El rincón de los lectores
Voces de mujer contra el olvido y la muerte
El pasado mes de mayo compartí con las escritoras Nieves Álvarez y Maribel Gilsanz la presentación de dos libros: Descubrir lo que se sabe (Tigres de papel, 2017) y Tremor de polvo rojo (Amargord, 2018) ambos firmados por Nieves Álvarez. Fue en Segovia, en la Casa de la lectura ante un auditorio compuesto de mujeres, en su mayoría estudiantes, y algunos, pocos, hombres. Fue un encuentro cálido y emotivo, y muy constructivo, que transcurrió como un diálogo con su autora en torno a los libros y sus temas, ambos, como insistió su autora, eslabones de una misma cadena: uno, el ninguneo y el olvido del trabajo hecho por mujeres, y el otro, el de una violencia que no es solo física, sino también simbólica y asentada en todas las estructuras de la sociedad y de buena parte de la cultura.
Con su desbordante personalidad, Nieves dejó encandilado al público porque hablaba desde el conocimiento que el estudio y la experiencia le han dado, pero también desde el corazón y desde la sinceridad de quien no separa su obra de su propia vida, con esa mezcla de dulzura e ironía que la caracteriza, y con toques de vehemencia y sin tapujos cuando se trata de denunciar situaciones de injusticia y desigualdad como las que estábamos tratando esa tarde. Los ojos de las y de los estudiantes brillaban y yo los iba viendo asentir, emocionarse, conmoverse ante una mujer que los exhortaba a estudiar e indagar sobre aquello que sospechamos que no es justo, para saber y hablar en consecuencia, y sobre todo los instaba a no conformarse con lo que nos han contado que debe ser o que es así por naturaleza.
Descubrir lo que se sabe es un estudio de género, realizado a un total de 48 concursos de poesía convocados por entidades públicas o fundaciones privadas sin fines de lucro, con una dotación igual o superior a 5.000 euros, 46 premios de ámbito regional, más los Premios Nacionales de Poesía, desde 1923 hasta 2016, ambos incluidos. El estudio parte de varias hipótesis que se ven totalmente confirmadas con unas conclusiones demoledoras: las mujeres reciben menos premios que los hombres en todos los concursos, de los 1.468 premios entregados sólo 257 (el 17,51%) fueron concedidos a mujeres y 1.211 (82,49%) a hombres; las mujeres están menos presentes que los hombres en los jurados de dichos premios: de las 6.701 plazas en los jurados de 48 concursos de poesía, 1.060 (el 15,82%) fueron ocupadas por mujeres y 5.641 (el 84,18%) por hombres. De estos últimos datos hay que señalar, además, que las mujeres han participado de pleno derecho (con voz y voto) solo en 898 de las 6.701 posibles, lo que representa el 13,40 % de las mismas, ya que de las 1.060 plazas ocupadas por mujeres, 162 (el 15,66%) han sido ocupadas por secretarias sin voto. Todo esto quiere decir que el nivel de cumplimiento de las leyes europeas de igualdad y de la Ley española de Igualdad Efectiva es mínimo y en algunos concursos nulo. Una última hipótesis que se ve parcialmente confirmada es la de que las editoriales importantes mediatizan los premios de poesía. A lo que hay que añadir que los conflictos que se producen en algunos concursos de poesía ponen en cuestión su transparencia.
Como bien indica su título, se trata de descubrir lo que ya se sabe y poner cifras a una parte del ninguneo del trabajo de las mujeres en el arte y la cultura, como en casi todas las facetas de la vida. ¿Dónde están las mujeres, por ejemplo, en los libros de texto o en en los manuales de literatura, arte, historia, ciencias…, por no hablar de las exposiciones y museos? Sabemos que la invisibilización de las mujeres es un hecho, pero es imprescindible demostrarlo aportando datos objetivos y este riguroso estudio es un valioso ejemplo de ello. Esta es la labor de muchas personas, sobre todo mujeres, a título individual o través de asociaciones como Genialogías, promotora de este estudio, y de la cual Nieves Álvarez y yo formamos parte. Genialogías es una asociación de mujeres poetas que tiene como fines divulgar y apoyar la poesía escrita por mujeres, a partir de la convicción de que existe un capital simbólico que aportan las poetas que no ocupa el lugar que merece en el canon literario, que no se estudia en las escuelas y cuyo borrado lento (pero sistemático) contribuye a una injusticia histórica.
