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Cine

Maha Haj: “Nos están estrangulando. No quiero renunciar a hacer cine”

Dos de los personajes de 'Asuntos de familia', de Maha Haj, bailan tango en un centro de detención.

La directora Maha Haj (Nazaret, 1970) habla despacio, con voz suave y disculpas frecuentes cuando se le atasca su excelente inglés. Es, en cierto modo, como su película Asuntos de familia (el viernes en los cines españoles). En la superficie, todo es calma, pero en el fondo espera una mordiente fraguada tras años de tensiones. El filme tiene la apariencia de una comedia íntima sobre la falta de comunicación en una familia palestina residente en Israel. Pero ahí está, de fondo, la última barrera, el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar: la ocupación israelí

"Un director palestino nunca puede evitar la situación política. Es nuestro día a día. La política no es un regalo que se nos ha dado, es la manera en que vivimos", explica durante la promoción del filme, en Madrid. No es que el conflicto sea el tema principal de una película centrada en los desencuentros de una familia como cualquier otra: el profundo aburrimiento de los padres, cansados de verse las caras; el hijo exiliado; la hija embarazada; el hijo díscolo que quiere ser artista y se niega a comprometerse con la amiga de su hermana con la que sale. Pero hay más. La hija se refugia en la inaccesible Ramala, donde sabe que sus padres no podrán visitarla a menudo. A Georg, el cuñado a punto de ser padre, le ofrecen un papel en una película estadounidense en la que hace... de terrorista. Y jamás ha visto el mar, porque necesita un permiso que nunca llega. 

Asuntos de familia, opera prima de Haj, la llevó directa a Cannes, donde se proyectó dentro de la sección Una cierta mirada, dedicada a las obras más innovadoras —y a menudo minoritarias— del certamen. Allí, como en todos los países donde se estrena, el filme es anunciado como "israelí". No como "palestina" o "palestino-israelí", como pasaba con películas como Paradise now (2005) o el documental Cinco cámaras rotas (2011). La cineasta se define como "palestina, árabe y cristiana", y desde luego no está contenta con que Israel se agencie la paternidad de la criatura. Desde 2014, por iniciativa del antiguo ministro de Cultura y Deportes, Limor Livnat, el Gobierno plantea a los directores palestinos con pasaporte israelí a un chantaje de difícil solución: si quieren el dinero del Israeli Film Fund, sufragado con fondos públicos, deben excluir a Palestina de la hoja de producción.   

"Fue un gran dilema para mí. El dinero estaba listo y solo me estaba esperando. Y me mandaron un e-mail: 'Ven. Firma esto y puedes empezar a rodar'. Tardé meses en decidirme y fue terrible", recuerda. La cineasta defiende, en la misma línea de otros directores como Suha Arraf, que ella, como ciudadana y contribuyente israelí, tiene tanto derecho a recibir esas subvenciones como cualquier otro cineasta. "Esto lo que implica es... que no existo. Borran mi nacionalidad, la nacionalidad de la película. Y si digo que no cojo el dinero, significa que no ruedo. Los israelíes ganan de todas formas. Pero en cada entrevista y encuentro que tengo lo cuento, porque ya que me han quitado el derecho a firmar la película, lo hago con la palabra."

La directora Suha Arraf ya vivió la misma situación con Villa Touma, por la que fue galardonada en Venecia, Toronto y la Seminci, y el Gobierno llegó a pedirle que devolviera las subvenciones recibidas. Ella fue la primera sometida a esta condición, aunque fue a posteriori y Arraf acabó decidiendo etiquetarla somo "apátrida". Bar Bahar, de la directora Maysaloun Hamoud, también tuvo que cambiar su lugar de origen. Pero tres años después el Gobierno se había curado en salud y la condición se planteaba a priori. "No tenemos elección. No podemos ir a Europa y pedir dinero, porque no tenemos pasaportes europeos. Francia y Alemania pueden coproducir, pero solo si también se aporta dinero desde el país de origen… que es Israel, porque tenemos pasaportes israelíes", explica. "Nos están estrangulando. No quiero renunciar a hacer cine. Tengo que hacer películas, es importante para contar nuestra historia y, para mí, para contar la mía. No voy a rendirme."

El Gobierno israelí lleva más de un año amenazando con otra medida extrema. La ministra de Cultura, Miri Regev, batalla aún por la implantación de la normativa conocida como Ley de lealtad en la cultura, que ya ha recibido luz verde por parte de la justicia y de la que ya se ha aprobado una versión light. Con ella, el Gobierno conservador pretende denegar subvenciones a cualquier manifestación artística que "socave la imagen del país" y por ahora ha conseguido vetar las obras que representen el Día de Independencia como un día de duelo —tradición en las comunidades árabes— y que nieguen el "derecho de Israel a existir". Maha Haj se enciende: "Es censura. No es algo permisible en un país supuestamente democrático como Israel.  ¿Qué país democrático hay en el que no se pueda criticar a un Estado o un Gobierno? Criticar es lo único que nos queda, criticar mendiante imágenes, palabras y cine. ¡Venga ya! Si nos quitan esto, ¿qué nos queda?". 

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Si la ley se endurece, como pretende la ministra Regev, películas como Asuntos de familia podrían ser vetadas por el Gobierno para optar a financiación pública. Hay una escena que ha resultado especialmente chocante para los espectadores israelíes. La joven pareja —recordemos: ella quiere algo más serio, él se niega— pasa por un checkpoint para llegar a clases de tango. Cuando unos feroces soldados israelíes preguntan qué relación hay entre ellos, él responde: "Es mi amiga". Ella se revela: "No soy su amiga", y abandona el coche para cruzar el paso a pie. Los militares levantan sus metralletas y se los llevan detenidos. "Algunos espectadores incluso abandonaban las salas de manera muy expresiva", recuerda la cineasta.

Ella aventura un análisis de esa resistencia. "Era difícil aceptarlo porque la película empieza de una manera muy cotidiana, les estoy invitando a las casas palestinas, y gradualmente les vuelves uno más de la familia. Y entonces llega la escena del check point. Como si les estuviera dando una puñalada. '¿Por qué muestras a los soldados israelíes así?'. Porque es lo que hacen. Son aterradores." La película llegó, sin embargo, a un buen número de cines comerciales. Otra cosa es que fuera un taquillazo: "Tampoco les gusta ver películas en árabe. ¿Para qué? Tiene más éxito las películas en hebreo y las de Hollywood". Y Maha Haj se encoge de hombros. 

 

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