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Miel sobre hojuelas

Aké, los años de la niñez

Wole Soyinka

Editorial Alfaguara (2021)

Si me gusta leer a escritores africanos es porque me transportan a formas de vida diferentes a las europeas, a las occidentales, a las del primer mundo, y dejo de mirarme el ombligo durante un rato. Si me gusta leer a escritores africanos, es porque me aportan visiones distintas, conceptos diferentes relacionados con la vida, con la alegría y la libertad, lo individual y lo colectivo, otras formas solidarias que hemos olvidado hace muchos años. Me gusta leerlos porque, sobre todo, hay escritores muy potentes, de una grandísima cultura y un enorme nivel literario Y siempre veo, intuyo o siento un bofetón a nuestra prepotencia, a nuestra vanidad, a nuestro aislamiento de la naturaleza. Ahora, con la pandemia, mucho más, cuando veo que hay gente aferrada a valores sin contenido, por ejemplo, el de la libertad de hacer lo que nos dé la gana, por encima de los intereses colectivos.

Reflexionaba todo esto según iba leyendo Aké, los años de la niñez, del premio Nobel de Literatura Wole Soyinka, el primer nigeriano, el primer hombre negro en recibirlo en 1986. Quizá por su edad, vivió una infancia que acaso ahora sea más difícil vivir ya, también en el continente africano, no lo sé, pero me cautiva esa forma de vida en que lo colectivo estaba por encima de lo individual, lo tribal o comunal sobrevolando a lo familiar.

Soyinka nos habla de su familia, su pueblo, sus costumbres en la infancia. Una infancia previa a la Segunda Guerra Mundial, con una colonización religiosa, un padre cristiano que era Jefe de las Escuelas, una especie de director de la enseñanza que estaba vinculada a la iglesia, y una madre, llamada por el autor la Cristiana Salvaje, toda una carismática mujer, líder en su aldea. Pero también llama Padre y Madre (esta vez con mayúscula) a los abuelos, padre y madre a las demás personas de la tribu que se encargaban de los niños, hasta el punto de que Soyinka prefería a una de ellas, la señora L., antes que a la propia, porque era quien lo llevaba a sus espaldas cuando era niño, quien tenía las espaldas más grandes y mullidas de toda la tribu. Pero también tenía hermanos, no solo biológicos: todos los niños de otras aldeas que sus padres depositaban en su casa para que estudiaran en la escuela, y convivían con ellos y dormían juntos, eran llamados hermanos.

Y Soyinka nos cuenta cómo dormían todos en el dormitorio de la Cristiana Salvaje, su madre, ella en una cama enorme que escondía debajo toda clase de alimentos, pertrechos, mantas y cosas del hogar. Los niños, todos juntos, en una estera en el suelo, algunos muy pequeños, que seguían meándose. Todo compartido. Con el olor acre que dejan los meados por mucho que se aireara la estera, por mucho que se aireara el colchón de la madre, que tenía también incontinencia urinaria.

El dormitorio de la Cristiana Salvaje revelaba el carácter mismo de los niños a los que daba ella acogida: se hacía la guerra a sí mismo y al mismo tiempo creaba una sensación de integración. Era como si fuera el dormitorio, y no sus padres de verdad, el que hubiera engendrado a esta familia, la hubiera echado al mundo únicamente para absorber a todos y cada uno de los niños y convertirlos en niños de la casa… Por las mañanas solía haber discusiones acerca de quién era el que había dejado una o dos manchas de humedad en la estera. La Cristiana Salvaje era especialista en aclarar aquel pequeño enigma y pronunciaba su fallo con tanta facilidad detectivesca que bordeaba en lo místico, habida cuenta de las posiciones impredecibles en que se encontraban los sospechosos por la mañana, lejos de la escena del delito. Gradualmente comprendí que existía una forma y un olor característicos creados por las secreciones de cada ser humano, cuyo secreto solo podía ser conocido por los padres, incluidos los adoptivos.

