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Los diablos azules

Jorge Volpi: "La literatura es una forma de acercarse a la realidad"

El escritor mexicano Jorge Volpi.

Carlos Serrato

El escritor mexicano Jorge Volpi acaba de publicar en España Una novela criminal (Alfaguara, 2018), minuciosa reconstrucción de un caso que saltó a las primeras planas de México en 2005, cuando la hoy desaparecida AFI (Agencia Federal de Investigación) detuvo a Israel Vallarta Cisneros y a Florence Cassez como supuestos jefes de una banda de secuestradores, conocidos como Los Zodiaco. El proceso estuvo plagado de irregularidades y aún, tras casi trece años en prisión, continúa encarcelado Israel Vallarta sin una sentencia definitiva. Su pareja, Florence Cassez, ciudadana francesa, fue liberada en 2013 por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que estimó su recurso basado precisamente en las irregularidades del proceso. La idea de un montaje policial articula la novela de no ficción de Volpi, que intenta desenrollar una compleja madeja de verdades, medias verdades, mentiras y manipulaciones tanto policiales como mediáticas, que probablemente nos impidan saber qué ocurrió en realidad. Pudimos charlar de todo ello con Jorge Volpi a su paso por Sevilla hace unas semanas.

Pregunta. La novela me parece un empeño realmente admirable, sobre todo para los tiempos que corren, lo que tiene que ver con los planteamientos que algunos jóvenes escritores mexicanos de los 90 expresaron en aquel célebre manifiesto de La literatura del crack, en defensa de una escritura novelesca más compleja y densa, que no difícil. ¿Cómo cree que debe ser leída su novela en estos momentos?crack

Respuesta. Es curioso, porque es la primera vez que escribo una novela basada en hechos tan actuales, por lo tanto está un poco a medio camino entre el periodismo y la literatura. Para mí también es una gran pregunta cómo se va a leer. Sé muy bien cómo se va a leer en México, cómo se va a leer, probablemente, en Francia, es decir allá donde el caso fue muy conocido y muy polémico va a haber, creo yo, reacciones encontradas, pues sigue siendo un caso que apasiona tanto en México, como en Francia. Ahora, en el resto de los países supongo que, por un lado, habrá quien la pueda leer solo como una novela policiaca, desprendiéndose por completo del contexto, como una novela policiaca llena de un mundo de corrupción alrededor, cierto, pero finalmente una novela policiaca; pero habrá también quien pueda leerla como una novela de denuncia, aunque la realidad le quede un poco ajena. Por eso, creo que usted me dirá mejor cómo se va a leer en un lugar como España.

P. Yo pienso que aquí se leerá como de denuncia, evidentemente; nos preocupan mucho los asuntos donde la corrupción lo mancha todo. Por la forma que ha elegido, además, pienso que en cualquier parte se entenderá su interés por escribir literatura testimonial, un poco alejada del programa del realismo social y muy centrada en proponer un esfuerzo por comprender algo que últimamente parece cada vez más difícil de saber, que es, ni más ni menos la verdad. Me gustaría que comentara algo sobre ello.

R. Al final, es curioso, porque, aunque sea un tipo de libro que yo nunca había ensayado, cuando ya lo había terminado, de pronto me di cuenta de que el tema central es el mismo de En busca de Klingsor, la novela que escribí hace veinte años, que trata precisamente de la búsqueda de la verdad, planteando una discusión sobre si la verdad es posible, si la verdad va a quedar siempre oculta por las maniobras de alguien o si, finalmente, la verdad es inasible. Y yo creo que eso es en el fondo lo que ocurre en este caso, un caso en el que los que deberían preocuparse por buscar la verdad, que normalmente son la policía, los ministerios públicos, los jueces y los medios de comunicación, en realidad hacen lo contrario: lo imposible porque la verdad no se pueda conocer.

