Los jóvenes ya no apuestan, ahora compran 'cripto'

Las tiendas de toda la vida van desapareciendo sin que nos demos cuenta en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona. En su lugar, dándote un paseo por sus calles, te puedes encontrar con un nuevo tipo de establecimiento con una peculiaridad: el producto que está a la venta no se ve. Se trata de tiendas físicas de criptomonedas, como la que se encuentra en pleno Paseo de las Delicias, poco antes de llegar a la estación de Atocha de Madrid. Un local de GBTC Finance diáfano, pequeño y con un letrero luminoso con el signo del Bitcoin, donde un chico te atiende diligentemente tras el mostrador. Los jóvenes ya son clientes asiduos de este tipo de establecimientos.
Estados Unidos se encuentra en plena fiebre de las criptos. La lanzada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, horas antes de tomar posesión, conocida como $TRUMP, superaba a los pocos días los 10.000 millones de dólares de valor de mercado, aunque actualmente su valor es mucho más bajo. Esté sábado, el presidente de Argentina, Javier Milei, publicó un mensaje en la red social X en donde publicitaba una supuesta criptomoneda, pero al poco tiempo lo borró y ofreció excusas, después de informarse sobre el posible vínculo de este producto con unos estafadores. Se trataba también de una memecoin, como se le conoce en el mundo digital a aquellas criptomonedas que no cuentan con respaldo económico real y se basan en capitalizar el entusiasmo que gira alrededor de un fenómeno o una persona en las redes sociales.
España no es ajena a esa fiebre mundial. Según el Informe sobre adicciones comportamentales y otros trastornos adictivos 2024 de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (DGPNSD), un 26,8% de los adolescentes de 14 a 18 años de este país admite haber invertido en el negocio de las criptomonedas o en trading, comprar activos y venderlos cuando alcanzan un precio más alto, o venderlos a un precio alto y comprarlos nuevamente cuando sea más baratos.
La incipiente criptoclientela en España podría dividirse en tres perfiles: personas que carecen totalmente de información, los inversores habituales, que ya tienen nociones de cripto, y, por último, los extranjeros. "Extranjeros que vienen a España o que están viviendo aquí, y necesitan efectivo. Alemanes que van a Mallorca o a Ibiza a quemar el dinero. Como sólo pueden entrar cierta cantidad de efectivo en el vuelo, si tienen criptos, se acercan a nuestras tiendas y las cambian por efectivo", comenta Miguel Ángel Lorenzo, de GBTC Finance, empresa que tiene locales físicos de compra venta de criptomonedas en varios puntos del país.
Ángela Casas, de 26 años, es un claro ejemplo de inversora que carece de información. Explica a infoLibre que invirtió 35 euros en Cardano, porque "era lo mínimo que se podía meter hace cinco años, cuando me animé a ver que tal". Sobre la evolución de su precio en el mercado, aclara que "bajó muchísimo su valor, hasta los cinco euros, pero luego volvió a subir. Actualmente estoy en -11 euros, pero ha llegado a estar en 35. Todo depende de cómo fluctúe su valor". También invirtió 20 euros en Bitcoin "por probar" y subraya que un familiar próximo invirtió en Solana, "que sí que ha crecido bastante más". "Como podéis ver, no he ganado dinero con esto", continúa, para acabar diciendo que no cree que vuelva a invertir en un futuro.
Sobre el perfil del comprador de este tipo de activos, la psicóloga Lucía Vara afirma que "el mercado de las criptomonedas es volátil, lo que atrae a personas con perfiles psicológicos proclives a asumir riesgos, que tienen una alta tolerancia a la incertidumbre y a lo impredecible, y que están más dispuestas a aceptar pérdidas potenciales a cambio de una ganancia significativa".
