Una rama cortada que renace

Juan Manuel Romero

Mitad

Julieta Valero

Vaso Roto (Madrid, 2021)

Dijo Camus que "en la poesía extraña y rigurosa que Char nos regala es nuestra misma noche la que resplandece, y volvemos a aprender a andar". Lo mismo se podría decir de Mitad, de Julieta Valero (Madrid, 1971), un libro oscuro e iluminador a la par, que nos enseña a vivir llevando a una singular intensidad la extrañeza y el rigor lingüísticos entendidos como exploración de lo desconocido y lo incomunicable.  Precisamente, una cita muy acertada de Char está al frente de Mitad: "¿Qué te hace sufrir? / Lo irreal intacto en lo real devastado". La indagación en el daño que se produce por la ruptura de los vínculos más personales es el núcleo de este poema extenso, dividido en 104 piezas en su mayoría breves, agrupadas a su vez en tres partes y una coda, el libro de Valero más atravesado por el dolor que deja el poso de lo soñado en lo realmente alcanzado, su obra quizás más dura, depurada y personal hasta la fecha.

En la primera parte, titulada Frontal, los poemas se atreven a mirar de cara al dolor, empezando por el hecho de que la certeza de la vida conlleva la certeza de la muerte, una oposición de contrarios que no es tal, sino "lo que se vino en la gelatina aquella", el origen de la condición humana. De ahí surge una secuencia de oposiciones o paradojas como eslabones de una cadena que nos ata a la herida: entre lo que se pierde y lo que queda, entre lo que cambia y lo que permanece, el desamor y el miedo de dos mujeres "que se tienden / a oscuras" para contemplar la "naturalidad y aberración de los finales"; al mismo tiempo, la hija que se pone de pie o amontona migas en la mesa, y la madre que asiste a rehabilitación con "parches de morfina en las piernas". Historias casi invisibles en la corriente tumultuosa del tiempo y del propio poema, pero que están ahí. Historias de mujeres que saben que van a desaparecer pero resisten, contadas por una mujer consciente de su capacidad de resistencia ("Una mujer se cansa por todas"), de sus ciclos ("El cuerpo se encuentra con sus deshielos") y de su desaparición: "Principio / y fin cadenas montañosas embaucadas / de su bruma. Dinosáuricas narraciones".

Con el neologismo Cuerperio, que da título a la segunda parte, se traslada acertadamente el significado de "puerperio" a cualquier periodo de cambios fisiológicos o mentales posterior a un daño emocional, a una separación en este caso: "Todo este niágara de violencia, de / soledad por recorrer". Se trata de una fase en la que el cuerpo toma protagonismo: la pérdida fabrica su contenido, el deseo se "jibariza" y hasta el sexo "no puede / celebrarse sino por dentro / de sí y ya entonces el pavor de su final". Un proceso de resignificación de la vida, de colisión de identidades, de asumir la usura de los días, de "tener y no Casa", de escuchar al cuerpo, su "ordalía". Julieta Valero describe con dureza, sin patetismo ni falsos apósitos, con una pasión fría (si se me permite el oxímoron), este momento de "redibujar mi perfil" como un luto igualmente por el lenguaje muerto, porque en realidad lo que ocurre es que un cuerpo y un lenguaje han sido partidos por la mitad.

Algunos de los momentos más impactantes del conjunto se encuentran en la tercera sección, que da título al libro. Aquí el cuerpo termina convulsionando "de presente" y su nombre desaparece igual que una escultura clásica "arrojada al fondo del mar". Hay un estudio oblicuo, quebrado, abierto a las conexiones irracionales, de la culpa, los errores y la soledad como sedimentación y vaciado, que precede a una etapa de transformación vivida desde la perplejidad y desde una nueva desnudez devorada por un frío que al mismo tiempo la "reelabora". La lucidez psicológica del análisis va acompañada de una crítica a la vida a través de un lenguaje lírico y antilírico, que se tensa de nudos metafóricos complejos, de adjetivación libre, de escepticismo y crudeza, de ilusiones y ternura. Destaca la presencia de la hija, a la que también se le "inocula soledad", que mira con ira a la madre que está y no está, y así, al romper un dibujo, la acusa de ser "contranatura". Esta es la gran quebradura dolorosa, "impronunciable": "No estar contigo la mitad de los días". Finalmente, en la Coda que cierra el volumen, entre la ruina, el frío de los despertares y los sueños con esvásticas y caníbales, tan nítidos y reales, se intuye una "verdad con be / de bandera", un descubrimiento ya sin vergüenza de Lo mujer, y una existencia por delante aún por recorrer.

A punto de arrasar un bosque entero

Para contar la devastación existencial de la que Mitad nos habla, Julieta Valero escoge un lenguaje igualmente herido, roto, fragmentos que, no obstante, pueden habitarse: son "morada". Al igual que en Vallejo o en Ashbery, en los poemas de Valero se da un combate con la palabra que termina destruyendo el idioma para recrearlo de nuevo. Aunque se hace referencia a pormenores íntimos, no se recurre al formato confesional; no hay un acarreo de anécdotas biográficas, sino que sencillamente la vida es uno de los materiales para la construcción estética (que no esteticista) como experiencia humana. Las dislocaciones sintácticas, la mezcla de secuencias disímiles, la yuxtaposición de planos, el puzle de lo literal y lo simbólico, o las frases que quedan, como las vidas que retratan, a la mitad, son algo más que un juego y crean una atmósfera de tensión lingüística que no es sino una manera de huir de lo trillado, explorando, por vocación natural (toda la obra de Valero tiene esta coherencia), pero también como forma de sanación o depuración, rutas siempre imprevisibles: "Del camino no me asusta la forma / me asusta que sea el mismo que emprendí", nos dicen los versos finales del libro. Con un tono hondamente autorreflexivo, encendido, tajante y duro por momentos, a la vez que rebosante de intuiciones reveladoras y de alucinaciones llenas de sensatez, Valero ha escrito un magnífico artefacto, un poema poliédrico, memorable, que conmueve y ayuda a entender, que nos indica la manera de ponernos de pie y andar de nuevo.

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Juan Manuel Romero es poeta. Su último libro 'Contra el rey' (Hiperión, 2020).  

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