P. Ahí creo que yo que es donde entra lo más interesante de su apuesta, a mi juicio: se enfrenta al tema a través de una investigación aparentemente periodística e incluso en algún momento comenta en la novela que, por sus conocimientos del Derecho, podría ser considerada hasta una investigación de carácter forense, y, sin embargo, sobre los materiales obtenidos en esta investigación manda la literatura, que emplea en su novela como una forma de construcción de lo plausible, como si intentaras burlar a través de la construcción narrativa literaria ese ocultamiento de la verdad, aunque sin recurrir a la ficción… ¿Busca con ello provocar un “desvelamiento” de la verdad?

R. Exactamente, yo creo que tú lo has dicho mejor de lo que yo lo había dicho hasta ahora. Exactamente, creo que esa era la pretensión, que la forma revelase la verdad, y aquí con forma quiero decir varias cosas: la selección de materiales, todo lo que se deja a un lado, la manera de ir construyendo el ritmo de la narración y la alternancia de distintas técnicas narrativas que, al mismo tiempo, pretendo que no se vean, para que se lea como si la realidad fuera esta. Lo cierto es que esta no es la realidad, esta es una construcción literaria que se parece a la realidad. La realidad era ese caos de quince mil páginas de expediente, de testimonios contradictorios, de entrevistas, de fragmentos. Lo literario está en la forma.

P. Y eso enlaza con otra cuestión que me resultó sorprendente: cuando se caracteriza la literatura moderna, la de los grandes renovadores del siglo XX, se habla de relatos estallados, donde la narratividad se encuentra a duras penas, pues se halla oculta por la intención de negar la cadena de causalidades que organizan una historia. Sin embargo, aquí, en Una novela criminal, es al revés: el relato estallado es la realidad y el texto narrativo intenta, como usted comentaba antes, dar un orden plausible. Eso me lleva a preguntarle sobre el poder de la verosimilitud frente al de la pura verdad.Una novela criminal

R. Claro, y eso es lo que es estrictamente literario, la verosimilitud, o sea la apariencia de verdad que tiene este relato, que no deja de ser una construcción. Yo creo que también suponemos todos que es que esa construcción normalmente la hacen los jueces; los jueces crean un relato al que le damos pretensión de verdad. Pero frente al caso que cuento en esta novela, donde los jueces y la policía y todos demostraron lo contrario, la literatura asume esa percepción de que “esta” es la verdad, aunque en el fondo también sea solo “una verdad”.

P. Hay otro concepto que me preocupa mucho. Su novela me ha impresionado tanto, porque trata temas, aparte de lo criminal, de la denuncia de la injusticia, como el de la espectacularización de la realidad. Usted tuvo que luchar contra un espectáculo que ensombrecía la verdad que buscaba o, al menos, los hechos que permitirían llegar a conocer lo que realmente pasó.

R. Y que los sigue ensombreciendo. El relato empieza, en el fondo, no como empieza la novela, hay un episodio oculto antes del espectáculo mediático, el primer secuestro de esa chica, Valeria Cheja, pero una vez que empieza el espectáculo mediático todo queda mediatizado y esa era la pretensión de la policía y de los medios, también en esa complicidad. A partir de ahí, todo fue ya espectáculo. Sí, había que luchar contra las percepciones del espectáculo que, además, es muy poderoso. La convicción, que sigue siendo hoy casi absoluta en México, de que los dos protagonistas de la novela, Israel Vallarta y Florence Cassez, son culpables deriva de ese haber convertido la justicia en espectáculo. Los medios los condenaron desde el primer día y cambiar esa percepción ha sido casi imposible, incluso con la sentencia de la Corte que dejó en libertad a Florence.

P. Eso me lleva a otro asunto, la espectacularización de la justicia ya es grave, evidentemente, pero se decía tradicionalmente que el periodismo era el garante del juego limpio en democracia. ¿Qué ocurre si los medios olvidan eso y solo luchan por la audiencia, por conseguir el impacto mediático a costa de lo que sea?

