Los diablos azules
'Dolor y gloria': el guion original
Dolor y gloria, la última película de Pedro Almodóvar, llegaba a los cines con un despliegue que no se había visto ni con Julieta ni con Los amantes pasajeros. Era por algo: el filme número 21 del cineasta manchego se ganó a la crítica desde los primeros pases, y luego al público. Ahora, cuando Dolor y gloria se ha presentado ya como una de las películas del año —es la primera de la lista de Time—, nominada a los Globos de Oro y seria candidata a entrar en la terna de los Oscar, el director publica su guion con la editorial Reservoir Books. En él, Almodóvar incluye escenas que se quedaron fuera de la versión final, además de algunos textos sobre el proceso creativo, imágenes del storyboard de Pablo Buratti y fotografías de Manolo Pavón.
En esta escena que publica infoLibre, Salvador, alter ego de Almodóvar interpretado por Antonio Banderas, habla con su madre (Julieta Serrano) sobre cómo desea esta que sea su entierro. En el volumen, el cineasta cuenta que estas líneas salen de una escena real que tuvo lugar entre su propia madre y su hermana mayor. "En mi tierra hay una cultura de la muerte muy rica que consigue humanizar el trance sin que pierda espiritualidad", explica. "Desgraciadamente yo no he heredado esta cultura, aunque mi cine esté impregnado de ella".
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110. Casa Salvador. Habitación de invitados y de la madre. Int. día. Flashback. Cuatro años antes.
En la misma habitación, la Madre (ochenta y cuatro años) está sentada en el mismo sillón de orejas. Mira la mesita de noche y levanta la mirada hacia la puerta de la habitación por donde aparece Salvador, cuatro años antes (un poco menos de canas).
MADRE
Dame la caja, Salvador.
Se refiere a la caja de lata. Salvador entra con la merienda sobre una bandeja. Un vaso de leche y dos magdalenas oscuras sobre un platito. La escena transcurre con la luz natural que entra por la ventana que da a un patio muy amplio. Salvador deja la merienda en la cama y le da a la Madre la caja de lata, muy hermosa, una caja de repostería fina de La Despensa de Palacio. Una escena muy íntima.
SALVADOR
Aquí tienes tu merienda.
MADRE
Esas magdalenas renegridas, ni pensarlo.
SALVADOR
Son integrales, mamá.
La eterna batalla.
MADRE
Un día me vas a traer un plato de alfalfa para que me la coma porque ahora resulta que es buenísima. Anda, siéntate aquí, en la cama.
Salvador insiste en que al menos tiene que tomarse la leche. Se sienta en el borde de la cama, frente a ella. La cama está cubierta por una gran colcha de ganchillo, hecha a mano. Cerca del sillón de orejas vemos en el bastón sobre el que se apoya para caminar. (Regalo de Salvador. Un bastón de calidad.)La Madre ya ha abierto la caja de lata, toda su atención está centrada en su interior. La caja acumula un montón de objetos de diversa índole, religiosos o paganos, todos de enorme valor simbólico y sentimental. Hay dos rosarios enredador, un librito de tapa dura en cuyo interior hay una oración a san Antonio, varias cajitas con imágenes religiosas que contienen cadenas para el cuello con un crucifijo o cosas por el estilo, algún escapulario, una pluma antiquísima que le regaló el padre de Salvador. Y el huevo de madera. También hay un trapo blanco que envuelve cuidadosamente el velo de viuda. La madre saca los dos rosarios enredados y se ocupa en desenredarlos.
MADRE
¿Te acuerdas de cómo tienes que amortajarme?
Salvador la mira delicadamente harto. Ya han hablado de ese tema muchas veces.
SALVADOR
Síii...
MADRE
Si estamos en el pueblo, llamas a la Petra, ella está acostumbrada, y si me muero aquí, que espero que no, porque quiero morir en mi cama, Maya y Mercedes te echarán una mano.
SALVADOR
¿Tenemos que hablar de esto ahora?
MADRE
Sí.
La madre deja los rosarios en la mesita, separados, y vuelve su mirada al interior de la caja. Coge un paño blanco, un retal de humilde tela blanca, que guarda la mantilla negra doblada. Saca el manto negro como si fuera un ritual y se cubre de lado la cabeza, la cara queda enmarcada por la tela negra que le llega hasta la cintura.
MADRE
(Mientras se coloca la mantilla del modo tradicional.) En la cabeza, media mantilla, porque soy viuda.
Salvador le ayuda a terminar de ponerse la mantilla, el ritual le impresiona más a él que a su madre, que hace y dice todo con total naturalidad.
SALVADOR
Y el hábito de Jesús de Medinaceli, con su cordón.
La madre le recuerda el resto. Coge el rosario más usado, deja el nuevo en la mesita.
MADRE
Eso es, con su cordón. Entre las manos me pones un rosario. (Le muestra el que tiene en la mano.) Me pones este, el viejo. El nuevo quiero que te lo quedes tú.
SALVADOR
¿No prefieres que te ponga el nuevo?
MADRE
No. Ah, quiero ir descalza. Si me atan los pies para enterrarme, tú me los desatas y dices que te lo he pedido yo. Al sitio donde voy quiero entrar muy ligera.
Por muchas veces que lo haya oído, a Salvador siempre le impacta esta última frase, los pies ligeros. Jacinta extrae una vieja pluma de la caja de lata. Salvador ve en el interior el huevo de madera con el que recuerda le remendó un calcetín la noche que pasaron en la estación.
MADRE
Esta pluma me la regaló tu padre. Con ella le escribí todas las cartas cuando éramos novios.
Salvador señala en el interior de la caja el huevo de madera.
SALVADOR
¿Y el huevo de madera, mamá?
Jacinta lo saca de la caja.
MADRE
¡Cuánto habré zurcido yo con este huevo! De todas estas cosas es lo que menos valor tiene.
SALVADOR
¡Pues dámelo!
Jacinta le hace entrega del hueco. No entiende qué tiene de particular aquel humilde objeto para que Salvador lo elija entre el resto, la pluma, por ejemplo.
MADRE
'Dolor y Gloria', preseleccionada para el Oscar a mejor película internacional
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Toma, acabas de heredarlo.
Salvador lo toma entre sus dedos y lo mira como si se tratara de un objeto mágico.