LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Begoña Gómez cambia de estrategia en un caso con mil frentes abiertos que se van desinflando

El rincón de los lectores

‘Aquí vivió’, de Isaac Rosa y Cristina Bueno

'Aquí vivió', de Isaac Rosa y Cristina Bueno.

Toño Benavides

Aún existen personas que desprecian el cómic como género narrativo, porque lo consideran un "arte menor" que no alcanza, ni de lejos, la complejidad especulativa de una novela o un relato largo.

Ya en su momento, el detallado estudio del lenguaje del cómic realizado por Umberto Eco en Apocalípticos e integrados (Lumen, 1968) levantó tantas ampollas que el libro traspasó la frontera de interés de los círculos intelectuales hasta llegar a convertirse en un superventas. Para estas personas el cómic utiliza un lenguaje mermado, incapaz de tratar ningún tema mas allá de la anécdota y, en todo caso, dirigido a lectores poco exigentes, con graves carencias culturales y una pueril inclinación a la fantasía gratuita y la evasión. Suelen concebir una jerarquía piramidal de géneros literarios según la cual la novela ocupa el puesto más alto, después le sigue el relato y en ultimísimo lugar, cómo no, la poesía. Además le adjudican a cada género un determinado lenguaje y unos temas que, según ellos, le son propios, y otros que no; como los nenúfares a la poesía, pero no las centrales nucleares. Es el mismo tipo de software obsoleto y provinciano que actúa en la mente de aquellos que valoran la pintura en función de la técnica empleada, donde el óleo es una disciplina infinitamente superior a la acuarela que, a su vez, está por encima del dibujo; y, en la misma tónica, la pintura estaría por encima de la ilustración; la literatura por encima del periodismo, etc. En el lenguaje diario de la calle constatamos ese mismo desprecio en expresiones como "Eso es de tebeo", que no sugieren precisamente un alto concepto del objeto a que se refieren, haciendo hincapié en su carácter infantil, absurdo o disparatado sin reparar en que se está tomando una parte por el todo. Este desprecio por aquello que se desconoce, que parece ser uno de los banderines más penosos de la Marca España, no se da precisamente en otros países de nuestro entorno como Francia o Bélgica, donde un autor como Hergé, el célebre creador de Tintín, es considerado poco menos que un héroe nacional.

Lo mejor que se puede descubrir sobre el lenguaje a través de un gran autor es hasta dónde es posible llegar. Los que vivimos con apenas veinte años la explosión del cómic en España durante los primeros años ochenta, y que veníamos de frecuentar el TBO, las historias de El Jabato o el Capitán Trueno, descubrimos un género que incorporaba las más variadas temáticas y que se atrevía con todo. El amplio espectro de autores y propuestas que encontramos en cabeceras como Totem, de la editorial Nueva Frontera, o 1984, de Josep Toutain, nos hizo reflexionar sobre los verdaderos límites del género, y a muchos nos animó a experimentar caminos nuevos. Para nosotros no era necesario crear un término como novela gráfica, que pretendía dignificar un género que no necesitaba dignificarse, pero no cabe duda que ayudó a que el gran público lo percibiera de una manera más ajustada a su realidad y su potencial.

En Aquí vivió. Historia de un desahucio (en la colección Nube de Tinta, de la editorial Penguin Random House, 2016), con guión de Isaac Rosa y dibujos de Cristina Bueno, el cómic se revela como un vehículo ideal para acercarse a la actualidad y conocer las consecuencias directas de la crisis que sufrimos desde 2008. Pero también para rescatar la memoria de la tragedia vivida por las víctimas de los desahucios y de las políticas de austericidio llevadas a cabo desde 2011 por el último Gobierno. Esta novela, de la que se adivina un enorme trabajo previo de investigación, combina los atractivos de la intriga con los del drama social o la crónica periodística en un relato ágil y emotivo con protagonistas de carne y hueso que bien podrían ser nuestros propios vecinos.

Isaac y Cristina han trenzado una historia repartiéndose hábilmente la carga narrativa sin incurrir en redundancias, con un guión que permite mostrar el potencial descriptivo de la imagen y el valor de la elipsis como recurso expresivo cuando se trata de reflejar las emociones de los personajes o el dramatismo de las situaciones. Con un dibujo espontáneo, lírico y con valores gráficos cercanos al bosquejo, Cristina Bueno nos deja ver la historia sin pedanterías ni abusos de estilo. Bajo su aparente sencillez late una especial intuición para llevar a cabo ese tipo de síntesis tan necesario en poesía, donde una palabra de más puede arruinar todo un poema.

Este libro habrá de realizar un camino de ida y vuelta más allá de lo meramente testimonial como un punto de apoyo moral para todas aquellas personas que han sufrido el drama de los desahucios, a la manera del papel jugado por las diferentes plataformas de apoyo a las víctimas de la estafa inmobiliaria.

En un país tan aficionado al olvido, Aquí vivió. Historia de un desahucio está destinado a ser algo más que un liviano producto de ocio para una tarde lluviosa, y a través de sus páginas quedará constancia de la lucha y la peripecia vital de aquellos personajes que, de otro modo, hubieran quedado condenados a vivir como fantasmas entre las paredes de las casas de las que fueron desposeídos.

*Toño Benavides es ilustrador. Toño Benavides

Más sobre este tema
stats