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Pongamos que hablo (mal) de Madrid: las canciones que Almeida no bailaría en su boda

Metro de la Gran Vía de Madrid con Callao al fondo

"Cuando Madrid amanece, cuando Madrid se desplaza, cuando despunta el alba Madrid se atasca", cantan Los Punsetes en uno de sus más recientes singles. "Madrid se despereza sobre nuestra espalda, todos los caminos se resquebrajan y pienso en la muerte y en la distancia mientras maldigo a voz en grito por la ventana", continúa la letra entonada por Ariadna, que aún dice así: "Madrid me insulta, Madrid me ataca, Madrid me tira al suelo y luego me remata. Madrid me muerde y me mastica. Madrid me traga pero luego me vomita".

Son muchas las canciones dedicadas a esta nuestra capital desde tiempos inmemoriales. Cartas de amor, epopeyas urbanas, historias cotidianas. Pongamos que hablo de Madrid, nos decía Sabina en su día, descorchando toda esa lírica callejera de los ochenta, romantizando esta maldita jungla de asfalto a la que se quiere pero. a ratos, también se la puede llegar a odiar tanto. Urbe hostil, en no pocas ocasiones adversario de todos los buenos propósitos. "¡Es una mierda este Madrid, que ni las ratas pueden vivir!", bramaba Rosendo con sus Leño allá por 1979. Este Madrid al que le cantaba entonces ahora es aquel, pero no puede decirse que hayamos ido a mejor. En absoluto, por mucho que nos vendan la Fórmula 1, que Almeida tale árboles o pase de recoger la basura de las calles y todos esos otros chanchullos, tejemanejes de Ayuso.

"Madrid es un rodillo", nos decían los miembros de Vetusta Morla hace unos días en una entrevista con motivo del lanzamiento de su nuevo disco, en el que hay una canción titulada ¡Ay, Madrid! Y desarrollaban: "Esta canción tiene ese punto cálido ya desde el propio título, que no es Me cago en Madrid (risas), que podría ser otra manera de enfocarlo. Pero es ¡Ay, Madrid! porque es algo que quieres, algo que amas, y sin embargo te está echando de sus límites, te está exiliando, te hace la vida imposible, pero aún así lo amas y quieres resistir ahí, quieres hacer algo con ello. La letra dice "no pienso huir sin ti", lo cual quiere decir que vas a resistir para que este sea el lugar humano que quieres que sea".

Porque lo mejor que tiene Madrid, efectivamente, son sus habitantes. Madrileñas y madrileños de aquí y del mundo, cada día levantando la persiana y batallando contra la bestia. Y ahí está el rock de combate de Biznaga como banda sonora de la villa reivindicativa: "Yo quiero ver Madrid arder, tal vez así consiga emocionarme. No digas más: 'joder, no sé', están pasando cosas en la calle (...) Hartos de la mierda que ven, así les luce el pelo a los chavales. De Hortaleza a Carabanchel, algunos saben cómo organizarse (...) Pintadas en una pared, escuela de peleas y romances. s vemos luego a las 10:00. En el sitio de siempre, ya lo sabes. ¡Madrid nos pertenece a ti y a mí!"

"El mejor agua del mundo. Crece el pelo y vuelves a sonreír. El mejor agua del mundo. Mereció la pena venirse a Madrid", admiten con cachondeo, sorna e hiriente ironía Camellos en una canción muy pertinentemente titulada sencillamente Mazo: "Ya tenía ganas de volver, ganas de pagar más, de pagar más. No rayes, peseto y llévame a keli. Mazo, en plan, que es un canteo. Y qué bien las bicis, los putos ciclistas (...) Ya tenía ganas de volver. A la ciudad indie, ciudad indigente. Este río, mmm, qué rico, qué limpio. Si el aire está sucio pues no lo respires. ¿Te duelen los dientes?"

Cantar al mejor agua del mundo es una manera más que estupenda de meterle una pulla a los madrileños, siempre tan empeñados en que todo lo mejor está la que parece ser para muchos no ya la mejor, sino la única ciudad del planeta Tierra. Un poco síndrome de Estocolmo, como el que padecen los chicos de Karavana, joven banda lugareña que tiene aquí un estribillo de lo más pegadizo: "Me gustaría decir que no me mola salir de Madrid, pero me gusta con tal de verte a ti".

