Lorca y Miguel Hernández protagonizan en el Real la ópera póstuma de Luis de Pablo sobre la Guerra Civil
El Teatro Real estrena este miércoles El abrecartas, ópera póstuma del compositor Luis de Pablo (fallecido en octubre a los 91 años) escrita a partir de la novela del mismo nombre de Vicente Molina Foix, autor asimismo del libreto de esta producción contextualizada en la primera mitad del siglo XX y que muestra una parte más personal de grandes autores españoles como Federico García Lorca, Vicente Aleixandre o Miguel Hernández.
"Es un ejercicio de memoria histórica poética", resume a infoLibre el director musical, Fabián Panisello, quien adelanta que en la trama hay un delator, hay policías, hay un comisario, hay situaciones que "aluden a lo que pudiera ser la violencia de Estado". La historia avanza así con el intercambio de correspondencia entre personas conocidas y desconocidas de aquella época convulsa que desembocó en una trágica Guerra Civil y una terrible posguerra.
Partiendo de una foto antigua del colegio de Fuente Vaqueros en la que aparece Lorca con 6 o 7 años, vestido de blanco junto al resto de los alumnos, Molina Foix creó una novela epistolar –Premio Nacional de Narrativa en 2007– en la que da vida a uno de los niños anónimos del retrato, al que llama Rafael, que crece fascinado con el poeta.
Junto a él germina un universo ficcional plasmado a través de cartas, misivas, notas, informes policiales y documentos de personajes reales -García Lorca, Aleixandre, Hernández, Eugenio D’Ors o Andrés Acero- y ficcionales, que comparten el mismo mundo tenebroso e inquietante que les obliga a ocultar sus pensamientos, sentimientos y pulsiones sexuales.
Para el director de escena, Xavier Alberti, la "gran lección" de El abrecartas es que "no podemos ser ciudadanos libres, no podemos construir un espacio colectivo, si no tenemos asegurada nuestra libertad para ser quien somos". "Y esta ópera nos habla de que la represión de la identidad conduce a la negación de la identidad", sentencia, al tiempo que aclara que, aun siendo innegable su intención memorística, "no es ni mucho menos una lección de historia".
Y remarca sobre esta ópera cuya trama se desarrolla entre 1904 y 1957: "Luis de Pablo juega con una enorme cantidad de ironía sobre aspectos ideológicos y políticos. Hay una opinión muy clara sobre el dictador, sobre el franquismo, sobre la policía del franquismo, sobre tantísimas cosas. Pero todo al servicio de ver cómo toda esa mascarada lo único que hizo fue destruir la capacidad afectiva honesta de los seres humanos que vivieron esa triste y oscura época en España".
Aunque el trasfondo histórico de la obra sea real -el asesinato de Lorca, la muerte de Miguel Hernández, el suicidio de Acero en México- y se utilicen incluso fragmentos de documentos auténticos, los textos epistolares que entrelazan las vivencias cruzadas de los personajes son ficticios. Con excepción de las palabras utilizadas en el dúo a cappella que finaliza la obra, extraídas de La destrucción del amor, de Vicente Aleixandre.
"A través de esta acumulación de cartas, lo que Luis y Vicente nos proponen es un fresco de identidades, algunas conocidas y otras inventadas", apunta Alberti. "Es un espectáculo de subyugadora belleza. Como está basado en esas cartas, no hay aquello que en teatro se llama situación, porque en una carta no hay una mesa o alguien que come o que ríe. Hay alguien que escribe. Por eso, este es un espectáculo de voces que aparecen a veces fantasmagóricas y que generan un gran friso de espacios de conexión con emociones que cada espectador entenderá de una manera o de otra", argumenta.
Lo que dicen Lorca, Vicente o Miguel es muy interesante, como también lo que piensan personajes anónimos ficticios que vienen a representar a toda la gente de aquella época que igualmente vivían y sufrían todas esas situaciones
Por su parte, Panisello señala que, al tratarse de misivas, el discurso no es "teatral de escenas al uso, sino que es un discurso de ideas, de deseos, de proyecciones y de emociones". Agregando: "Lo que dicen Lorca, Vicente o Miguel es muy interesante, como también lo es lo que piensan personajes anónimos ficticios que vienen a representar a toda la gente de aquella época que igualmente vivían y sufrían todas estas situaciones".
Tras admitir que este espectáculo tiene "puntos de vista ideológicos que no son uniformes" para que cualquier espectador pueda encontrar sus "espacios de reflexión", Alberti resume que esta ópera parece que habla de muchas cosas, pero a él le gusta centrarse en el concepto de "identidad".
