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CRISIS DEL EURO

El rescate a Grecia deja un país empobrecido que seguirá encadenado a una deuda ciclópea durante décadas

Grecia pone fin al rescate de la Unión Europea con un buen número de incertidumbres.

La Unión Europea se ha apresurado a celebrar como un “éxito” el rescate a Grecia. El comisario Pierre Moscovici ha saludado el fin “histórico” de los “especialmente difíciles” ocho años de asistencia financiera a la maltrecha economía griega. El presidente del Eurogrupo, Mario Centeno, ha aplaudido la “vuelta a la normalidad” del país “tras un camino largo y complicado”. “El pueblo griego comienza un nuevo capítulo en su dilatada historia”, anunció el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien a continuación se ha ofrecido a Atenas como “aliado, socio y amigo”.

Pero los griegos no lo han recibido con tanta alegría. “Desagradable, brutal y largo”, titula el periódico conservador Ekathimerini (Diario) su cronología del rescate europeo a Grecia, mientras que Ta Nea (Las Noticias), próximo al PASOK, advierte de que “el Gólgota de Grecia durará décadas”. “El entorno en el que los griegos se despertarán el martes 21 de agosto no será sustancialmente diferente al de los últimos años”, explica en su editorial, “la situación no permite mucho optimismo”.

A cambio de recibir 288.700 millones de euros en préstamos desde 2010 –256.600 millones de los mecanismos europeos y 32.100 millones del FMI–, Grecia ha tenido que acometer un “paquete de reformas completo y sin precedentes” tal y como lo define la propia Comisión Europea. A partir de ahora, se acaban los desembolsos de dinero y Grecia tendrá que financiarse en los mercados. Además, podrá aplicar sus propias políticas económicas –ha dejado claro Mostovici–, pero seguirá vigilada por la troika hasta 2022: los hombres de negro visitarán de nuevo Atenas el próximo 10 de septiembre. Y tendrá que seguir adelante con las reformas que le exigen sus acreedores.

Bruselas se felicita del buen resultado de sus tres rescates: la recapitalización de los bancos griegos garantiza la sostenibilidad financiera de las entidades, la administración pública es ahora más “eficiente y eficaz”, se han adoptado “medidas estructurales para mejorar el entorno empresarial y la competitividad de Grecia”. En resumen, se han sentado las bases, presume Bruselas, “para una recuperación sostenible”. Sus mayores éxitos, destaca, han sido la reducción del déficit público, que era del 15,1% en 2009 y se convirtió en un superávit del 0,8% en 2017, y el crecimiento del PIB, que ha dejado atrás un desplome del -5,5% en 2010 para alcanzar un alza del 1,4% en 2017. Este año se prevé que llegue al 1,9% y al 2% en 2019. Los comunicados y declaraciones de los máximos responsables comunitarios mencionan los “esfuerzos” y la “valentía” del pueblo griego durante estos ocho años de austeridad, pero en el lado negativo de la balanza únicamente citan el “inaceptablemente elevado” nivel de desempleo, que sólo ha bajado del 20% en mayo y sigue siendo el más alto de toda la UE.

Salarios menguantes, pobreza y emigración

Sin embargo, la economía –y la situación económica de los griegos– continúa aún muy lejos de los niveles precrisis. Aunque el PIB crece, perdió un 25% de su volumen entre 2010 y 2014. El Gobierno griego se ha comprometido a obtener un superávit primario –antes del pago de intereses de la deuda– del 3,5% hasta 2022 y por encima del 2% hasta 2060. Unos objetivos tan elevados que recibieron críticas del mismo FMI –calcula que Grecia sólo podrá crecer un 1% anual– y que, a juicio de Paul Wallace, ex responsable de Economía europea de The Economist, convertirían su cumplimiento en un “milagro económico”. “Un esfuerzo sin precedentes de tal envergadura sería poco propicio en los mejores momentos [de la economía], pero es que Grecia debe hacerlo tras haber sufrir los peores”, escribe el periodista británico en Ekathimerini.

Aunque el paro ha bajado desde el 27,9% que alcanzó en julio de 2013 hasta el actual 19,5%, sigue duplicando la tasa anterior a la crisis. Los 300.000 empleos creados desde 2015 –se perdió un millón– son en su mayoría temporales y a tiempo parcial, y los salarios reales –ajustados con la inflación– se sitúan ahora un 22% por debajo de los que se cobraban en 2009, según destaca Financial Times. Los recortes en las pensiones –un total de 13 desde 2010– las han menguado en un 40%: la pensión mínima ya es de sólo 384 euros al mes.

