Los diablos azules
Contra el último frío
Este artículo forma parte de un Especial dedicado a la memoria de Joan Margarit, poeta catalán ganador del Premio Cervantes fallecido el martes 16 de febrero a los 82 años. fallecido el martes 16 de febrero
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Nunca he entrado en un poema de Joan Margarit sintiéndome del todo seguro. Pese al cobijo que, a su modo genuino, pretendió ofrecernos su literatura —su casa de misericordia—, las palabras parecían brillar casi siempre bajo una triste luz de plomo; y si, afuera, nuestro tiempo vital, el que nos empujaba a cruzar la puerta, resultaba desapacible, dentro una tempestad era convocada al fondo de cada una de las habitaciones.
Hoy, que ya no ostentamos únicamente la condición de hospicianos, sino que somos asimismo los huérfanos de esa casa, hacemos memoria y creemos intuir por qué, con terca insistencia, buscábamos tan desolado refugio. Todos los grandes poetas, los pocos que de verdad importan, albergan un misterio. El misterio poético de Margarit ha residido en que las turbulencias vitales, su relato lleno de ruido y de furia, han brotado siempre del manantial sereno, apenas caudaloso, de su estilo. Gracias a ese don de equilibrio, la aguja del sonido ha temblado constantemente entre el principio de realidad y el principio del arte. "El diamante es frío, pero es obra del fuego y de su aventura habría mucho que hablar", apunta Machado en Los complementarios.
La aventura del arte sucede y merodeamos su secreto, aun con la conciencia de que nunca lo descifraremos. Por eso había grabadas una cara y una cruz en la moneda que Margarit lanzaba al aire con cada poema que se disponía a escribir como si se tratara del último, sabiendo que la existencia y la literatura tienen algo de cálculo y de azar. Hay el regalo de Joana y su fragilidad. Hay el amor y su atribulada danza de fracasos, desengaños y destellos carnales. Hay el milagro de la música de Bach y toda la miseria imaginable circundándonos. Hay una niñez y una posguerra, tan semejante a una guerra que no acaba nunca. Y hay una voz, que nos ha parecido a menudo más entregada a los vaivenes biográficos de su propio destino que a las exigencias de la escenografía lírica.
Alguna vez me he preguntado por esa voz; si el hombre que hablaba en los poemas era el hombre con el que he mantenido charlas telefónicas o he ido a recoger al aeropuerto cuando visitaba mi ciudad. Pero no. El hombre que allí se nos muestra es el que fue desde 1938 hasta ayer martes y el que hubiera querido ser y no acabo de ser y también cada uno de nosotros y quienes serán sus lectores futuros, aún no nacidos. Por tal motivo, no habrá de hallar cumplimiento en Margarit aquel reposo que ambicionó para Joana en "Mañana en el cementerio de Montjuïc"; cada vez que una mano abra un volumen con sus versos, quedará expuesto al dolor del mundo.
Brines y la certidumbre de la poesía
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"Cuando la muerte quiera / una verdad quitar de entre mis manos, / las hallará vacías", escribió Luis Cernuda en Donde habite el olvido. Quizá Joan Margarit salió de la vida como acaba uno saliendo de sus versos. No entendiendo del todo si ha apresado una verdad o, por el contrario, haciendo el registro de una vieja cuenta, las imágenes de un botín saqueado por la usura del tiempo. Tal vez ambas cosas. Con dudas y relámpagos de inteligencia. Para los que, con irremediable pesadumbre, debemos comenzar a leerlo de otra manera —la manera de un diálogo latente, como el que tendemos sobre las latitudes sumergidas de Horacio, Auden o Machado—, su sólido ejemplo íntimo y literario, que es ahora el de su leve sombra sentimental, no habitará en el olvido.
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José Andújar es crítico literario, profesor de Literatura y editor junto a Antonio Lafarque de Detrás de las palabras (Visor, 2020), antología de Joan Margarit con 50 poemas seleccionados y comentados por 50 autores.