Mercosur, comercio interno y mercados asiáticos: los salvavidas a los que mira la UE en la crisis comercial

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa en La Moncloa.

Cautela. Esa es la palabra que resume los primeros pasos de la Unión Europea después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pusiese en marcha el paquete arancelario más alto del último siglo. Desde Luxemburgo, el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, apelaba a una respuesta conjunta de los países miembros, pero hablaba de “mantener la mano tendida” a EE UU y de llegar a “una solución negociada y justa”.

Sin embargo, no todo es cautela y las alternativas al mercado estadounidense se suceden desde hace semanas. Primero fue la propuesta del expresidente del BCE y exprimer ministro italiano Mario Draghi, que pedía eliminar las barreras internas de la UE para fomentar el comercio interno. La segunda es la búsqueda de mercados alternativos y, en concreto, la ampliación de relaciones comerciales con países como China. La tercera es avanzar en la ratificación del tratado Mercosur, un pacto de libre comercio con Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, que se cerró en diciembre del año pasado pero que aún no está en marcha. 

Mercosur abre un espacio de más de 700 millones de consumidores al comercio Europeo, aunque antes de que se desatase la tormenta arancelaria no convencía al sector primario, que cree que introducirá productos más baratos en detrimento de los de producción local. Sin embargo, un informe publicado por el ministerio de Economía señala que las exportaciones crecerían más que las importaciones. El documento expone que las ventas al exterior de España aumentarían un 60,3% en manufacturas, un 35,1% en agricultura y un 7,5% en servicios. En cambio, las importaciones aumentarían entre un 13% y un 16% en los tres sectores. Cuerpo ha hecho referencia a este acuerdo en varias ocasiones como una de las tablas a las que podría agarrarse España para contrarrestar una posible ruptura comercial con EE UU.

Aunque en el comercio, como en la política, las consecuencias no son lineales y hay ciertos inconvenientes que deben considerarse. “Mercosur no es una realidad tan cohesionada como se cree. China es el principal socio comercial de la inmensa mayoría de los países de Sudamérica y Centroamérica y en esos mercados vamos a competir con ella”, explica Eduardo Irastorza, profesor de OBS Business School. 

Los equilibrios comerciales y la apertura de nuevas vías no son un camino sencillo. Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano y catedrático Príncipe de Asturias en Georgetown, explica que la creación de tratados de libre comercio puede ayudar a cambiar el flujo de las exportaciones, pero ese proceso suele requerir de negociaciones largas. “La Unión Europea está negociando acuerdos con India e Indonesia, pero en el caso de China no está en la agenda porque no es tan sencillo. De hecho, lo que es más probable es que la producción que China mandaba a Estados Unidos, y que no va a entrar por los aranceles, pueda terminar en Europa; y Europa también tiene que ser cauta con ese exceso de sobrecapacidad”, concluye.

El mayor riesgo, en este caso, es que los productos generen una sobreoferta en el mercado y desde China podría llegar una avalancha de productos a precios aún más bajos. Esa espiral a la baja terminaría afectando a los productores europeos, que resultarían menos competitivos y, por tanto, podrían verse doblemente perjudicados.

Más allá de las posibilidades macroeconómicas, por el momento han empezado a sucederse los contactos a nivel político. De hecho, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visita Vietnam este martes para después pasar por Pekín (China), en un viaje al que le acompañan el ministro de Agricultura, Luis Planas, y el de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. El punto central de la visita será buscar un refuerzo en las relaciones bilaterales en el ámbito comercial. Según los datos de Comercio Exterior, las importaciones españolas desde China alcanzaron los 45.000 millones en 2024, mientras que las exportaciones hacia Pekín superaron los 7.400 millones de euros.

Clientes europeos para el mercado europeo

La tercera vía que se está explorando para proteger el tejido comercial es tratar de alcanzar un mercado único europeo real, que integre mejor los requerimientos de cada Estado miembro. La propuesta surge de una tribuna titulada Olvídense de EEUU: Europa se ha impuesto con éxito aranceles a sí misma, escrita por Mario Draghi para el periódico británico Financial Times. Esta idea está desarrollada en el conocido informe que publicó el año pasado junto al también exprimer ministro italiano Enrico Letta. En él se apuntaba que las barreras internas de la UE “equivalen a un arancel del 45% para las manufacturas y del 110% para los servicios”, de acuerdo con las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).

La propuesta tuvo buena acogida y, aunque aún no se ha concretado en pasos a seguir, el Ejecutivo español se pronunció a favor. El ministro Carlos Cuerpo pedía en marzo una política comunitaria para explotar el mercado interior de la UE “en su pleno potencial” y ahondaba en la idea de aprovechar “los 450 millones de consumidores (la población total de la UE) que tenemos a nuestro alcance”. Por su parte, el presidente del Gobierno reforzaba esa posición aludiendo a que unificar los criterios comerciales “tendría un efecto multiplicador del crecimiento económico e incluso superior al de las trabas arancelarias de otros bloques”, concluía.

Los BRICS en el nuevo orden comercial

Los países emergentes, o algunos de ellos, han cobrado un papel protagonista en el ámbito de la crisis comercial. El bloque de los BRICS lo componen cinco países iniciales (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y algunos que se han agregado posteriormente, como Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes. Otros, como Argentina, cuya entrada estaba programada para 2024, se han mantenido en un limbo, en este caso al no hacer efectiva Javier Milei la entrada del país en el grupo.

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“Estos países nunca han mantenido una posición muy cohesionada más allá de las cumbres que celebran, porque tienen intereses divergentes”, explica el investigador del Real Instituto Elcano, quien además aventura que “no es muy probable que esta guerra arancelaria de Trump los vaya a unir en un frente común”, concluye.

Las diferencias son patentes: Brasil quedaría dentro del tratado de libre mercado con Europa, Mercosur; Rusia está libre de los aranceles de Trump mientras otros como China llegan a sufrir tasas de hasta un 34%; India y China mantienen un conflicto fronterizo y, en el caso de Argentina, su posición es más próxima a EE UU que a ninguno de los anteriores. “Es más probable que cada uno negocie por su cuenta porque los niveles arancelarios son diferentes en cada caso”, concluye Steinberg.

Por el momento, los movimientos en el mercado mundial se quedan en meros tanteos, y las medidas y contramedidas no terminan de aterrizar. El único que sí ha anunciado una respuesta es China, que gravará los productos estadounidenses con una tasa del 34% y sobre ellos pende la amenaza de que EE UU responda elevando su arancel hasta el 50%. “El objetivo de Trump —y yo creo que lo está consiguiendo— es que sus rivales e incluso sus aliados no consigan cohesionarse ni mantener una postura única. De esta forma consigue negociar uno a uno, enfrentándolos entre sí para lograr un mayor beneficio”, concluye el profesor Eduardo Irastorza.

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