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El precio de la energía y los alimentos caerá aunque no se note por culpa de la inflación subyacente

Un puesto de frutas y verduras de un mercado de abastos.

Los precios están empezando a dar una tregua a los hogares y a las empresas, aunque no lo notemos demasiado en el supermercado ni en la gasolinera. Según los datos difundidos este martes por el Instituto Nacional de Estadística, la cesta de la compra ha aumentado en noviembre sus precios un 6,8% respecto al mismo mes del año anterior. Es una variación más suave que la de octubre (7,3%) y sensiblemente más baja que la de los meses anteriores, ya que en septiembre, agosto y julio, los datos fueron del 9%, del 10,5% y del 10,7%, respectivamente.  

Al tratarse de un dato preliminar, habrá que esperar unas semanas para conocer el desglose de la información, por lo que no es posible saber qué papel juegan las materias primas energéticas y alimentarias en el dato de noviembre. No obstante, una mera comparación de los índices de los principales recursos naturales con respecto a principios de 2022 muestra que estos ya están bajando, o incluso ya están por debajo del valor inicial. “Las materias primas energéticas y alimentarias hicieron varios máximos poco antes y después de la guerra, pero desde entonces están cayendo todas”, apunta el analista financiero Juan Ignacio Crespo, experto en materias primas.

La bajada de las materias primas en el mercado ha quedado constatada en un informe publicado este lunes por Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas. El texto señala que el índice sintético de precios energéticos monitorizado por el Banco Mundial ha caído un 11% desde primavera, así como un 12% en el caso de los productos agrícolas. También han caído los fertilizantes (8%) y los minerales (13%). “Una tendencia similar se observa en los costes del transporte internacional y de los componentes electrónicos”, añade Torres. 

El analista Juan Ignacio Crespo prevé que, debido a esto, el dato general del IPC bajará en los próximos meses, tanto en España, como en Europa y otras potencias, como EEUU. Pero el problema de los precios no se quedaría ahí: “El comportamiento de la inflación subyacente es más difícil de predecir”, apunta. “El precio de todo está ahí, desde los hoteles hasta los teléfonos móviles. El ahorro de las familias en España está siendo muy fuerte, están tirando de ello para capear los altos precios. Esto es lo que me lleva a pensar que los precios vayan a bajar”, añade el analista. 

Cuando Crespo se refiere a IPC subyacente, se refiere a la inflación sin tener en cuenta la presión de la energía ni de los alimentos, los dos componentes más volátiles. En España, pese a que el IPC general ha bajado del 7,3% al 6,8%, la subyacente ha subido, del 6,2% al 6,3%. Esto indica que las subidas de precios se han filtrado al resto de la economía. 

Esta “filtración” se produce de diferentes maneras. Por un lado, los márgenes empresariales, que han subido en esta crisis, como ha señalado una alta dirigente del Banco Central Europeo. Por otro, el aumento de los costes salariales. Los salarios han subido de media un 2,64% (2,94%, los convenios de empresa). Aunque las materias primas alimentarias y energéticas están bajando, estos costes empresariales y salariales se están solidificando en la economía

Por ejemplo, si una empresa de refrescos sube los precios para absorber el aumento de los costes, incluyendo los sueldos, y para garantizarse un margen, venderá sus productos a un precio más alto a los bares. Los bares, a su vez, deben asumir los precios más altos de los refrescos y de sus propios sueldos, así como también tendrán que mantener su propio margen de beneficios, por lo que subirán el precio final al consumidor. Esta espiral es difícil de frenar, incluso aunque bajen los precios de las materias primas originales. “Una vez que los precios llegan a cierto nivel, aunque se moderen, es raro que caigan, salvo que haya una recesión tremenda”, explica el analista Juan Ignacio Crespo.

