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Los huecos que caminan con nosotros y la "ética secreta"

Palabra de árbol

Francisco Javier Irazoki

Hiperión (2021)

La antología Palabra de árbol (Hiperión, 2021), de Francisco Javier Irazoki, reúne poemas escritos entre 1976 y 2021, precedidos por una breve y esclarecedora nota del autor. En ella leemos que "las composiciones que expresan cualquier experiencia íntima profunda tienen prioridad en esta selección" y se subraya la abundancia de los textos en prosa, que, afirma el autor, "desde los años noventa, reflejan mi manera más libre de concebir la poesía".

Uno de estos textos, de una belleza sobrecogedora, es el que da título al libro: "No conocí al que murió en el vientre de mi madre. La abuela lo recogió, dijo que era grande como un guía y lo puso en el hoyo que el padre había cavado entre las raíces de mi higuera preferida. […] Para mí, crecer fue sentir el paso del tiempo al escuchar los mensajes que un muerto me enviaba desde sus frutos". Somos un dolor enterrado cerca de las raíces de una higuera, asimilamos físicamente una hermandad ausente transformada en fruto y aprendemos la lección vital de que "Toda belleza/ acaso contiene/ un árbol caído".

La infancia, fundamental en Palabra de árbol, se contempla a la vez con lucidez y ternura: "Soy un niño rodeado de niebla", leemos en Circuito, un niño que va "a hablar a una piedra" para confiarle su dolor. El yo poético se sabe inseparable de "ese niño que juega en mí sobre las ruinas" (Proust), del niño que camina por su interior y posibilita el nacimiento de "los hombres intermitentes" que lo habitan, esos pequeños personajes ("ese pequeño personaje que vive en mí", decía Proust de nuevo) que tambalean su cuerpo al conocer el desamor y se recomponen festivos con el buen amor ("Los hombres intermitentes").

La población minúscula y afanosa que se mueve dentro de nosotros es en los poemas de Francisco Javier Irazoki una creación del ensueño a la par que una realidad física, palpable y multiforme. Hay un poema bellísimo en este sentido, Los habitantes transparentes, que reproduzco entero: "Muchos hombres solitarios caminan/ acompañados por un hueco.// Con frecuencia se detienen en un paraje/ oscuro o iluminado/ y el acompañante observa,/ proyectada sobre la pared,/ su vida de ser desaparecido.// Unos habitantes transparentes cruzan/ las ciudades de nuestra memoria.// Los portadores del hueco/ dialogan con imágenes sucesivas/ que les ofrece un muro./ Llevan, atada con soga invisible,/ una ausencia".

Los "huecos" (imposible no acordarse enseguida de Los hombres huecos de Eliot) pueden ser sobre todo los seres queridos muertos pero también tal vez los que dejaron un hueco en nuestro amor, los que desaparecieron no de la vida, únicamente de nuestra vida. Unos y otros, los muertos amados y los que nos dejaron sin su amor, caminan siempre a nuestro lado, en una formidable corporeización del "hueco". Vamos de la mano de huecos de aire y contemplamos en imágenes sucesivas su sombra, el cuerpo aéreo y a la vez tan real y cercano, de una ausencia. Esos huecos forman la Orquesta de desaparecidos, título del libro de poemas en prosa de 2015 del autor. Son la "gente que camina en mi mente", son los "Visitantes" que murmuran una magnífica y exacta definición de la poesía: "La poesía no es una delicadeza decorativa, sino una intensidad de la mirada que despierta a la conciencia".

La historia íntima se modula en Palabra de árbol inseparable siempre de la historia colectiva, una historia dolorosa (hay algunas referencias explícitas al terrorismo de ETA), sobre todo en poemas como los de Ciento noventa espejos (2016) o El contador de gotas (2016-2019). El primer libro se sitúa explícitamente bajo el signo de Camus, cuyo ejemplo de extraordinaria lucidez se celebra y se sigue: "No aprender gritos. No conocer los himnos con que se dibujan las fronteras de las razas. No condimentar con resentimiento mi vida breve. No adherirme a ninguna rebeldía cómoda. No tener tiempo para medir el error ajeno. No ir nunca a las playas de los rencorosos. No refugiarme bajo el techo del viva yo colectivo. No poseer otra bandera que una ética secreta. No afilar mi fracaso para que sea la flecha de un insulto. No sostener los platillos se sangre de la injusticia. No aplaudir los disfraces de la crueldad. No a las multitudes que silencian al individuo. No huir de mi imagen reflejada en la vejez. No colaborar con mis habitantes cínicos".

Son algunos de los extraordinarios principios vitales enunciados en este poema en prosa, que siguen en otro del mismo libro, aunando lucidez y vitalismo: "Leer a Camus y Arendt, dos flechas éticas que me guían. Una coherencia que no crea presidios. El salmorejo, la ventresca y el rape compartidos. Los paraísos variados del sexo. Las páginas del poeta que es un vehículo transparente en sus mejores versos. No padecer el fracaso que llaman envidia. La risa que no hiere. […] El goce de no tener tiempo para el odio". Estas magníficas palabras continúan también en El contador de gotas: "No abrazar ningún idealismo compatible con la incoherencia íntima.[…] No alimentar con disciplina la amargura. […] Que el perdón sea más fuerte que la herida".

Fombellida e Irazoki hacen balance

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Palabra de árbol es un libro bellísimo, hospitalario, amable en sentido etimológico: digno de ser amado. 

 

Ioana Gruia es escritora y profesora de Literatura.

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