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Bob Pop: "La lectura es calidad de vida pero quizá no tenemos vidas que nos permitan leer"

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Lecturas, reflexiones, películas, trabajo, dinero, sexo, enfermedad y muerte. Roberto Enríquez (Madrid, 1971), popularmente conocido por su alter ego Bob Pop, vuelve a abrirse, quizás más que nunca, para compartir una forma única de ver la vida a través de sus propios pensamientos y los de autores de referencia para su día a día como Andy Warhol, Franz Kafka, Paco Umbral, Alejandra Pizarnik, Allen Ginsberg o Werner Herzog. Por citar algunos, vaya, pues la lista es ciertamente variopinta a la par que en absoluto sucinta. Caramba.

Porque lo que dejó escrito Manuel Azaña el 24 de diciembre de 1932 nos vale, asombrosamente o no, para entender el 24 de diciembre del momento presente. Igual que lo que pudiera escribir Eduardo Haro Tecglen el 6 de enero de 2004 nos incita a reflexionar sobre los Reyes Magos. Así es como establece Bob Pop una suerte de diario colectivo y entrecruzado que hila pasado con presente, regado de cavilaciones propias que surgen de otras extraídas de diarios de esos escritores a los que admira y acude recurrentemente en busca no ya de respuestas concretas, sino de preguntas abiertas. Literatos que son tan casa como la propia literatura. Se establece así el collage de Días simétricos (Alfaguara, 2023), en el que, fecha a fecha, compara Bob Pop desde el hoy lo que él mismo dijo ayer espoleado por las palabras de otros. 

Un relato tan crudo como resplandeciente sobre la vida real, el dolor físico y emocional. Una insaciable curiosidad intelectual a través de la que establece paralelismos entre sentimientos que explotan en fechas concretas de diferentes no ya años, sino décadas y siglos, siguiendo el orden del calendario de todo el 2022. "Miramos atrás y nos sorprendemos de lo que vivimos, de lo que hacíamos y, sobre todo, de la posibilidad de recordarlo a través de lo que escribimos. Porque ya no sabes realmente si todo lo que escribiste pasó como pasó o se adornó. Y ni siquiera si lo recuerdas fielmente o de un modo literario", apunta a infoLibre.

Una defensa feroz de la memoria y del derecho a la posteridad, la "exposición de una mirada" de quien no tiene miedo de buscarse en lo que fue para así, con suerte, comprenderse sin decepcionarse de más a sí mismo. Ese es el sentido último de escribir diarios, textos que "están para volver a ellos pues en realidad son nuestro Google Maps analógico". "Tenemos que volver a lo analógico y no esperar que sea Google quien nos vigile", bromea en serio Bob Pop, quien confiesa que él se sigue pareciendo a la persona que escribió ciertas cosas aunque haya cambiado en otras: "Esto sirve para acordarse, avergonzarse de lo que fue uno, estar feliz por ver en quien se ha convertido uno y, sobre todo, para seguir escribiendo diarios. Releer un diario te anima a seguir escribiéndolos y no dejarlo". 

Además de para rescatar nombres y rostros difusos del olvido, los diarios también sirven para "diferenciar los días". Algo en absoluto baladí en estos tiempos de perpetuo frenesí en los que lo que pasó hace un minuto es la prehistoria. "Despiezar el tiempo", en definitiva, para abrirse camino entre esa "sensación de que parece que vivimos en una especie de maraña de días en los que no distingues unos de otros". "Pero cuando haces un diario lo que haces es desmenuzarlos y dejarlos como unidades, lo cual está muy bien porque son mucho más manejables", argumenta, lamentando de paso que se haya perdido en buena medida la vieja costumbre de regalar "el libro con la llavecita" en las comuniones a los niños, algo que, en cualquier caso, ha sido ahora reemplazado por las redes sociales: "Realmente, TikTok es un diario, lo que pasa es que los tiempos son mucho más breves. YouTube es un diario. Todo lo digital tiene también esa cosa de la memoria. Igual que ahora nos falta información sobre lo que sea lo buscamos en Google, cuando nos falta información sobre nuestro pasamos también podemos googlearlo".

Para mí, un día bueno de escritura significa un par de días de dolor en todo el cuerpo. Por eso, tengo que buscar el equilibrio para ver si lo que voy a escribir es tan bueno como para que me compense el dolor o si me relajo y me ahorro el Paracetamol

Días simétricos está, al mismo tiempo, plagado de reflexiones sobre la escritura en sí misma y el ejercicio de escribir, así como de la lectura y del ejercicio de leer. "A mí escribir me parece un acto tan antinatural", lanza Bob Pop, profundizando en la idea: "Entiendo la lectura como algo natural, pero la escritura me parece algo muy raro y siempre me pregunto por qué escribir, qué demostramos, a qué jugamos, cómo escribir después de que han escritos otros y otras, para qué escribir... Lo cierto es que la única forma en la que yo sé pensar es por escrito. No soy capaz de sentarme y decir 'voy a pensar sobre esto'. No. Necesito apuntarlo, hacerme planos de pensamiento y buscar las palabras clave para, a partir de ahí, tirar del hilo. Por eso, la forma mejor para mí es la escritura. De hecho, yo nunca escribo de lo que sé, sino de lo que quiero saber. Para mí siempre es una búsqueda porque, si no, me aburro. Si escribo de lo que ya sé me quedo aburridísimo. Y tampoco creo que tenga una función pedagógica en el mundo, con lo cual soy yo quien tiene que aprender y, mientras aprendo yo, voy descubriendo cosas".

