Ni Notre Dame de París ha sido la primera gran catedral en ser destruida por el fuego, involuntaria o voluntariamente, ni los trabajos de reconstrucción que anuncia ya el Gobierno francés son los primeros que sufrirá el templo. El monumento gótico ha vivido a lo largo de la historia grandes agresiones, tanto violentas —los hugonotes, la Revolución— como aquellas quizás más nocivas perpetradas por el paso del tiempo. Y han sido también numerosas sus modificaciones, tanto en el detalle como en elementos puntales de su estructura. Notre Dame se inscribe, desde el incendio declarado el pasado lunes en su techumbre de madera, en una lista en la que están también la catedral de Reims, arrasada por las bombas, o la de Nantes, víctima de un incendio. Pero ¿y ahora? ¿En base a qué criterios arquitectónicos debe reconstruirse la catedral? ¿Cómo afecta su pasado, y notablemente su famosa restauración del siglo XIX, a su futuro?
Aunque los daños causados en la catedral aún son inciertos, lo que sí se sabe es que el incendio ha destruido por completo la aguja, que se desplomó en torno a las ocho de la tarde, y que el fuego ha devorado también gran parte de la techumbre. La estructura parece mantenerse intacta, a excepción de algunas "vulnerabilidades" en la bóveda y en un piñón del transepto norte, un muro de la nave menor sobre el que descansaba parte de la estructura del techo, según declaraciones de Laurent Nuñez, secretario de Estado de Interior francés, a mediodía del martes. Mientras corren las 48 horas necesarias para garantizar la seguridad en el interior de la iglesia —los empleados del Ministerio de Cultura podrán acompañar entonces a los bomberos para evaluar los daños en las obras que no pudieron ser evacuadas—, muchos piensan en la reconstrucción.
El primer debate en surgir ha sido el de la financiación: ¿quién y cómo se pagará el montante necesario para rehabilitar el templo? El presidente francés, Emmanuel Macron, prometió ya el lunes una campaña de mecenazgo para recaudar fondos, la región île-de-France prometió 10 millones de euros, el Ayuntamiento de París 50 millones y compañías como el fondo de inversión Artemis y el grupo LVMH prometieron 100 y 200 millones de euros, respectivamente. Pero se anuncia otro debate: ¿cómo deberá reconstruirse la parte de la catedral arrasada? Para Benjamin Mouton, antiguo arquitecto jefe de los Monumentos históricos, restaurarla de manera idéntica es "casi imposible", tal y como declaró a la emisora de radio francesa Europe 1. De la misma opinión es Javier Rivera Blanco, subdirector del Instituto de Patrimonio Cultural, que decía a la Cadena Ser en la mañana del martes: "Es una empresa, no imposible, pero sí de un elevadísimo costo".
Infografía que detalla los principales daños sufridos por la catedral de Notre Dame durante su incendio. / EFE
"Habrá que afrontar una restauración contemporánea", valora Rivera, "copiando la que había hecho Viollet-le-Duc, copiando la que pudo ser en el siglo XII o siglo XIII, o intentando introducir criterios del siglo XXI". El arquitecto señala uno de los rasgos más característicos de la catedral de París: la intensa rehabilitación a la que se sometió entre 1845 y 1864, firmada por Viollet-le-Duc y su compañero Lassus, fallecido este último en 1857, antes de que las obras terminaran. Bajo el mandato del recién creado Comité Histórico de Artes y Monumentos, y siguiendo una idea por entonces renovadora de la restauración, Viollet-le-Duc emprendió un sinfín de modificaciones para recuperar el "principio de unidad" de su admirado estilo gótico, alterado con el paso del tiempo. La aguja formaba parte de estos trabajos, y fue de hecho una de las decisiones más polémicas tomadas por el arquitecto. Pero también databa del XIX parte de la techumbre, conocida como el bosque (la forêt) por las innumerables maderas que lo formaban. Otra parte, la de la nave y el coro, había resistido desde 1220-1240.
Una de las decisiones que tendrán que tomar quienes lleven a cabo la restauración —Philippe Villeneuve es hoy el arquitecto jefe a cargo de la catedral de París— será, por ejemplo, si mantener la flecha ahora destruida. Cuando Viollet-le-Duc la instaló, copiando la de la Sainte-Chapelle —iglesia situada a dos pasos de Notre Dame en cuya rehabilitación también participó—, hacía más de 50 años que la catedral no lucía una aguja. Había sido eliminada entre 1786 y 1792, durante la época revolucionara, quizás debido al espíritu iconoclasta de la revuelta o quizás debido a la falta de mantenimiento. Cuando el arquitecto la repuso, se desvió sustancialmente de la original: dejó de ser un campanario y fue construida en dos pisos. La estructura de madera revestida en plomo, afectada por la lluvia y el viento, era una de las secciones que estaban justamente rehabilitándose cuando se originó el fuego. Sí se han salvado las esculturas que Viollet-le-Duc instaló, de manera libérrima, sobre la flecha: las 16 piezas de cobra fueron retiradas de la estructura el pasado 11 de abril.
