la primera parte se habla más de la enfermedad, de los paseos en la playa al atardecer "para que no dañe el sol", o la luz negociada, ambos en la cama, leyendo por turnos, cuando la esperanza aún se defiende "con uñas y alegría", las miradas compartidas con "tanto amor a la vida"; los cuidados, las comidas, vigilar el orden, "mirar con otros ojos", los "horizontes de la hemoglobina". "Y nada quise más que tus cuidados". Encontramos también el giro que puede dar la vida en el poema Fuera de casa, en medio de la nada, el sentir deshabitado, cuando la tarde se asoma a la vida y es por la mañana. O en el poema La Resistencia, cuando "el cielo de Madrid nos mira triste".

Finaliza esta primera parte con la vulnerabilidad, el perder los estribos para volverte a componer, en Los últimos pasos, donde asume que la muerte es miserable, tras vomitar una tarde de whisky, "escondido de mí, escondido de ella", cuando pierde los papeles y teme que lo vean de esa forma.

La segunda parte nos habla de la soledad, de lo que deviene tras la muerte, la añoranza de los espacios vacíos, el hundimiento como forma de estar enamorado, de "una vida distinta con el amor de siempre".

Y así viajamos a través de Una conversación con las ausencias, de Animal Doméstico: "La soledad de una toalla al lado de la ducha"; del pésame, de la falta de sentido al no estar el otro y, sin embargo, el amor de los hijos, la vida que continúa.

El último poema, el que da título al libro, viene precedido de otro de Joan Margarit y es el que más se ha escuchado en los múltiples homenajes que se han realizado a Almudena Grandes. Es un poema recopilatorio, condensación de todo lo anterior, la Navidad sin cabellera, el compartir las uvas de Año Viejo en la habitación del hospital, la historia de amor, ese año y tres meses entre cuidados mutuos, recordados como los más felices de una vida.

Repito. No soy una especialista en poesía, lo que sí sé es que ante cada pérdida que me ha tocado, amigos, padres, un hermano, he encontrado consuelo en la poesía. Cuando murió mi padre, pusimos en el periódico, a modo de esquela, un poema de Machado, ese que habla de "una España que pasó y no ha sido, esa que hoy tiene la cabeza cana". Fue nuestro homenaje particular a un hombre con tantos avatares en su vida que se ahogaba a veces en ellos. Él tenía un núcleo de poemas que recitaba por los pasillos del exilio cuando la nostalgia le invadía, en especial García Lorca y Calderón de la Barca. Recuerdo ahora poemas de la ausencia, de la muerte: Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía, de nuevo García Lorca;  Ausencia, de Lope de Vega, Coplas a la muerte de su padre, de Manrique, alguno de César Vallejo, como Los Desgraciados:" que no es de pobres la pena, el sollozar sobre su tumba"; los últimos de Labordeta o Margarit, siendo ellos sujetos finales de la acción. Recuerdo también el disco de Lou Reed, Magic and Loss, lleno de poesía, de magia y pérdida, como el título.

Luis García Montero: "Se corre el peligro de nacer y morirte sin estar enamorado"

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Y ahora, los de García Montero, con la visión del hombre que cuida, algo que no había encontrado en la poesía, que nos da la esperanza de otro mundo posible, de otras relaciones posibles, de que los cuidados es cosa de todos y todas, que somos seres interdependientes, que nos necesitamos, que solos no vamos a ninguna parte. Además de la belleza que he encontrado en todos los poemas, me congratula especialmente ese punto de vista, esa perspectiva en un hombre ensalzando el cuidado a la mujer amada. Y en este sentido sí, es un nuevo Texto Sagrado, como se dice al principio del libro en la colección donde Tusquets lo ha publicado. Texto sagrado para la poesía. Para todos nosotros.

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Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Cuestión de Tiempo' (Menoscuarto).

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