Más allá de la anulación simbólica, Tremor de polvo rojo nos asoma, siguiendo la estructura de un guión de cine, a las últimas horas de una mujer que acaba de ser apuñalada por su marido. Una de esas muchas historias que “comienza con un plano de recurso:/ camisón en el suelo, zapatos de tacón,/ botella de champán, perlas, corbata… […] amor eterno, gloria…/ Plástico de felicidad” y termina con “sangre salpicando la pared”. Es un poemario que desgarra y duele porque golpea duro, porque esa sangre nos azota invisiblemente mientras leemos, y nos enfrenta a una realidad que se cobra demasiadas víctimas cada año. Desde 1999 (año en que tenemos estadísticas oficiales), 1.150 mujeres han sido asesinadas en España en el entorno de la pareja (aunque son muchas más si contamos los asesinatos a mujeres fuera del espacio doméstico). Tremor de polvo rojo no habla de un problema de pareja porque “el terror es la calle, la ciudad,/ el paisaje quemado”, y sus versos son precisamente un portazo contra el silencio cómplice de una sociedad que no termina de hacer suyo el problema: “Un ojo allá y aquí,/ dos ojos mudos en el ascensor,/ ensalada de ojos en las plazas,/ filas de ojos en aceras y bares./ La tarde es toda en ojos que no ven”. Todos pasando por estas páginas: jueces, policía, personal sanitario, vecinos, vecinas… Todos desde su postura, desde el otro lado de la pantalla, con la debida distancia. También el marido, a quien ella, tendida ya en el suelo, sigue temiendo: “La cerradura grita, manifiesta/ el dolor de la llave”. Aquel que la fue silenciando, anulando: “Él hablaba y hablaba./ Ella guardó su voz en un cajón”. La hija huérfana: “Todo cambia si tienes siete años/ y te falta el regazo de llorar”. Lo doméstico mezclado con el amor, el miedo, el grito, la muerte: “Las marcas en el cuello, el cubo de fregar/ que está en el dormitorio,/ los expedientes últimos”. La existencia en toda su esencia concentrada en esos últimos instantes, bajo la sábana sanitaria y en cada rincón de la casa por el que su alma empieza a expandirse, mientras va acabando la película y la luz se apaga: “el guion es distinto en cada boca,/ y en todas las películas/ el mismo recorrido solitario:/ alguien muere en el mar”.
Tremor de polvo rojo, escribe su autora en el preámbulo, “es un intento de presentar una realidad que mata, hiere y deja secuelas de por vida, sin que, al parecer, podamos evitarlo. O… ¿tal vez sí?”. “La fuente que vomita incertidumbre/ y el no querer saber lo que se sabe”.
Nieves Álvarez nos trae dos libros muy necesarios porque nos acercan, desde el respeto y la seriedad de quien los conoce de cerca, a dos problemas que afectan a las mujeres y, por tanto, a toda la sociedad. Porque una sociedad que ignora una parte fundamental de su acervo cultural es una sociedad ignorante y formada a medias. Y porque una sociedad que asiste con más o menos estupor o con más o menos indiferencia o con más o menos complicidad a cómo se abusa, se violenta e incluso se mata a la mitad de su población es una sociedad enferma, que necesita revisar seriamente las bases sobre las que está fundamentada. Estos dos libros son voces que se alzan contra la ignorancia, el silencio cómplice, el olvido y la muerte.
*Eva Navarro Martínez es escritora, pintora y doctora en Humanidades y en Filología Hispánica.Eva Navarro Martínez