 

La estructura de la novela sigue el proceso de conocimiento de un niño pequeño, con dos años, y se va ampliando según va creciendo. Finaliza cuando el niño Wole tiene once años y deciden mandarle a estudiar con una beca. Por el camino, los alemanes avanzan en sus tierras y Hitler se convierte en el enemigo a batir: van surgiendo las primeras revueltas contra el dominio colonial. En los primeros capítulos nos inicia en el núcleo: la casa, la familia, la iglesia, la escuela infantil. Y la muralla que rodea y separa Aké del resto. Aké es el lugar fundacional, donde nace y vive, donde es feliz y libre, pero no con nuestro concepto, porque las obligaciones comunitarias e incluso en la casa, desde pequeño, están presentes. A partir de ahí va ampliando el círculo, buscando distintos recursos: con cuatro años, siguiendo una banda de música militar supera la barrera de la muralla, sigue tras ella, y conoce el mundo de otras aldeas y el mercado, esa algarabía de compra-venta, cientos de productos que a los ojos de un niño son un mundo nuevo. No sigue un orden lineal, más bien temático. Y así va desgranando las costumbres, las tradiciones, los funerales o los acontecimientos sociales, todo ello impregnado de mucho humor y un punto de nostalgia, el mismo que sentimos todos ante la pérdida del paraíso de la infancia.

Hasta el baobab se ha ido encogiendo con el tiempo, y sin embargo yo había imaginado que aquel baluarte sería eterno, más allá de las perspectivas en crecimiento de una niñez ya desaparecida.

Mientras, va mezclando la influencia del cristianismo y los mitos y religiones africanos, los cantos tribales y religiosos, los egungun, las fiestas de año nuevo en Isara, las descripciones de los funerales, todos cantando y bailando, incluso los que llevaban el féretro, en un movimiento muy parecido al de nuestros pasos de Semana Santa. Las mujeres, las más potentes, cantaban con toda su energía, sin moderar los movimientos de sus nalgas: Ile o, ile o…

La evolución se va marcando por aspectos, como la llegada de la luz eléctrica a la casa del maestro, la radio y los discursos de Hitler. Y aquí se marca el punto de inflexión de la novela, que coincide, por un lado, con la Segunda Guerra Mundial, pero por otro, con que Wole va cumpliendo años y se da más cuenta de lo que pasa, un niño preguntón, que tiene harta a la comunidad y a sus padres con sus preguntas, que todo lo quiere indagar y nunca se da por satisfecho. Otro personaje cobra, a partir de entonces, más protagonismo: su abuelo, su Padre (en mayúsculas), que le cuestiona su forma de vida, la de su padre, la de aceptar la colonización.

En el libro hay además mucha sensualidad entre los miembros de la tribu, en las mujeres, en los olores, las comidas, tanto las de a diario como las de las celebraciones, en las que participan todos. La última parte de la novela está dedicada a las mujeres, al inicio de su rebelión contra los impuestos que fueron aumentando con la guerra y que produjo un movimiento de resistencia que fue agrandándose hasta constituir la Unión de Mujeres de Nigeria y presentarse en la explanada del palacio para expresar sus protestas:

Es como si se hubieran abierto los cielos mismos, como si se hubieran abierto las tumbas y llegasen a sumársenos aquí todos los pueblos muertos y olvidados de otros mundos.

En el final de la novela confluyen el movimiento de mujeres, el examen para la beca de estudios y la bomba atómica sobre Iroshima:

Rafael Chirbes al desnudo

Rafael Chirbes al desnudo

La podías haber tirado si de verdad quisierais que se rindieran, en una de sus montañas, incluso en el mar, en cualquier parte para que viesen lo que ocurriría si seguían con la guerra, pero en cambio habéis preferido tirarla en ciudades habitadas. Ya os conozco a vosotros, a la mentalidad blanca. Los japoneses, los chinos, los africanos, somo infrahumanos…

No tiene desperdicio. Es una bella novela sobre la infancia, sobre la iniciación al mundo adulto, que tiene validez universal, como sólo los grandes escritores saben hacer, hayan nacido en Nigeria, en Europa o en la Conchinchina, pero si de paso nos abren la mente y nos dan a conocer otros mundos que están en este, miel sobre hojuelas.

Carmen Peire es escritora y su último libro es 'Cuestión de Tiempo' (Menoscuarto).

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