El problema europeo con el diésel

Pese a que el precio del petróleo en los mercados internacionales está a niveles de noviembre de 2021, en torno a los 80 dólares, el precio del diésel sí sigue por las nubes. Es por este motivo que los conductores no ven la bajada del IPC en la gasolinera. Al revés. Este carburante, históricamente más barato que la gasolina, superó el precio de esta en agosto y, de momento, sigue ahí. El problema es la alta dependencia que tiene Europa del diésel ruso, un problema que no se ha atajado, como ha ocurrido con el gas.

“Europa va escasa de reserva de diésel”, apunta Crespo. “Así como con el gas natural lo ha hecho muy bien y muy rápido, con las distintas variedades del fuel parece que no están yendo más rápido. Tenemos una encrucijada, porque la desaceleración económica hará que la demanda baje, pero a la vez el invierno hará que la demanda suba”, advierte. 

La Unión Europea y Reino Unido recibieron la mitad de sus importaciones de diésel por mar desde Rusia, según datos del portal Vortexa, que registra estadísticas de transporte marítimo, recopilados por la agencia Bloomberg. Según estos datos, Europa importó entre el 1 y el 24 de noviembre 600.000 barriles de diesel ruso, de un total de 1,3 millones de barriles importados. Las sanciones a Rusia por la agresión a Ucrania implican que a partir del 5 de febrero, el continente no podrá importar más productos refinados rusos. Esto supone que mientras Europa no encuentre un suministrador alternativo, los precios del diésel subirán, al recortarse la oferta.

Según han recogido diversos medios de comunicación, el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, advirtió a principios de noviembre de que los precios del diésel seguirán creciendo: “En caso de continuar con las tensiones geopolíticas actuales en Europa, me parece que estas grietas diésel muy abiertas se van a quedar”, advirtió. 

Contradicciones en el seno del BCE

Cada vez que se publica un dato de inflación, todos los analistas miran al Banco Central Europeo y lo que han encontrado en esta ocasión es confusión, por la contradicción de las palabras de sus dirigentes. Este organismo trabaja con un amplio abanico de indicadores para tomar su decisión de subir y bajar los tipos de interés, pero, sin duda, el ritmo de los precios es el más importante. Una moderación de la inflación podría provocar que el organismo europeo decida reducir el acelerado ritmo de subida de tipos de interés que ha mantenido hasta ahora. 

Este lunes, Christine Lagarde, la presidenta del organismo del que depende la política monetaria de la eurozona, declaró que la inflación no ha alcanzado su pico máximo. “No vemos los componentes en la dirección que me llevarían a creer que hemos alcanzado el pico de inflación y que esta va a caer en poco tiempo”, sostuvo la mandataria. Añadió que los economistas del BCE ven “claros riesgos al alza”. 

Sin embargo, esta afirmación se produce varios días después de que Luis de Guindos, exministro de Economía de Mariano Rajoy y ahora vicepresidente del BCE, deslizara unas palabras que señalan justo lo contrario. Según De Guindos, la inflación europea ya se encuentra cerca del pico “quizás un punto decimal arriba o abajo”: “Creo que en la primera mitad del próximo año veremos un descenso”, sostuvo. 

Hasta este lunes, las palabras de De Guindos fueron recibidas por el mercado como una señal de que el ritmo de subidas de tipos de interés iba a reducirse. Es decir, que en lugar de subir 0,75 puntos en su próxima reunión de diciembre, subiera 0,50. No obstante, la corrección de Lagarde a las palabras de De Guindos sugiere que el BCE va a seguir elevando los tipos de interés a la intensidad mantenida hasta ahora. Esto provoca un encarecimiento del crédito, de los préstamos y de las hipotecas, lo que lleva a la desaceleración del consumo y la inversión, y, por tanto, del crecimiento económico.

“En el Banco Central Europeo, a juzgar por lo que dijo Lagarde este lunes, yo creo que están muy duros. Yo me inclinaría más a pensar en una subida de 0,75 puntos. Pero no sabría decirte, no soy Kremlinólogo, no sabría decir qué va a hacer realmente”, ironiza el analista financiero, en referencia al secretismo de las decisiones del organismo comunitario.

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