Tras ocho años de austeridad máxima, Grecia se ha convertido en el cuarto país más pobre de la UE, sólo por delante de Bulgaria, Croacia y Rumania, cuando en 2007 tenía una renta per cápita –21.100 euros– similar a la española –23.900 euros–, un 21% superior a la portuguesa y un 71% por encima de la polaca. Hoy es de sólo 16.600 euros. El 35% de los griegos está en riesgo de pobreza porque sus ingresos netos no superan los 400 euros mensuales. Además, las penurias económicas han empujado a casi 400.000 griegos a la emigración, sobre todo jóvenes titulados. Una cifra similar a la de los españoles que abandonaron el país durante la crisis, pero mientras Grecia no llega a los 11 millones de habitantes, España supera los 46 millones.

Quienes han permanecido en el país han padecido, además, un considerable aumento de los impuestos. Si antes de la crisis los griegos que ganaban menos de 12.000 euros al año no tributaban, desde 2010 deben pagar al fisco quienes ingresan más de 5.000 euros. El IVA ha sufrido dos subidas para pasar del 19% al 24%. El salario mínimo se ha quedado en sólo 586 euros, tras ser recortado un 22% en 2012. Se ha eliminado la negociación colectiva. Y recortado el gasto farmacéutico. Los créditos fallidos en poder de los bancos representan el 48% de la cartera de préstamos del país, ocho veces la que tenían en 2007. Pese a la recapitalización que elogia Bruselas, los bancos griegos “siguen siendo zombies”, en palabras del primer ministro Alexis Tsipras a Financial Times. “No financian la economía, ése es el problema”, resumía.

Tampoco las privatizaciones –los puertos de El Pireo y Tesalónica, los aeropuertos, la compañía pública de petróleos, la de Correos, la de Telecomunicaciones, el suministro de agua de Atenas…– han reportado a las necesitadas arcas del Estado más que una mínima parte de la cantidad inicialmente prevista, 50.000 millones de euros.

Una deuda que casi triplica el PIB

Los acreedores han negado sistemáticamente a Grecia cualquier posibilidad de reestructurar su enorme deuda. En su lugar, le han prestado más dinero estos años al tiempo que dilataban los plazos para devolverla. El problema es que su deuda es enorme: el 180% de su PIB, casi triplica el valor de su economía. El “Gólgota” durante décadas del que hablaba Ta Nea en su editorial.

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El pasado junio, poco antes de que se pusieran fin al tercer rescate, el Parlamento griego aprobó un nuevo paquete de reformas económicas, que incluyen una nueva bajada de la exención fiscal a partir de 2020, una subida de los impuestos sobre la propiedad inmobiliaria, el enésimo recorte de pensiones y medidas para acelerar las privatizaciones. De hecho, en sus felicitaciones públicas por el éxito del rescate, la Comisión Europea no deja de recordar la necesidad de que los griegos hagan “más esfuerzos” para “consolidar” lo conseguido hasta ahora. El primer ministro Tsipras no hará una declaración pública hasta hoy, martes, con la vista puesta en las elecciones de 2019 y en las encuestas que dan la mayoría a los conservadores de Nueva Democracia.

Yanis Varufakis, el exministro de Finanzas que peleó –y perdió– con Wolfgang Schäuble, la Comisión Europea, el FMI y el BCE una restructuración de la deuda griega que no estaba en la intención de ninguna de las instituciones de la troika, advertía entonces del peligro de que Grecia quedara durante décadas prisionera “en la cárcel de la deuda”. En una entrevista publicada este lunes el diario Bild le preguntó por el fin del rescate. A su juicio, Grecia se encuentra ahora “en el mismo agujero negro” donde estaba hace ocho años, “y se sigue hundiendo más cada día” porque la exigencia de recortes por parte de los acreedores “obstaculiza las inversiones y el consumo”. La deuda griega ha aumentado en lugar de disminuir, “sólo que ahora Grecia tiene más tiempo par pagar más deudas”. El panorama que dibuja Varufakis no es muy alentador. “El Estado”, describe, “sigue en quiebra, los ciudadanos se han empobrecido, las empresas continúan cerrando y nuestro PIB ha caído un 25% […], así que las empresas se deben dinero unas a otras y al Estado, el Estado debe enormes sumas a las empresas en devoluciones de impuestos, todo el mundo debe dinero a todo el mundo, pero nadie tiene dinero para pagar sus deudas”.

Aunque probablemente disienta del diagnóstico de Varufakis, Jean-Claude Juncker hizo un sorprendente –para un alto cargo europeo– resumen del rescate el pasado junio en una entrevista concedida a los periódicos del grupo alemán Funke Mediengruppe: “La dignidad del pueblo griego fue pisoteada”.

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