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Cultura

Premios de interpretación unisex: ¿un avance hacia la igualdad o una invisibilización de la mujer?

El director del Festival de San Sebastián, José Luis Rebordinos, presenta la edición de 2021 del Zinemaldia junto al cartel protagonizado por Sigourney Weaver.
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Ni mejor actriz ni mejor actor: mejor interpretación. La próxima edición del Festival de San Sebastián unificará las Conchas de Plata que otorgaba al mejor intérprete masculino y la mejor intérprete femenina, y pasará a entregar un único premio (en las categorías de protagonista y reparto) sea cual sea el género de los galardonados. “El cambio obedece a la convicción de que el género, una construcción social y política, deja para nosotros de ser un criterio de distinción en la actuación”, decía el martes en rueda de prensa el director del certamen, José Luis Rebordinos, que defendía así la igualdad de capacidades de hombres y mujeres para optar al mismo galardón. Pero dentro incluso del mismo feminismo, al que el festival decía escuchar “con atención” ha habido ya posiciones encontradas. Hay quienes ven en este movimiento un paso hacia la igualdad, pero hay quienes ven en él la amenaza de que, contra los propósitos del festival, las mujeres acaben siendo invisibilizadas.

San Sebastián no es el primero en avanzar esta modalidad. La Berlinale lo anunció el pasado agosto, abriendo un debate en toda la industria. “Creemos que no separar los premios en el campo de la actuación según el género supone un signo de una mayor conciencia relativa al género en la industria del cine”, dijeron entonces sus directores, Mariette Rissenbeek y Carlo Chatrian. Y fue celebrado de inmediato por actrices como Cate Blanchett o Tilda Swinton. La primera celebró la decisión mientras ostentaba el cargo de presidenta del jurado en el festival de Venecia: “Creo que una buena actuación es una buena actuación”. La segunda recogía entonces el galardón a toda su carrera: “Estoy muy feliz de escuchar lo de Berlín y creo que es inevitable que todo el mundo les siga. Es tan obvio para mí”. Quienes defienden acabar con la división de género en la actuación señalan que no hay ningún motivo de peso para que las interpretaciones de actores y actrices no sean equiparables, y que considerar que los hombres deben competir entre sí y las mujeres entre sí, en categorías diferenciadas, es de hecho una convención machista.

Swinton, en cualquier caso, tenía razón en una cosa: los organizadores de la Berlinale no fueron los únicos en lanzarse. Unos meses más tarde, la Berlinale entregaba su primer Oso de Plata unisex a la mejor interpretación protagonista a la actriz Maren Eggert por Ich bin dein Mensch. Y el premio a mejor interpretación de reparto lo recogía también una mujer, Lilla Kizlinger, por Forest. Los galardones no produjeron mayor escándalo. El efecto dominó de San Sebastián y Berlín quizás no afecte a Cannes, conservador de su propia tradición, pero podría llamar también a Venecia, que ha sido precisamente criticado por la ausencia de películas dirigidas por mujeres en competición... y por su premio a Roman Polanski en 2019.

Pero la asociación de mujeres cineastas CIMA no ha tardado en advertir sobre las posibles consecuencias de la decisión de San Sebastián, y sobre el camino que marcan dos de los principales festivales cinematográficos del mundo. “Creemos que va a restar oportunidades y visibilidad a las compañeras actrices, porque no partimos de una situación de igualdad de hecho. Si fuera así, no tendríamos problemas en aceptar esta modalidad”, señala la guionista Virginia Yagüe, presidenta de la asociación. Ella cita un informe de AISGE, entidad de gestión de los derechos de autor de los intérpretes, que en 2017 advertía que en los tres años anteriores los papeles femeninos habían supuesto solo el 38% del total de roles del audiovisual. Mirando solo a los papeles protagonistas en el cine, y para el año 2016, el estudio detectaba que solo había cierta paridad (las mujeres ocupaban el 44% de los roles) en la franja de edad más joven, de menos de 35 años. Entre los 35 y los 45 años, los papeles masculinos llegaban al 74% mientras que los femeninos se reducían hasta el 26%. Entre 45 y 64 la cosa seguía desequilibrada: un 66% de protagonistas masculinos y un 34% de femeninos.

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Lo que señala CIMA es que con esta proporción es mucho más probable que las películas en competición en el certamen estén protagonizadas mayoritariamente por hombres, y que sus actuaciones acaben siendo las premiadas, invisibilizando el trabajo de las actrices. “Si las historias que llegan tienen muchas menos mujeres, se reduce realmente la posibilidad no ya de estar presentes en el relato, sino de estar presentes en los premios”, defiende Yagüe. Algo similar defiende la Unión de Actores, el sindicato de los intérpretes, que considera la medida no una innovación, sino un paso atrás. No les tranquiliza, en este sentido, que las premiadas de la Berlinale hayan sido dos mujeres, o que la organización de San Sebastián haya insistido en que se podrán entregar premios ex aequoex aequo. Estas organizaciones aventuran que, si bien los primeros premios pueden ir a manos de mujeres, para mostrar justamente que esta medida es feminista, a la larga los hombres coparán esos premios, por una mera cuestión de probabilidad. Así se expresaba Berta Ojea, secretaria de Igualdad de la Unión de Actores, en declaraciones a Europa Press: “No se pueden hacer conquistas hacia lo nuevo suprimiendo otras: los actores van a ganar mayoritariamente como ya ganan en la categoría de dirección”.

Las estadísticas de los premios mixtos, ya sea en festivales o en galardones como los Oscar o los Goya, señalan que, efectivamente, allí donde compiten juntos hombres y mujeres estas tienen las de perder, salvo en las disciplinas feminizadas como maquillaje y peluquería o diseño de vestuario. En los Goya de 2019, no había mujeres nominadas a dirección ni a producción. Lo mismo sucedía en otras tres de las 18 categorías mixtas. Pero precisamente la mera existencia de categorías mixtas es un argumento para quienes defienden la necesidad de eliminar el género de los premios de interpretación: si las guionistas pueden medirse con los guionistas, y los directores con las directoras, ¿por qué no las actrices con los actores, incluyendo además a quienes no se identifican como ni una cosa ni la otra? Yagüe cree que no es comparable: “En guion, las guionistas pueden hacer el mismo trabajo que los guionistas. Pero solo en el caso de interpretación hay una necesidad de división con respecto a sexo y género, porque los roles tienen sexo y género”. Rara vez, dice, una actriz interpreta el papel de un hombre, y viceversa. La división en el género de los intérpretes viene de la división en el género de los papeles que interpretan.

Las próximas ediciones de la Berlinale y de Zinemaldia permitirán ver hacia dónde se inclina la balanza. En su anuncio, José Luis Rebordinos admitió: “No tenemos certezas, pero sí voluntad de seguir evolucionando y ayudando a construir una sociedad más justa e igualitaria”. El festival, dijo, estaría dispuesto a dar un paso atrás si el cambio no ayudara a estos propósitos. ¿Cuándo se considerará que se puede concluir o no tal cosa? Eso es, por ahora, un problema del futuro.

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