R. Ocurre exactamente esto que se cuenta en la novela. Este es el quizá el caso más extremo, al menos el más extremo que yo conozco; lo que vemos todo el tiempo, en todas partes, en todos los casos es cómo los medios convierten en espectáculo cualquier asunto vinculado con la justicia. Lo que ha ocurrido estas semanas aquí con el niño Gabriel, ¿no?, había que convertir eso en un espectáculo, pero aquí, en el caso que se relata en la novela, eso está llevado al extremo no solamente de convertir un hecho en espectáculo, sino que el hecho es en sí mismo una producción del espectáculo. Eso en los medios es clave, la cobertura mediática del caso de Una novela criminal con ser un caso extremo de lo que vemos cada día, es sin duda testimonio de que ese extremo está ahí presente, en esta época en la que no sabemos qué es real y qué no.

P. Hay, además, en su novela otro tema interesantísimo que tiene que ver con la disolución del estado y su sustitución por una serie de poderes en la sombra, pueden ser el poder financiero, el poder mafioso o el interés diplomático, como aparece en tu novela en un momento determinado. Claro, si el centro del poder ya está cada vez menos en el estado, ¿qué hace, entonces, un aparato del estado como el de la justicia?

R. Bueno, aquí te lo diría de vuelta, o sea, en un país como México, que no es —eso también lo he dicho mucho— en términos absolutos un estado fallido en todos los sentidos, hay instituciones que funcionan, hay una vida normal en muchos sentidos, pero la pregunta es ¿qué pasa con un estado en donde no funciona la justicia, en ningún sentido? O sea, sí es una pregunta muy inquietante para mí, digamos, como mexicano. Este caso es el reflejo de lo que pasa normalmente en el sistema de justicia mexicano. Entonces, ¿hasta dónde uno puede decir que vive en un Estado de derecho, si el principal reflejo del Estado de derecho, que es su sistema de justicia penal, no funciona?

P. Bueno, aquí empieza a preocuparnos también. Ya le pregunto como latinoamericano, que ha vivido en Europa un tiempo, que conoce bien los dos mundos. Desde aquí se tiene la percepción de que América Latina es una especie de espacio de ensayo de “políticas”, fundamentalmente económicas, pero también como en este caso de debilitamiento del Estado, que luego se van aplicando en otros lugares. ¿Está de acuerdo con esta visión?

R. Así lo ha sido en ciertos sentidos. Las políticas neoliberales que luego han ido aplicando en todas partes comenzaron aplicándose en Chile, como campo de experimentación. Las políticas sobre las drogas empiezan aplicándose en América Latina. Sí, sí es una especie de laboratorio.

P. Y también un laboratorio artístico, desde hace mucho tiempo. La literatura latinoamericana es uno de los motores de transformación de la literatura contemporánea, el periodismo narrativo, por ejemplo, tiene hoy sus grandes maestros y maestras en Latinoamérica. En su caso, ¿el enfoque de Una novela criminal en la investigación, por momentos, periodística, y en un caso tan mediático como el de la banda de Los Zodiaco, tiene que ver con un acercamiento a esta corriente de la escritura latinoamericana o simplemente con la fascinación por la historia?Una novela criminal

R. Es una fascinación por el objeto, pero la fascinación también por este tipo de narración. Yo, a la inversa de muchos, no tengo ninguna formación periodística. Yo llego al periodismo, al tipo de periodismo que tiene este libro indudablemente, desde la literatura y también me gusta recordar que de este género —si es que existe—, la novela sin ficción, la novela documental, en realidad el primer ejemplo documentado es latinoamericano. No fue A sangre fría, antes de A sangre fría está claramente Operación masacre, de Rodolfo Walsh, escritor argentino, después desaparecido por la dictadura militar, que ya tenía todos los elementos de esto que, luego, en Estados Unidos dará lugar a la novela sin ficción, a la non fiction novel, pero también al nuevo periodismo, que, a su vez, va a tener una influencia grande en América Latina para todo nuestro periodismo narrativo, que tiene, ciertamente, cotas muy altas. Así, que sí, me interesan los dos lados, el lado que viene de lo literario, que va hasta A sangre fría y a La canción del Verdugo y de ahí a toda esa tradición que luego llega, por ejemplo, en España, a Cercas, o en Francia, a Carrère… y el del periodismo narrativo, que también está ahí.