"La doctrina tradicional de conservación, ya admitida por todas las instancias", apunta a este periódico Alfonso Muñoz Cosme, arquitecto y miembro de la organización Hispania Nostra, "dice que al intervenir sobre un edificio hay que respetar toda la historia con todas sus etapas. La restauración [de Viollet-le-Duc], en la que estaban la aguja y las esculturas, forma ya parte de la historia de la arquitectura y del edificio". Las propuestas de Le-Duc revolucionaron en su día el concepto de restauración: "Restaurar un edificio", defendía, "no significa mantenerlo, repararlo o rehacerlo, sino restituirlo a un estado completo que puede no haber existido nunca", defendía. Su intervención incluyó reemplazar más de 60 esculturas que habían sido destruidas o perdidas, reconstruir el tímpano del pórtico central, rehacer la techumbre, restituir los rosetones del transepto —ambos se mantienen aún en pie, según testimonios recabados por France Inter— e instalar una nueva sacristía. Su obsesión por recuperar la esencia gótica del templo le llevó incluso a eliminar elementos originales, como las capillas interiores, para adaptarlos a su ideal. "Ahora, los arquitectos y el equipo interdisciplinar tendrán que valorarlo. Cada caso es único, no existen recetas generales", señala Muñoz Cosme.
Su rehabilitación es la más conocida, amplia y polémica —"Viollet-le-Duc es uno de los mayores criminales de la historia", escribiría el arquitecto Achille Carlier—, pero no fue la única. Además de la limpieza de fachadas finalizada en el año 2000, el órgano principal de la catedral —que también ha sobrevivido al incendio— fue restaurado en 1992. Previamente, en los años treinta se planteó la necesidad de sustituir las vidrieras blancas instaladas en la nave en el siglo XIX por otras que respetaran el colorido de las originales. El impulso se detuvo debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, pero se retomó en los sesenta con el encargo al maestro vidriero Jacques Le Chevalier. Las vitrinas de Viollet-Le-Duc, explicaba durante la instalación de las nuevas en 1965, "daban a algunos lugares de la catedral una tonalidad extremadamente triste y cerrada". El resultado final fueron unas vidrieras realizadas según los preceptos del arte abstracto pero con los colores establecidos en la Edad Media. Estos cristales han sido probablemente destruidos.
El incendio de la catedral de París ha sido asociado de inmediato a otra catedral destrozada en el siglo XX: la de Reims, también llamada Notre Dame y declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en el mismo año, 1991. El 19 de septiembre de 1914, los bombardeos alemanes incendian la techumbre de madera de la catedral gótica, acabando también con la cubierta de plomo y con la campana principal. La piedra estalla por efecto del calor, y se destruyen también numerosas esculturas. En los siguientes cuatro años de conflicto, que destruyen el 57% de la ciudad según el ayundamiento, centenares de bombas caen sobre el templo, haciendo estallar las vidrieras, perforando la bóveda y quebrando uno de los pilares del transepto. Las obras de reconstrucción comienzan en 1919, con la recolección e inventariado de las ruinas, dejando paso a partir de 1924 a la reparación de la estructura y la techumbre, realizada con cemento armado. La iglesia no se reabriría al culto hasta 1937, pero ha sufrido desde entonces distintas intervenciones hasta la restauración del rosetón principal entre 2013 y 2016.
Vista del interior de la catedral de Notre Dame después del incendio sufrido el lunes, este martes en París (Francia). / EFE
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Pero el caso parisino se parece quizás más al de la catedral de Nantes, también gótica pero iniciada en el siglo XV y considerada menor en comparación con las anteriores. En 1972, el edificio sufrió un incendio originado también por unas obras de restauración que estaban llegando a su fin. El fuego prendió, de nuevo, la techumbre de madera causando el desplome de la cubierta, esta vez de pizarra. Como parece ser el caso en Notre Dame de París, pudieron salvarse los órganos y las cristaleras. Los trabajos de reconstrucción mantuvieron el edificio cerrado durante tres años: la techumbre se realizó también en cemento armado y se cubrió con una estructura de pizarra idéntica a la original.
Desde 1964, la Carta de Venecia firmada por la UNESCO, que unificaba los criterios de conservación y restauración de monumentos históricos, aprueba este tipo de utilización de técnicas modernas de construcción "cuando las técnicas tradicionales se muestran inadecuadas" y siempre y cuando su "eficacia haya sido demostrada con bases científicas y garantizada por la experiencia". Pero este órgano de las Naciones Unidas también tiene advertencias. Viollet-le-Duc no hubiera estado contento con el documento, porque este señala que "la unidad de estilo no es un fin a conseguir en una obra de restauración", y que "las valiosas aportaciones de todas las épocas en la edificación de un monumento deben ser respetadas". Y la UNESCO marca también la senda sobre la reconstrucción de la techumbre y la cubierta desaparecidas en Notre Dame: "Los elementos destinados a reemplazar las partes inexistentes deben integrarse armoniosamente en el conjunto, distinguiéndose claramente de las originales, a fin de que la restauración no falsifique el documento artístico o histórico".
Ni Notre Dame de París ha sido la primera gran catedral en ser destruida por el fuego, involuntaria o voluntariamente, ni los trabajos de reconstrucción que anuncia ya el Gobierno francés son los primeros que sufrirá el templo. El monumento gótico ha vivido a lo largo de la historia grandes agresiones, tanto violentas —los hugonotes, la Revolución— como aquellas quizás más nocivas perpetradas por el paso del tiempo. Y han sido también numerosas sus modificaciones, tanto en el detalle como en elementos puntales de su estructura. Notre Dame se inscribe, desde el incendio declarado el pasado lunes en su techumbre de madera, en una lista en la que están también la catedral de Reims, arrasada por las bombas, o la de Nantes, víctima de un incendio. Pero ¿y ahora? ¿En base a qué criterios arquitectónicos debe reconstruirse la catedral? ¿Cómo afecta su pasado, y notablemente su famosa restauración del siglo XIX, a su futuro?