Entre tanta meditación, no es de extrañar que llegue a conclusiones tan tajantes como que "escribir es mentira y leer es verdad", algo derivado de que, tal y como reconoce, él es "mucho más honesto como lector que como escritor". Y admite asimismo Bob Pop, diagnosticado con esclerosis múltiple hace dos décadas, que ha descubierto que "la escritura es algo físico y no solamente intelectual, porque el cuerpo está ahí escribiendo y sufriendo" también. "Y yo además lo tengo que hacer de una manera consciente, sabiendo lo que significa el esfuerzo y el precio a pagar por la escritura, porque para mí un día bueno de escritura, un día que escribo o avanzo mucho con cosas que me gustan, significa un par de días de dolor en todo el cuerpo. Por eso, a veces tengo que buscar el equilibrio para ver si lo que voy a escribir es tan bueno como para que me compense el dolor de cuerpo, o si me relajo un poco y me ahorro el Paracetamol. Porque escribir es una necesidad física y también un castigo físico".

Ese esfuerzo de la escritura cobra sentido cuando encuentra un lector al otro lado. Y aunque los índices de lectura siguen siendo buenos, los vagones del Metro de cualquier ciudad ya no son lugares de lectura en tránsito como antaño, con todos los pasajeros trasladándose teléfono móvil en mano. "O cuando antes esperabas a alguien en un banco en la calle o en un bar y estabas con tu libro y ahora con el móvil", concede antes de aclarar que eso "también es leer", aunque con la diferencia de que "leer un libro es el único momento de desconexión real de la vida". "No tengo posibilidad de interacción más allá del autor o la autora que esté leyendo, no entra ruido. Para mí, el único momento de silencio de verdad es frente a un libro, y eso me parece fundamental sobre todo para descansar la cabeza y pensar de verdad en lo que estoy leyendo", plantea.

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Y aún prosigue: "Es casi un milagro y, de hecho, hay que preguntarse por qué no leemos más o por qué no se puede leer más. En realidad, la lectura al final yo creo que es un indicador de la calidad de vida y si la gente no lee hay que plantearse qué estamos haciendo mal en todo lo demás. A lo mejor es que leemos lo que podemos, leemos lo que nos dejan, a lo mejor no tenemos vidas que nos permitan leer, con lo cual, hay que reivindicar el derecho a la lectura no como algo cultural, sino como algo vital y social, que vivamos vidas que nos permitan ese rato de desconexión real. Muchas veces no se puede, ni la cabeza da para tanto. Hay que reivindicar que nos dejen ese espacio para la lectura en la cabeza, que estemos suficientemente a gusto, cómodos y tranquilos para poderlo hacer".

Estoy harto de que vendamos distopías cuando lo que tenemos que volver a construir son utopías. Sería perfecta una sociedad con un sistema de intercambio, de cuidados, donde todo el mundo pudiera tener una buena vida. Esa es mi utopía, un mundo más suave

Relacionado con esa calidad de vida que nos permita encontrar tiempo para leer en medio de tanto estrés, admite Bob Pop que ha pensado en no pocas ocasiones que produce mucho para poder pagar las cosas que necesita para una "vida cómoda y satisfactoria" en convivencia con la esclerosis múltiple. "Sería mucho mejor que tuviéramos un sistema de cuidados... yo no tengo necesidad de acumular, me gustaría incluso un sistema de trueque, que si alguien cuida de mí yo de otro modo pudiera ayudarle a lo que necesitara. Eso me parecería una sociedad mucho más interesante", apunta, afirmando acto seguido: "Estoy harto de que vendamos distopías cuando lo que tenemos que volver a construir son utopías. Creo que sería perfecta una sociedad con un sistema de intercambio, de ciudados, donde todo el mundo pudiera tener una buena vida, los recursos se gestionaran bien y respetáramos el medio ambiente. Esa es mi utopía, un mundo más suave, menos despiadado. ¿Que la gente lo llama comunismo? Palante con el comunismo".

"Estar vivo es muchas más cosas que tener constantes vitales", apostilla acto seguido, llegando así a otro de los temas presentes en las páginas de Días simétricos: la muerte. "Reflexiono mucho sobre ella porque llegó un momento en el que para mí la muerte era una cosa como muy relajante y cuando me daba ansiedad por algo me decía 'tranquilo porque en cualquier momento puedes estar muerto'. Llegó un momento en el que me dije 'todo lo que he hecho en esta vida está súper bien', con lo cual morirse tampoco me parece una mala opción, aunque tampoco va a ser algo que yo fuerce. Hay que gastar luz hasta el final", asegura entre risas, apostando por tener una "muerte por sorpresa" a poder ser, "que no esté planificada", y aclarando que, al mismo tiempo, él entiende que haya mucha gente que prefiera una "muerte rápida frente al dolor", algo que le parece "súper legítimo". "Apoyo plenamente la eutanasia y cualquier decisión personal, pero la mía ahora es aguantar y que esto nos pille de sopetón", concluye.

Lecturas, reflexiones, películas, trabajo, dinero, sexo, enfermedad y muerte. Roberto Enríquez (Madrid, 1971), popularmente conocido por su alter ego Bob Pop, vuelve a abrirse, quizás más que nunca, para compartir una forma única de ver la vida a través de sus propios pensamientos y los de autores de referencia para su día a día como Andy Warhol, Franz Kafka, Paco Umbral, Alejandra Pizarnik, Allen Ginsberg o Werner Herzog. Por citar algunos, vaya, pues la lista es ciertamente variopinta a la par que en absoluto sucinta. Caramba.

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