A su juicio, estamos acostumbrados a aceptar que la identidad se basa básicamente en preceptos ideológicos y "no nos damos muchas veces cuenta de que la identidad se basa también en preceptos sexuales, afectivos, etcétera". "Pero cuando practicamos sexo también practicamos ideología. Por tanto, la identidad sexual de una persona tiene que ver también con el contexto ideológico en el que se permite o no se permite desarrollar libremente quienes somos, qué queremos o cómo queremos querer a los demás", resalta.
"Desgraciadamente, estos temas siempre son actuales", apostilla Panisello en referencia al auge de la extrema derecha en los últimos años, al tiempo que lamenta que "cuando pasan dos o tres generaciones se olvidan los dramas y la gente vuelve a caer en las trampas y en las contradicciones del discurso histórico". Por eso, reivindica que El abrecartas es un "acto de memoria histórica que tiene valor en sí mismo", al tiempo que ve necesaria "toda obra de arte que sirva para reflexionar sobre la realidad".
Ópera en la Guerra Civil
No se trata estrictamente de una ópera histórica que cuenta la Guerra Civil, pero sí que está ubicada en aquellos años y en las trágicas consecuencias provocadas por el conflicto. "Hasta donde yo sé, sí. A lo mejor se me escapa algo, pero de un compositor tan significativo como Luis de Pablo yo creo que sí es la primera vez que se trata este tema en una ópera, y además de una forma bastante original. Porque no está contándote la historia de la Guerra Civil, no es ese el tema, sino que está hablándote de unos amores imposibles, amores frustrados, y eso lo hace con el fondo de escena de la represión y de todo ese momento histórico que se vivía", explica el director musical.
Alberti bromea al apuntar que no tiene la "enciclopedia íntegra de la composición musical española" para afirmar al cien por cien si esta es la primera ópera sobre la Guerra Civil. Y lanza este planteamiento abriendo un tema diferente de conversación al lamentar que sean "muchos los compositores que no tienen la posibilidad de estrenar sus producciones artísticas" a pesar de que España está viviendo un "momento realmente fascinante de creación operística".
Y aún prosigue: "Hay mucha gente joven que escribe ópera y que lamentablemente no conocemos lo que está haciendo porque son muy pocas las oportunidades que tenemos de asistir a estrenos mundiales de ópera contemporánea". "La gente joven tiene interés por la ópera. Yo creo que es uno de los grandes géneros con futuro en la composición", asegura, para luego mostrar su deseo de que, más allá de los clásicos, se pueda demostrar que el público quiere también disfrutar de compositores contemporáneos.
España necesita recuperar esa idea de que para construir un espacio común cordial tenemos que dejar de votar en función de nuestros miserables intereses personales y empezar a recuperar espectros ideológicos comunes
Tal y como explica Alberti, puede haber cierta desconfianza a la respuesta del público a los nuevos compositores, pero defiende su postura: "Yo que he tenido el placer de estrenar mucha ópera contemporánea tengo que decirte que mi experiencia es todo lo contrario. Que cuando se apuesta seriamente por ello el público responde porque quiere ser cómplice realmente de los elementos más especulativos de la construcción de su identidad contemporánea. Asistir a un compositor que es testigo de tu tiempo es infinitamente más placentero que volver a aquello que ya sabemos que funciona y que se compuso en el siglo XVIII y XIX".
Igual opina Panisello, quien destaca que "parte de la labor de un teatro, además del repertorio, es darle al público cosas nuevas". Además, en su opinión, la ópera como género ha recuperado "cierta fuerza en los últimos 15 o 20 años", después de un período a finales del siglo XX en el que "se desdibujó un poco en el imaginario de los compositores".
Así, agrega que la ópera en sí quedó de alguna manera "estigmatizada" desde los años cincuenta por las críticas de las vanguardias, que la consideraban un "arte burgués sin ningún tipo de relación con el presente". Pero en el siglo XXI, con la experiencia de los medios audiovisuales, la ópera ha tomado también ejemplo de "cómo es un espectáculo contemporáneo". "Muchos compositores se han dado cuenta de eso y están revitalizando la ópera con algunos productos muy buenos", remacha.
El abrecartas llega al escenario del Teatro real con un "orquestón" de más de 80 músicos en el foso y dos coros distintos, a los que hay que sumar otro de 10 o 12 niños, más una decena de solistas. Todo con una "prosodia muy clara" que facilita el entendimiento de todas las palabras, mientras se suceden géneros musicales como el pasodoble, el cuplé, nanas, zarzuela e incluso cancionero renacentista español.
Entre todos sacan adelante un montaje sobre el que Alberti aún lanza una última enseñanza: "España necesita recuperar esa idea de que para construir un espacio común cordial tenemos que dejar de votar en función de nuestros miserables intereses personales y empezar a recuperar espectros ideológicos comunes, que pasan por el respeto, por la aceptación de la diferencia, por el entendimiento y la concordia. Si no conseguimos eso, este país tiene un futuro bastante oscuro".