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Marc Serena: “Islam, Iglesia y Tea Party han recrudecido el acoso a los gais en África”

Marc Serena: “El islam, el catolicismo y el 'tea party' han recrudecido el acoso a los gais en África”

Ibon Uría

Dice Marc Serena (Barcelona, 1983) que no se explica por qué ha tenido que ser él quien haga un libro como Esto no es africano. Que no entiende por qué nadie ha retratado antes la situación de las minorías sexuales en África. Y que no encuentra motivos a la ausencia de libros en las bibliotecas sobre la homofobia de Estado en esos países y la persecución constante a la que se ven sometidas miles de personas.

"Quizá sea porque no es una prioridad para nadie", lamenta el escritor, que presenta su obra estos días en Madrid. Un libro mezcla de reportaje, crónica y diario de viaje fruto de un periplo de siete meses a través de 15 países, de norte a sur de África, para retratar una situación dramática. Lo paradójico, dice Serena, es que los protagonistas del libro no pueden acudir a la presentación, y que incluso hablar de lo que cuentan en sus páginas es delito en muchos Estados.

En Esto no es africano se retratan bodas secretas, fiestas clandestinas y la vida de los más olvidados entre los olvidados. Historias de personas condenadas por una manera de amar considerada "perversión occidental", o por cuestiones tan inofensivas como mandar un mensaje de texto de amor a una persona de su mismo sexo, o beber un licor considerado de mujeres –prueba irrefutable de la condición homosexual masculina y del consiguiente delito para algunos jueces–.

Cada vez más solos

El escritor recuerda que no siempre la situación ha sido así, que hubo momentos en los que españoles se refugiaron en el norte de África para vivir su sexualidad en libertad. ¿Entonces, qué ha provocado el recrudecimiento del acoso? "La situación ha empeorado porque las religiones tradicionales africanas han sido sustituidas por la religión católica y el Islam, y porque la extrema derecha de EEUU financia iglesias en el continente y un mensaje del odio", reflexiona.

No es el único elemento. "Las élites de la época de la colonización que aún perviven legitiman esa violencia", agrega Serena, "y los dictadores africanos usan la homosexualidad y la persecución a los homosexuales como una cortina de humo para tapar otros asuntos". El autor, aunque subraya que "hay mucha gente luchando por que la situación cambie", admite que "las esperanzas de cambio son remotas". "Las noticias –zanja– nos hacen ser pesimistas".

Entre esas noticias se cuentan cuestiones como la legislación de Etiopía, que recientemente ha incluido la prohibición de indultar a personas condenadas con motivo de su orientación sexual, equiparando así a lesbianas, gais, bisexuales y transexuales con personas que hayan cometido actos terroristas, hasta entonces los únicos que no podían beneficiarse por ley de la medida de gracia.

Sin ayuda internacional

Serena relata que la situación de las minorías sexuales se ve agravada porque las ONG no ayudan a estas personas. A modo de ejemplo, el escritor cuenta que en una oficina de Amnistía Internacional en Marruecos no consiguió que le facilitaran el contacto de activistas a favor de los derechos de los homosexuales. Silencio absoluto. "Me sabe fatal criticar a Amnistía Internacional porque hacen un trabajo increíble por los derechos humanos, pero sobre el terreno prefieren garantizar la seguridad de su gente", dice.

"Lo que quiero decir –ahonda– es que incluso a Amnistía Internacional, quienes mejor trabajan, es un tema que se le escapa. No hacen nada en esta materia. Se limitan a denunciar desde otros países. Es una muestra de hasta dónde llega el problema". "El problema es que en África una parte que tiene medios económicos y a la Iglesia y los gobiernos de su lado arrolla constantemente a una minoría", apunta.

Alegría clandestina

En las páginas de Esto no es africano tienen cabida personas y historias que provocaron en Serena sentimientos encontrados: "Recuerdo una noche en una discoteca de ambiente en Ghana, un lugar más bien de clase alta donde la gente bailaba y el ambiente era de alegría, una alegría que yo compartía. Entonces vi a dos chicos a punto de besarse, a los que se acercó un guardia de seguridad para exigirles que se alejaran", relata.

"¿Por qué, si todo el mundo sabe a lo que va a ese lugar y sabe que se la puede estar jugando? –se pregunta–. Impedir ese beso es de la misma crueldad que prohibirle a un condenado a muerte fumar un último cigarrillo. Hay gente que sabe vivir pese a ese ambiente, pero como observador es algo que duele muchísimo".

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Efectos secundarios

El escritor también llama la atención sobre las consecuencias que derivan de la homofobia en el continente, un "problema transversal" que dificulta, por ejemplo, la lucha contra enfermedades de transmisión sexual como el sida. "Las personas no pueden tener una pareja estable, están obligadas a vivir una sexualidad que no les es propia", apunta, y en ese contexto de relaciones esporádicas y ocultas, los contagios aumentan.

Preguntado finalmente por el mensaje que tiene el libro para los países con una mayor tolerancia hacia las minorías que protagonizan el relato, la apuesta del escritor es que cada uno saque sus propias conclusiones, aunque añade: "En el libro aparecen personas muy valientes. Conocerlas nos debería servir para ser valientes también en nuestro día a día".

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