Nicolás García-Cos, de 23 años, es el tipo de comprador informado sobre el universo cripto que está dispuesto a asumir riesgos. Asegura que lo que le atrajo de las criptos "es que son algo nuevo, que rompe con lo tradicional". Además, invertir en bolsa es más complicado. Señala que empezó invirtiendo 100 euros en Bitcoin en 2022, porque lo veía como un "valor seguro" y para probar a ver qué tal le iba. Ya más informado, invirtió en Ethereum, compró varias NFT e incluso se introdujo en el minado de criptomonedas, que es lo que mantiene la red Bitcoin en funcionamiento, creando nuevos bloques en la cadena y verificando las transacciones. Sin embargo, no recomienda este tipo de inversiones, pues reconoce que es "demasiado arriesgado" ya que "hay demasiada volatilidad" y, en su opinión, es mucho más seguro invertir en productos financieros tradicionales, más estables y regulados. O en Bitcoin, que califica como "la criptomoneda más segura".
La también psicóloga Conchita Sisí coincide con Lucía Vara en ciertos rasgos comunes en la personalidad de este tipo de inversores jóvenes, como la "impulsividad y la búsqueda de gratificación rápida". Por ejemplo, Aaron Garrido, de 21 años, comenta a infoLibre que aprovechó la oportunidad de comprar a finales del año pasado $Pambi, la criptomoneda (o en este caso, memecoin) que lanzó el youtuber Dallas. "Invertí 600 euros y gané 12.000, de golpe". Afirma que comenzó a invertir en criptos "entre el 2020 y el 2021, cuando hubo un boom de una que se llamaba Chika Token. Se hablaba tanto de ella que me dije ¿por qué no?". Comenzó invirtiendo unos 100 euros, y actualmente tiene invertidos unos 800. Él nos comenta además que se decidió a probar las criptodivisas porque, según su experiencia, "invertir en compañías tecnológicas no es tan sencillo como lo pintan, y hacerlo en 'criptos' es fácil y sencillo".
Las 'cripto', ¿adictivas?
En cuanto a los riesgos psicológicos asociados a inversión en este tipo de activos, Lucía Vara explica que las criptomonedas tienen el potencial de generar adicción. "Su volatilidad extrema y la posibilidad de obtener ganancias rápidas activan en el cerebro los mismos circuitos de recompensa que las apuestas o el juego. Además, factores como el fácil y constante acceso a las plataformas de trading, el miedo a perder oportunidades y la emoción asociada a las subidas y bajadas del mercado suponen el cóctel perfecto para incrementar el riesgo de desarrollar patrones adictivos".
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Esta opinión es compartida por Conchita Sisí. Según explica, existen varios paralelismos entre la inversión en criptomonedas y el juego patológico. "Ambos implican riesgo, incertidumbre y la posibilidad de obtener grandes recompensas en poco tiempo, lo que activa los circuitos de recompensa en el cerebro". Para algunos jóvenes, "la inversión puede convertirse en una conducta adictiva, especialmente cuando buscan recuperar pérdidas, lo que hace que experimenten una euforia intensa al ganar". Según la experta, en estos casos, puede aparecer incluso tolerancia (necesidad de asumir mayores riesgos para sentir la misma emoción), abstinencia (ansiedad cuando no pueden operar) y escalar hasta el punto de deteriorar otras áreas de sus vidas.
Un arma de doble filo
Sisí considera esta forma de inversión "un arma de doble filo" ya que por un lado, "ha democratizado el acceso a los mercados financieros, permitiendo que cualquiera pueda participar." Pero también ha traído graves riesgos, sobre todo "un aumento del estrés financiero en personas que invierten sin la información adecuada", además de que puede llegar a producir "una desconexión con el valor real del dinero".
Para Vara, las criptomonedas representan también una revolución en el sentido social y sociológico, pues "han provocado una crisis de confianza hacia los sistemas financieros tradicionales, como los bancos centrales o las entidades reguladoras". Además, afirma, "han cambiado la forma en que las personas actúan respecto a sus finanzas y perciben el dinero".