Madre, matria y raíz: la 'Matriz' de Rozalén

Rozalén presenta su nuevo disco: 'Matriz'

Todas las geografías ibéricas, tanto físicas como emocionales, se unen en Matriz, el nuevo disco de Rozalén (Albacete, 1986). El duelo y la alegría diseccionando una palabra que propone el regreso al origen, a ese abrazo materno que cualquier ser siente ya antes de nacer. Madre, matria y raíz: la matriz de Rozalén, el lugar donde se engendra la vida.

"Es Albacete la ciudad donde nací, de la que te vas llorando, a la que se extraña tanto, donde quiero yo morir. La que amaron mis abuelos, es mi faro, mi matriz, las joticas de mi madre, la navaja de mi padre, esa que lo corta todo, todo menos mi raíz", canta en este disco con el que vuelve a sus recuerdos, a su infancia feliz cuando tocaba con la bandurria en las rondallas de Albacete canciones manchegas.

Es Matriz el lado folk de Rozalén que nunca perdió, la reivindicación de memoria personal de cada cual, que es a su vez colectiva. Y también es el disco del duelo pues, en muy poco espacio de tiempo, la cantante ha perdido a seres muy cercanos y queridos de su familia, alguno de forma inesperada. Cantar las canciones que muchas veces cantó con ellos o para ellos le ha servido para paliar parte de ese dolor irreparable.  

En cada canción, pues, hay la doble cara: la del dolor y la de la gratitud. Porque con este álbum celebra también los diez años de su debut, Con derecho a..., el hecho diferencial que cambió su vida para siempre y la convirtió en una artista conocida y reconocida en todos los rincones de nuestro país y más allá del último confín del continente americano —acaba de terminar gira en Buenos Aires—.

Es por ello también agradecimiento a los rincones de España donde se ha sentido feliz cantando. Y precisamente por eso recurre a la música popular de transmisión oral de muchas de sus regiones, a la que se mira en la tradición y en el folklore, la que se reelabora con técnicas actuales pero con instrumentos y cacharricos del pasado. 

Una empresa para la que se rodea de algunos de los nombres más relevantes de la renovada música de raíz patria. Con Tanxugueiras canta A Virxe do Portovello, y quiere expresar el dolor que la mujeres gallegas cantaban al ver que sus marineros no regresaban del mar. La descubrió en un vídeo de la recientemente fallecida cantareira Rosa de Moscoso.

El iconoclasta Rodrigo Cuevas, el hombre que le ha dado un giro a la música tradicional asturiana y española, canta con ella, con arrebato y pasión, Te quiero porque te quiero, un fandango de Liétor, que fue de lo primero que la niña Rozalén aprendió en la bandurria, fusionado con unos fandangos de Huelva y otras coplillas populares de la tradición asturiana.

La Ronda de Motilleja en Si me quieres escribir acerca a Rozalén a su abuelo paterno, que fue camillero en la guerra civil en la 43 División del bando republicano. La reciente Premio Nacional de Músicas Actuales, Silvia Pérez Cruz, le escribe otra habanera expresamente para ella, la emocionante Amor del bo, en recuerdo de la muerte de su padre, que a su vez recuerda al propio padre de la autora.

El drama de la migración forzosa lo canta de forma poética y simbólica en el vals La tumba de la golondrina con La Ronda de Boltaña, una de las formaciones referenciales del folk aragonés y, por extensión, ibérico (Rozalén les conoció en un verano por los Pirineos y sucumbió a su enorme sabiduría e historia). Otro grande del folk, Eliseo Parra, juega con ella en Arrión, como los niños jugaban en los corros. Y regraba con Fetén Fetén el ajechao Mar en el trigal, que ya se conocía y compusieron juntos con los panderos cuadrados de Peñaparda en unos días de encierro compartido. 

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También se da culadas con cuatro mujeres empoderadas, La Jose, La Mare, María Ruiz y Alba Chacón cantando y bailando el charro Inés Inesita, y cierra el disco un canto de siega donde Javi Collado expresa acaso el sentir más generalizado de todo el folklore de la península: “Todo lo cría la tierra, todo se lo come el sol, todo lo puede el dinero, todo lo vence el amor”.

Pero también hay una sevillana de solo dos partes cantada con un piano, una canción vasca (Xalbadorren Heriotzean) que conoció como broche final a la película Maixabel; una revisión feminista con letra de Benjamín Prado de Pichi, el chotis que encumbraba a un proxeneta; unas jotas a Albacete que cantó como pregonera de su última feria, y un recuerdo a Lorca (Anda jaleo) con el que también quiere homenajear a Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta por su obra teatral Una noche sin luna.

Y entre las canciones, breves emocionantes interludios donde se escucha la voz de su madre y la respiración de su padre en la nana Qué bonica que es mi niña, y otras coplillas grabadas en el cementerio de Letur junto a la tumba de su padre y sus abuelos de alguna de las canciones que tantas veces habían cantado juntos: Ojos negros, La caña dulce, María de la O… Un disco emocionante, hermosamente bello, cargado de verdad y que recoge la esencia de Rozalén aunque no haya apenas letras suyas como en los anteriores. Es su Matriz: Madre, Matria y Raíz.

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