P. Una novela criminal tiene, en efecto, un tono muy periodístico, muy distanciado (salvo momentos concretos), como decía usted, para presentar la realidad “como si fuera así”, pero, ¿qué siente un escritor acostumbrado a la ficción, acostumbrado a imaginar personajes, a estar dentro de la cabeza de entes de ficción que salen de la del propio autor… qué siente cuando por fin se entrevista con Israel? Una novela criminal

R. Esta es la primera vez que hago algo así. Yo no estaba acostumbrado a hacer entrevistas, incluso en mis novelas históricas de antes había el mismo tipo de investigación, pero yo no podía andar entrevistando a nadie, porque se habían muerto todos… Entonces el que de pronto ahora los personajes sean personas no deja de ser muy extraño para un novelista que viene de la ficción, para un periodista probablemente no, porque entrevista personas todos los días, pero en mi caso es algo que no había sido nunca parte de mi trabajo. Para mí, muchas de las entrevistas fueron impactantes, desde luego las de Israel son muy impactantes, porque fueron en la cárcel, hay que hacer primero todo un procedimiento para que te aprueben entrar a la cárcel y luego tienes que pasar ocho controles, que te llevan cuarenta y cinco minutos, para luego estar cuarenta minutos en un locutorio con un vidrio de seguridad, que no te permite tener casi ningún contacto, y esperando el arbitrio del custodio que te saca cuando se le ocurre. Por supuesto que eso, la forma de la entrevista, ya de por sí es difícil, y, luego, tratar de establecer un mínimo contacto con Israel, pues también fue muy complicado. Lo que me ayudaba a mí, digamos, era sentir que para ese momento yo ya lo conocía más o, por lo menos, la historia en la que estaba envuelto, porque con quien más he estado en contacto ha sido con su hermana, que yo creo que es una de las heroínas de este caso. Ella sí se volcó por defender a Israel, a sus hermanos, a sus sobrinos y, entonces, mi empatía, más que con Israel, que era difícil por el tipo de entrevista que pude hacer con él, estaba con Guadalupe, su hermana, y, por lo tanto, de ahí un poco daba la vuelta hacia la visión que yo podía tener de mi protagonista.

P. O sea, que hubo una inmersión, en realidad, ¿no?

R. Sí.

P. Muchas veces se comenta cómo la inmersión en periodismo puede tener un doble efecto: cómo, por un lado, te hace sentir como partícipe de la historia y puedes entender los hechos con una intensidad que no puede contarse si escribes desde fuera, pero, por otro, también puede condicionar tu interpretación de esos mismos hechos. En ese sentido, Una novela criminal se construye sobre un planteamiento al que los teóricos de la cultura contemporánea denominan el conflicto de las interpretaciones; parece que ahora, en el estado actual de la cultura, solo hay conflicto de interpretaciones, no certezas. ¿También en México está presente ese debate?Una novela criminal

R. También en México, todo el tiempo, como si fuese inevitable pensar que la verdad ya no existe, que solo existen las versiones, y eso te ampara para un cierto relativismo, pero al mismo tiempo te indigna que, en el fondo, haya tantas mentiras tan obvias que pasan por verdades.

P. ¿Tiene sentido la literatura como una forma de escapar de eso?

R. Es una forma de escapar, pero también es una forma de acercarse finalmente a la realidad, porque la interpreta desde otro lado.

P. ¿Y ese lado, cuál es?

R. Es el lado de la imaginación, también.

P. ¿La imaginación como forma de resistencia ante la dominación, ante la tergiversación, ante la manipulación?

R. Sí, también. Es decir, cuando en el libro me atrevo en muchos momentos a tratar de llenar una laguna imaginando, eso es ficción, porque evidentemente esos son los momentos en que mi novela no se basa en los hechos, pero el relato ficticio en este caso no es gratuito, intenta acercarse a los hechos justamente porque las fuentes no te lo permiten.

P. Luego entonces, ¿aún queda esperanza de conocer la verdad?

Rodolfo Walsh y el fusilado que vivía

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R. Bueno, espero que sí, hay que tener un mínimo de optimismo.

*Carlos Serrato es escritor. Su último libro, Fulgor y fiebre seguido de Carlos SerratoLa fiera poesía (Amargord, 2017). 

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