Los motivos de la detención y asesinato de Federico García Lorca el 18 de agosto de 1936 han sido objeto de debate durante décadas. Que fue por su compromiso político. Que fue porque le entregaron sus amigos. Por antiguas rencillas familiares. Por masón. Por homosexual. Un informe filtrado en abril de 2015 venía a subrayar esta última culpa. Además de estar "conceptuado como socialista", "estaba tildado de prácticas de homosexualismo, aberración que llegó a ser vox pópuli, pero lo cierto es que no hay antecedentes de ningún caso concreto", como rezaba el documento, expedido por la Jefatura Superior de Policía en 1965 a petición de una historiadora francesa y que el régimen franquista decidió mantener a la sombra. La misma mañana de su asesinato, el falangista Juan Luis Trescastro entraba en un bar para anunciar, con orgullo: "Acabamos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón".
De orgullo va, justamente, la cosa. El que quieren recuperar la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la Fundación 26 de Diciembre (de mayores LGTB) que, junto a la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad, este sábado reivindican al poeta como "símbolo de la lucha contra la intolerancia". Los actores Núria Espert y Juan Diego y el dramaturgo Alberto Conejero son los encargados de poner voz a los textos del escritor frente a la escultura del granadino que preside la Plaza de Santa Ana, en Madrid, a las doce de la mañana. "Queremos que esta parte de él vuelva a ser visible, reivindicar que es nuestro homosexual, nuestro gay, nuestro maricón", explica Federico Armenteros, presidente de la Fundación. Espert recitará algunos versos del poeta, Diego leerá el informe de su muerte y Conejero compartirá "A la silla vacía", un texto escrito para la ocasión para reivindicar "el deber de recordar a todos aquellos que nos han precedido, que han luchado por nuestras libertades".
"Es difícil entender que Lorca no sea un símbolo contra la homofobia", opina Emilio Silva, presidente de la asociación que trata de conservar las vivencias de las víctimas de la Guerra Civil y el Franquismo. "Llevamos tiempo sondeando a colectivos LGTB y no parecían muy interesados. Nos parecía injusta esta despolitización de la figura de Lorca. Fíjate en la escultura de Santa Ana, por ejemplo. Aparece descontextualizado, con una paloma en las manos, no se dice nada más de él...", critica. Su misión, junto a la de Armenteros: que las miles de personas que inundarán horas más tarde el Paseo del Prado durante la manifestación del Orgullo tengan en Lorca un referente, al menos uno más en una sociedad en la que no abundan.
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Ambos critican que la homosexualidad de Lorca sea considerada con frecuencia una nota al pie de su obra, o una excusa para hacer amarillismo con sus posibles amantes —sobre todo en lo relativo a su relación con Salvador Dalí—, y no una cara relevante de su identidad política e íntima. "Es importante insistir en que la muerte de Federico no obedeció a rencillas personales", recuerda Alberto Conejero, "y es importante insistir en que lo mataron por amar a quien amaba". El escritor (autor de la obra La piedra oscura, protagonizada por el último amante del poeta, Rafael Rodríguez Rapún) señala que, para muchos, la obra de Lorca ha sido un refugio en tiempos difíciles: "En la literatura siempre se puede encontrar, cuando uno vive en espacios estrechos, un lugar en el que desarrollarse. En los años treinta, encontrar un poema escrito por un hombre y dirigido a otro hombre, como los Sonetos del amor oscuro, podía salvarte la vida".
La homosexualidad fue delito en España hasta 1978; pero las detenciones por, por ejemplo, mostrarse excesivamente cariñoso con alguien de su mismo sexo continuaron al menos hasta 1983, amparadas por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Las décadas de cárcel, violencia y silencio, cuenta Armenteros, fueron dejando sin referentes a generaciones de homosexuales. "De Lorca nos han enseñado lo que no podían negar: no pueden eliminar su trayectoria literaria, y eso es lo que nos han dado de él. Pero nos han robado su identidad. Reivindicamos que se le recuerde también como hombre homosexual". Y cuenta una anécdota: hace unos días, hablaba con un conocido sobre Gloria Fuertes. "¡Pues era lesbiana!", le señaló, feliz de poder identificar a alguien del colectivo en el canon literario. Su interlocutor no lo sabía. "No se considera importante, lo invisibilizamos. Y con eso reforzamos la heteronormatividad, el presuponer que alguien va a tener esa opción sexual y no otra", observa.
Y aún queda. Los asistentes a la manifestación festival del Orgullo celebran su libertad al tiempo que combaten el miedo —en 2015 se registraron en España 159 delitos de odio por homofobia, el 12,7% del total— y el silencio. "Tenemos el deber de memoria y el deber de esperanza, y el Orgullo es eso. Permanecer alegres, sonrientes, que no nos ganen para el odio", recuerda Conejero, "Ese es el punto de conexión con la figura de Federico. Es un símbolo de lo que nos arrebataron esas formas de totalitarismo que aún nos quieren hacer desaparecer, y símbolo también de lo que no nos han podido quitar". Los tres sueñan con que en las aulas se enseñe, por sistema, que el autor de Romancero gitano era homosexual y murió por ello. Con que, en algún Orgullo, alguien agite una pancarta con el rostro de Lorca.
Los motivos de la detención y asesinato de Federico García Lorca el 18 de agosto de 1936 han sido objeto de debate durante décadas. Que fue por su compromiso político. Que fue porque le entregaron sus amigos. Por antiguas rencillas familiares. Por masón. Por homosexual. Un informe filtrado en abril de 2015 venía a subrayar esta última culpa. Además de estar "conceptuado como socialista", "estaba tildado de prácticas de homosexualismo, aberración que llegó a ser vox pópuli, pero lo cierto es que no hay antecedentes de ningún caso concreto", como rezaba el documento, expedido por la Jefatura Superior de Policía en 1965 a petición de una historiadora francesa y que el régimen franquista decidió mantener a la sombra. La misma mañana de su asesinato, el falangista Juan Luis Trescastro entraba en un bar para anunciar, con orgullo: "Acabamos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón".