"Tras una larga noche de fiesta, Robe se tumbaba en la cama, con los brazos cruzados tras la nuca, y Manolillo, sentado en el suelo, le recitaba poemas, de los que alguno acabaría espolvoreado en versos de alguna canción de Extremoduro". Ese era el tipo de relación que, fortuitamente, entablaron allá por 1990 Robe Iniesta y Manolo Chinato. Un aspirante a rockero que acababa de publicar su debut, Rock transgresivo, y un poeta que no sabía que lo era ni tampoco quería serlo. Una conexión en los márgenes entre Plasencia y Puerto de Béjar que, sin que nadie lo planeara, terminó marcando un hito en la historia del rock español.
Pero retrocedamos hasta el 13 de agosto de 1990. Extremoduro andaba de gira presentando su primer disco donde podía, por carreteras secundarias, a millones de años luz de las cotas de popularidad que terminarían alcanzando con el paso de los años. El municipio cacereño de Hervás era una de esas plazas por donde la banda pasaba y no volvía a crecer la hierba aunque, inesperadamente, allí comenzó a brotar la poesía. Porque la noche anterior, a altas horas, el dueño de un bar pronunció las palabras mágicas: "Manolo, recita algo". Y ese algo resultó ser Ama, ama, ama y ensancha el alma, un poema que Chinato recitaría al público de Hervás otra vez al día siguiente en pleno concierto de Extremoduro, ante la insistencia del músico, que estaba en ese bar y quedó prendado.
Había cambiado el curso de los acontecimientos, aunque nadie se estuviera dando cuenta sobre la marcha. Ahora es sencillo verlo, pues Ama, ama, ama y ensancha el alma es un himno del rock español, mil veces recitado y coreado e incluso estampado en camisetas convertido en lema vital. Pero hace 23 años nadie hubiera podido preverlo, aunque el flechazo para Robe fue instantáneo. Vio algo en ese hombre de pueblo, rudo, salvaje, honesto, con la sensibilidad a flor de piel hasta el punto de convertirle, de alguna manera, en musa e inspiración con presencia constante en los siguientes discos de ascenso popular de Extremoduro. Y Chinato siguió recitando en otros muchos conciertos del grupo, convirtiéndose en una presencia habitual y, hasta cierto punto, necesaria.
"Es una bonita historia de amistad y casi de amor", resume a infoLibre el periodista Javier M. Alcaraz (Almería, 1980), autor de un libro que ensancha el alma mientras profundiza en esta relación de dos que, con el paso de los años, se materializó en un disco, ahora prácticamente de culto aunque en su momento vendió más de 50.000 copias, con la participación de cuatro ilustres de esta historia: Robe, Manolo y los por entonces miembros de Platero y Tú, de sobra conocidos, Fito Cabrales e Iñaki Uoho Antón –quien terminó a su vez en Extremoduro poco después–. El disco en cuestión es, por cierto, Poesía básica (2001), y llegó a las tiendas firmado por una nueva formación que respondía al nombre de Extrechinato y Tú.
Una banda fugaz que surgió del empeño de Robe por dar a conocer la poesía de Manolo Chinato, poeta anónimo del que había tomado prestados algunos versos e ideas para sus canciones. Para la ocasión, Robe se compinchó con Fito e Iñaki un lustro antes, cuando ambas bandas estaban rompiendo el techo del éxito gracias a una gira conjunta que culminó con dos veladas de rock en el Palacio de los Deportes de Madrid en noviembre de 1996. En la fiesta posterior del segundo y último concierto, la noche del 9 de noviembre, echó a andar oficialmente este proyecto, gracias al empujón decisivo final del líder de Extremoduro, con la intención última de crear una banda única con la que musicar los poemas de Chinato en un disco colaborativo.
"No tenían pretensión comercial ninguna, ni prisas, ni plazos. Tampoco iban a presentarlo en una gira. Por eso se lanzan un poco más a dar salida a algunas inquietudes que ya sentían por dentro", explica Alcaraz, quien no encuentra comparación posible con otros trabajos discográficos: "En España conocíamos lo típico, que son buenísimos, los discos de Joan Manuel Serrat musicando a Machado o Miguel Hernández. Pero un disco de un señor semidesconocido recitando con estructuras musicales no convencionales realmente es algo que no tiene paragón porque no ha habido nada similar en nuestro país con un poeta que se acompañe de una banda".
"No es que sea un eslabón perdido, es más bien un eslabón lógico dentro de la evolución de todos dejándose llevar por la poesía", plantea el periodista, quien afirma que el disco es "realmente bueno" y ha soportado bien el paso del tiempo. Eso explicaría el inesperado éxito, surgido, entre otros muchos puntos fuertes, de la "fuerza de descubrir a Manolo recitando, que conecta con el pasional sentir que Extremoduro ya estaba creando, de Fito explotando ese talento melódico que luego llegaría con Fitipaldis o de la producción compleja de Iñaki". "Además, yo creo que en aquellos tiempos había una mayor conciencia de escuchar y apreciar las cosas, no solo de consumirlas", apostilla.
