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Cómo ser escritor y no matar a disgustos a los tuyos

Begoña Curiel (El libro durmiente)

El libro durmiente comenzó su andadura como club de lectura en junio de 2003. Su nombre hace referencia a la necesidad de rescatar los valores y principios que duermen en el seno de los libros. El libro durmiente se define como una entidad creada sin fin de lucro. Nuestra acción adquiere la condición de voluntariado cultural. Desde el año 2012, correspondiendo con el período lectivo, impartimos los talleres de escritura creativa en dos niveles: básico y avanzado. Finalmente, la invitación a los autores para presentar sus obras o impartir clases magistrales sobre las técnicas de escritura ha dado lugar a la creación de un foro literario donde confluyen los lectores, libros y escritores, compartiendo ideas e inquietudes en pro de la cultura.

La flor del rayo

Juan Manuel Gil

Seix Barral (2023)

"Cómo ser escritor y no morir en el intento" y de paso, "no matar a disgustos a los tuyos". La flor del rayo no busca soluciones a la cuestión en esta brutal rayadura, brillante, divertida y sesuda además de magníficamente escrita. Sólo intenta describir –y todavía estoy aplaudiendo por cómo lo ha conseguido– la espiral de pajaritos de una mente creativa a la caza y captura de una historia. Señores, Juan Manuel Gil es mundial. Su cabeza, una bomba. Lo comprobé con su Trigo limpio y esta nueva flor suya, lo corrobora. Bravo.

Si original fue esa primera que leí, con esta se supera. Juanma –una especie de alter ego–, paseando a su perro Boludo –pobrecito mío– se encuentra a un hombre llorando, una ambulancia atendiendo a alguien a la puerta de una casa con jardín que parece deshabitada. Pues bien, el protagonista, sabe que ahí hay una historia y nadie logrará que se baje del burro.

Si por el camino, su obsesión, obcecación, paranoia, llámenlo como quieran, pierde a quienes más quiere, le importa un bledo. ¿No puede hacer otra cosa o no quiere? Pero es que cuando una idea te capta –ojo, no que la captes y te hagas con ella. No, sino que la idea te atrape–, se queda mareando en el coco y hasta que no sale, el mundo no existe. Otra cosa es hasta dónde lleves la cuestión...

Pues bien de algo que suena tan normalito, que se ha analizado mil veces con esa manida expresión del "miedo del escritor al papel en blanco", se monta este embrollo, que puede parecer una locura. Pero si saben/sufren del síndrome de "la captación" (me lo acabo de inventar), no resulta tan disparatado. Tampoco haría falta que lo conociesen. Si están dispuestos a abrirse, a comprender entresijos, bambalinas y el meneo interno del que está al acecho de un relato, lo disfrutarán. Espero que lo pasen pipa como me ha ocurrido a mí.

Y eso que estar en la piel de Juanma no puede ser más desesperante. Es para tirarse de los pelos y a la vez, para doblarse de risa. Y sin embargo, no puede ser más serio el asunto. Porque el personaje va a por todas: en la misma calle donde ha creído localizar la potencial historia, cerquita de su propia casa, se dedicará a presionar, perseguir y acosar, sin ser consciente de cuánto asusta.

Ahí reside la gracia de la novela que, como digo, no la tiene para quien padece esta comedura de tarro. Quien no logra vomitar su cuento, corre el riesgo de volverse loco y junto a él, a su entorno. Otra cosa es que Juanma se percate de los límites que traspasa.

De todas formas, si no hay trama, Juanma se la inventa, aunque en este caso, la hay. Vive en el jardín descuidado de la casa misteriosa. También hay una mujer. No sigo hablando. Aquí es cuando digo eso de: "deberán leer la novela si quieren saber más".

Tras su pista, la de la mujer, anda el buscador y tan profundo e intenso es lo que calla que estremece a medida que va "filtrándose" la información. La señora no tendría por qué contar nada y menos a un desconocido tan extraño, pero Juanma es más pesado que una vaca y además, irán pasando cositas que facilitarán la retorcida investigación.

Además, de la novia, los padres, el vecino –a la fuerza conocedores del "problema" de Juanma– son inconmensurables los diálogos con su psicóloga. De verdad, tremendos. De contenido tan rallante como el propio paciente. La profesional, con paciencia infinita, intenta hacerle comprender que gracias o por culpa del oficio de escribir, Juanma corre el riesgo de transitar entre la realidad y la ficción. Pero no en su obra, la que pretende escribir, sino en su propia vida. Un auténtico limbo.

Cómo explicar a alguien como él estos términos. La pericia de la psicóloga revela la inteligencia del escritor –el que escribe La flor del rayo–, su capacidad para darle vueltas y vueltas a esta tortilla hasta hacer de sus conversaciones, algo fascinante y absorbente. Por no hablar, del ritmo que imprimen a la narración aunque hay que estar pendiente de cada palabra y frase. Sobre todo para disfrutar con plenitud. Son una joya. Y eso que tampoco son poca cosa las charlas que Juan mantiene con la novia y con su padre. Por cierto, me parto con con el último. La pareja, eso sí me da un poco más de penita...

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Tanto confunde el galimatías realidad/ficción que lógicamente piensas que el escritor habla de sí mismo a través del protagonista. De hecho en las primeras páginas menciona Trigo limpio, la novela con la que Juan Manuel Gil ganó el premio Biblioteca breve de Seix Barral de 2021 y del pánico de no poder volver a parir algo tan bueno.

Aunque el escritor –el de verdad. Tal y como juega este hombre, hay que puntualizar– pueda haberlo sentido, algo lógico por otra parte, créanme que lo dude. Hasta creo escuchar sus carcajadas escribiendo esa parte del texto, porque tiene capacidad e inventiva de sobra para una larga ristra de novelas. Por ese punto "sádico" que le intuyo, aún le admiro más.

Esta novela es un maravilloso y original disparate narrativo de gran calidad literaria. Pero sobre todo, un alegato de amor por la escritura.

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