Esto es básicamente lo contrario que les pasa a Ginebras en una canción que nos recuerda la sartén ardiendo que es Madrid durante buena parte del año, especialmente en llamas en verano con tanto cemento armado y cada vez menos arbolado. "En Madrid me aso, quiero irme a Mallorca", cantan las chicas en La ciudad huele a sudor. Un título fantástico para una canción que habla de "pisos caros con terraza", la Gran Vía y "viajes reservados a la sección de congelados".

Amor Líquido nos llevan hasta Metro Ibiza para meternos en una fiesta nada apetecible que nos recuerda a esa parte de la población autóctona que tan mala imagen da de Madrid una vez se sale de sus límites: los Cayetanos. "Todos se quedan mirando y se meten polvo blanco, las amigas de mi amiga ya me están incomodando", dice la letra de este punk que de tan urgente termina siendo un poco agobiante al estar en, seguramente, el lugar equivocado. "La que lleva fachaleco creo que me está mirando, dice mucho que es hetero pero sé que está dudando".

Mucho peor es el panorama dibujado por Ornamento y Delito en este dardo al kilómetro cero de la diana: "Hay un murmullo en el centro del desierto. Es Madrid. Miles, millones, salones de juego. En la capital solo hay coches y puteros. Yo vine aquí por lo del acontecimiento, a Madrid, Primera fila, voy tomando el asiento en Madrid, Ya está pasando, ya está sucediendo. Bien, ya podéis elevar rascacielos, que en la capital solo hay putas y cocheros, en Madrid. Miles, millones, sex shops y museos, en la capital solo hay coches y puteros".

Podría parecer con este mensaje que estamos ante otra composición de agresividad guitarrera, muy acorde con una ciudad que te envenena a la mínima, pero no es así. Musicalmente muy delicada y elegante, Haiti, de Casero, no es una canción protesta, pero lo dice todo bien a las claras: "Aún no sé por qué sigo aquí, si odio Madrid. Y la mitad de sitios se llena de noche y la otra mitad me recuerda a ti (...) No será Plaza de España lo que haga que me quede. No será La vía lactea ni lo que haya en sus paredes. No serán ni mis hermanas, ni la casa que aquí herede lo que me haga estar aquí. No me importaría vivir en el bosque, no me importaría vivir en Haití".

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Punk rock iracundo sí es el de Non Servium con un grito de guerra contundente: "¡Madrid será la tumba del fascismo!" A partir de esa premisa monta el grupo mostoleño un himno de lucha callejera repleto de referencias a la deshumanización de la vida en la ciudad como "anchas avenidas sin fin", estar "atrapado en el interior de ese monstruo implacable" o "jaula de eternas noches de oscuridad". "El fuerte olor a frío asfalto sigue dentro de mí" no puede ser una frase más evocadora.

"Cuántas veces he pensado ya en dejar este lugar hostil, Pero como en los libros de mi infancia, siempre elijo la página que me devuelve al mismo lugar", recita Xoel López, madrileño a la gallega, en El cielo de Madrid, donde describe una de esas largas madrugadas de silencio y aparente placidez en una ciudad que se olvida de los que no tienen donde pasarlas a cubierto: "El frío golpea en la noche. Todos duermen en aparente tranquilidad, pero el naranja de los semáforos me descubre unos hombres durmiendo entre cajas de cartón". 

Emilia, Pardo y Bazán (sí, este es su nombre) establece un curioso paralelismo entre una relación amorosa tóxica a la que siempre se vuelve y el empeño de Almeida por acabar en su momento por Madriz Central (con zeta lo dicen ellos) y su afición desmedida por dejar que los coches campen a sus anchas por las calles de la ciudad. "Lo nuestro duró menos que Madriz Central, pero fue suficiente para darme cuenta de que cerca de tu casa se aparca fatal", sentencia la banda talaverana en una definición perfectamente válida para esta ciudad tan emocionante como dura y estomagante.

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