La música abraza las palabras de un poeta que "no escribía con el ánimo de publicar sus poemas, sino por pura necesidad de expresar sus emociones", y que cuenta entre sus influencias con Juan Ramón Jiménez, Machado, Lorca, Miguel Hernández. "Pero tampoco de una forma académica, sino simplemente por el hecho de conectar", destaca Alcaraz, quien se refiere a Chinato como "la emoción más pura sin filtro". "Esto es un poco como la caverna de Platón. Estar un día con él es como estar un mes con otra persona por la intensidad de todo, también su poesía. Manolo es su poesía en el sentido de que es pura emoción, una conexión a tierra hacia lo que es importante, a lo que no está contaminado. Leer a Manolo, escucharle, es un poco el sentimiento más blanco y limpio. Tanto en el amor como en la amistad o el enfado si es necesario", destaca.
Todo eso es lo que vio Robe desde el primer instante que tuvo ante sí a Manolo recitando Ama, que acabaría adquiriendo la forma de himno rock conocida por todos en el tercer disco de Extremoduro, Deltoya, de 1992. "A Robe se le encendió la bombilla. De hecho, nada más conocerse, Manolo se sube varias veces a recitar en el escenario de Extremoduro lo que finalmente sería Ama, ama, ama y ensancha el alma. Y se suceden las visitas de Robe a Puerto de Béjar, por eso Somos unos animales (1991), Deltoya y ¿Dónde están mis amigos? (1993), pero sobre todo Pedrá (1995), tienen un montón de versos que luego supimos con Poesía básica y el primer poemario de Manolo, de 2003, que eran suyos", rememora Alcaraz, añadiendo divertido: "Cuando vuelves de marcha a las tantas, lo normal sería comer algo antes de dormir, pero sin embargo estos dos llegaban y Robe se tumbaba en la cama y le decía a Manolo 'desembucha'. Hay que imaginarse la escena con Manolo a los pies de la cama sacando sus hojas del cajón, recitándole poemas".
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De la fructífera relación entre ambos, aparte de nuevas vías de expresión para Extremoduro, se enriqueció toda una generación del rock español integrada por, entre otros, Marea –con quienes colaboró–, La Fuga, Poncho K, Albertucho o Forraje, que se apuntó a la tendencia de dejar espacio para algún recitado poético, cada cual a su propia manera. "Crearon escuela también. Un poco sí que se convirtió en una forma de hacer y eso se lo debemos a Robe, que fue quien vio que la cosa casaba bien", plantea el autor, antes de remarcar que "igual que los flamencos cogen siempre estrofas y versos de Federico García Lorca, hubo un tiempo que el poeta del rock español era Manolo Chinato".
Llegados a este punto, cabe preguntarse incluso si sería Robe lo que es hoy de no haberse cruzado con Manolo. "Nunca se sabe", responde entre risas Alcaraz, quien sí argumenta que si Robe tira, entre comillas, de Manolo, es porque "tiene esa sensibilidad de por sí". "Que él a lo mejor en esa época no escribiera de la forma que podría haber escrito después en los siguientes discos, ya no lo sé. Ya no sé hasta qué punto puede depender de conocer a Manolo o de tu propia evolución personal y de unas formas musicales que a su vez se fueron enriqueciendo desde sus primeros discos", plantea, para aún puntualizar: "Pero es verdad que en los momentos iniciales, más que como hubiese sido Robe de no conocer a Manolo, sí creo que le sirvió para potenciar esa sensibilidad poética que ya de por si tenía. Encontró un apoyo, una especie de alma gemela en el sentido de sentir las cosas de forma parecida".
Poesía básica, el disco y también el libro, es, en definitiva, una "puerta abierta a un submundo de magia, amor, amistad y valores". "Una gota de calma entre tanto ruido y odio y tantos discursos agresivos que hay por ahí". Además, para el libro, el autor ha conseguido reunir dos décadas después a los cuatro protagonistas: "Kutxi Romero –de Marea, que firma el prólogo– me dijo tío, has conseguido, aunque sea en un libro, lo que nadie ha conseguido en muchos años, que es juntar de nuevo a los cuatro. Es un acto de celebración y testimonio de una época. Por eso, aparte de los protagonistas, tiro mucho de Marea, de Rulo, Poncho K. Hasta Rosendo aporta unas pequeñas declaraciones. Es como recordar que hubo un momento de oro donde todo era muy rocanrol, muy poesía, y más de veinte años después ha sido bonito que la gente lo reviva con tanta pasión".
"Tras una larga noche de fiesta, Robe se tumbaba en la cama, con los brazos cruzados tras la nuca, y Manolillo, sentado en el suelo, le recitaba poemas, de los que alguno acabaría espolvoreado en versos de alguna canción de Extremoduro". Ese era el tipo de relación que, fortuitamente, entablaron allá por 1990 Robe Iniesta y Manolo Chinato. Un aspirante a rockero que acababa de publicar su debut, Rock transgresivo, y un poeta que no sabía que lo era ni tampoco quería serlo. Una conexión en los márgenes entre Plasencia y Puerto de Béjar que, sin que nadie lo planeara, terminó marcando un hito en la historia del rock español.