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Las razones para amar de Italo Calvino

Cartas a Chichita 1962-1963 

Italo Calvino

Editorial Siruela (2024)

Italo Calvino rampa en sus cartas por los afectos, intrincados y verticales. Le cuesta ir sin devaneos al corazón. Se agarra más a las ramas del cerebro, hasta injertarlas en cuadros sinópticos para enumerar opciones, pros y contras. Los cálculos previos a la decisión. El autor de Nuestros antepasados, una de las grandes trilogías literarias, tramada por quien solo aspiraba a ser un "escritor menor del XX", conoció a Esther Judith el 1 de abril de 1962. En París, donde ella trabajaba para la UNESCO, agencia educativa y cultural de la ONU. "Chichita, amor mío, finalmente una mujer con la que soy feliz". Solo ha transcurrido una semana desde su recíproco arrobo, cuando Calvino funde su escarcha emocional y destila la carta más apasionada de las desveladas. "Estoy cansado de la vida que tengo… Debo ocuparme de mujeres, mujeres, mujeres, un mar de mujeres que siempre cambian, que necesito cambiar siempre porque a ninguna la siento como mi mujer". Alma a tierra tiempo después de haber mantenido una relación escondida con la actriz Elsa de Giorgi, participante en Saló o los 120 días de Sodoma, de Pasolini. A demanda de Esther Judith, ya viuda, la justicia prohibió que Il Corriere de la Sera alumbrara una serie de las trescientas misivas que el autor dirigió a la aristócrata artista. La traductora argentina argumentó que era un acto "criminal" contra Italo, tan "modesto y reservado", y ya fallecido en 1985. Sin mencionar el caso, en su prefacio, Giovanna descubre la causa paralizante de una hipotética transgresión: "mientras ella seguía viva, la historia de amor que refieren permanecía encendida". Un rescoldo que es ceniza desde 2018, cuando se apagó Chichita.

En sus cartas, Calvino persigue desanudar sus pliegues y recovecos para mostrar el tuétano de su ser demediado. El estar sin estridencia con los otros y la intimidad acaracolada del creador. "Soy alguien que ama la soledad, contrariamente a tu primera impresión". Como un caballero inexistente (Borges, ciego, detectó la presencia de Italo en una reunión: "lo reconocí por su silencio"), procura un idealismo casi incorpóreo. "Lo que me liga a ti no es el deseo de una vida afectiva, sino el de una profunda comprensión recíproca (espero)". Imita el amor ascético, una "etapa de progreso espiritual", la fusión de un dúo de intangibles. Vuela hacia el ensimismamiento para posarse en ella. "La única persona con quien puedo vivir esta profundización de mí mismo —¡maldita sea!— eres tú". En esta búsqueda de lo único, tan recurrente en la casilla de salida del enamoramiento, la sensación de compendiar el todo en dos. Un ida y vuelta entre el nosotros singular y el ello plural. "Contigo se puede habitar en lo particular y en lo universal". Sentir que los siglos que vendrán serán distintos desde el día primero del primer abril de su recíproca rendición. "El hecho de que los dos estemos juntos, es algo que de algún modo enriquece la historia de la humanidad". Palabras de un historicista, así se califica, la hipérbole pretenciosa y, acaso, necesaria para conquistar la ciudad invisible del otro. Sin embargo, en las Cartas a Chichita hay más suelo que vuelo. Después de planear, antes de asentarse en las afueras del pálpito, grita con la piel, "necesito tu cercanía física y tu diálogo". La voz de Esther Judith se abocina con un eco carnal. "Quiero un hombre primario…, de pocas palabras y grandes bíceps. ¿Cuándo venís?". La pregunta evidencia la distancia mayúscula hace sesenta años. Ella, en París, donde él recala esporádico, como el viajero en una noche de invierno. "Me gusta hablar contigo y me gusta que me guste hablar contigo y me gustaría que te gustara que te gustara que me gustases". El verbo más físico, táctil como las manos, para mermar la lejanía hasta llegar a la región más pasional, su patria Chichita. 

Italo Calvino trashuma entre Roma, San Remo y Turín. En las tres escribe, "hace un trabajo como todo el mundo". En la capital del Piamonte edita para Einaudi. "Paso siete u ocho horas al día en la mesa de trabajo, pero no puedo avanzar más de una página por día porque estoy escribiendo algo terriblemente difícil. Desde hace dos años no consigo avanzar". La mayoría de las cartas expresan sus quebraderos creativos, la incertidumbre de contar, y su deseo de casarlos con las ideas prójimas, los ingresos contantes. Pavese, con quien siente "endopatía", le acercó a la edición. Publicar su poesía le absorbió: "paso mañanas, tardes y noches entre los viejos papeles de Pavese". Critica a Alberto Moravia, que postuló premiar la obra mediocre de una "joven bellísima", pero "es un hombre -a veces- inteligente con quien sigo teniendo amistad". A Natalia Ginzburg la denomina "queridísima amiga", pero no logra entender su obsesión por ganar el premio Strega, obtenido con Léxico familiar. Alaba La tregua, de Primo Levi, sobre el retorno del campo de concentración de Auschwitz. Y "no me gustan" los poemas de Blas de Otero. 

Calvino apostató de su feligresía comunista cuando los tanques soviéticos invadieron Hungría en 1956. "Desde el inicio he sido un no-político y un no-doctrinario". El joven que desertó del reclutamiento por el ejército de Mussolini y se alistó en la resistencia contra los fascistas y el nazismo, "demonio irracional del inconsciente burgués". Combatió también el franquismo y su falsa apertura en España. En 1962, durante la entrega de los Premios Formentor, en un hotel "lleno de agentes de policía disfrazados de turistas", detuvieron a Carlos Barral. Antes de atronar "un escándalo internacional", soltaron al editor y escritor barcelonés. El enfrentamiento fue real cuando la dictadura denunció, por "obscenos y blasfemos, los Cantos de una nueva resistencia española, que editó Einaudi. La publicación provocó protestas también en Italia. Y el pensante Calvino se transformó en un ardoroso meridional. "Lástima que no podamos hablar con esos tipos (fascistas de hoy) utilizando el único lenguaje que son capaces de entender: el de los puñetazos y las patadas". Afiló las letras, no esgrimió la espada.

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Comprometido con su momento, le sobrecogió la crisis de los misiles de Cuba, país donde nació y, en 1964, se casó con Chichita. La isla, ya castrista, fue un campo de una batalla intimidatoria entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En octubre de 1962, los dos lados del muro exhibieron sus cabezas nucleares. La guerra se fría se congeló, aunque nunca estuvo más candente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Aquellas dos semanas de otoño, Calvino confesó haber entrado "en un ritmo de vida inestable y nervioso".

La cincuentena de cartas de este escritor imprescindible pertenece más a la atmósfera externa que a la galaxia de los sentimientos. "Con vos he llegado a la sabiduría". El resumen de un amor racional o de las razones para amar. El recorrido desde el cerebro hasta los poros con algunos peajes que le obligaron a parar en su corazón. El niño que caminó por el sendero de los nidos de araña antes de su fascinación por el desierto. En la arena monótona, intuye el espacio original del monoteísmo. Calvino solo creyó en Chichita. Su oasis.

* Prudencio Medel es periodista.

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