La imagen que desnudó a Rubiales ante la opinión pública: un símbolo de la España que no queremos ser
El beso sin consentimiento a Jenni Hermoso lo ha cambiado todo en apenas una semana. Rubiales sobrevivió a las acusaciones de comisiones millonarias, a la denuncia de una supuesta orgía pagada con dinero de la federación y al presunto espionaje a miembros del Gobierno. Pero esta agresión machista y su nefasta gestión de crisis, plagada de mentiras y ataques, ha obligado al Gobierno a iniciar los trámites para suspenderlo.
Tras su cuestionable comparecencia de este viernes en la que se negaba a dimitir, todas las futbolistas se han unido bajo el lema #Seacabó. Hay varios factores que han influido en que este episodio haya generado una ola de indignación social inédita. Para empezar, la gravedad del abuso y el avance en la conciencia feminista de nuestra sociedad, pero, sobre todo, la existencia de una fotografía que ha dado la vuelta al mundo. Una imagen difícil de justificar que se ha convertido en un símbolo de la España que no queremos ser y que ha desatado un movimiento Metoo en el fútbol español.
“Su caída en desgracia no ha venido por las acusaciones de presuntas comisiones en Arabia Saudí con la Supercopa ni otras cuestiones poco transparentes sino por la falta de decoro y un comportamiento que todos hemos visto con nuestros propios ojos”, explica Diana Rubio, politóloga y experta en Protocolo. Un acto machista que no habría tenido tanto recorrido si las cámaras de televisión no lo hubiesen captado. O del que ni siquiera nos hubiésemos enterado. En ese caso, seguramente Rubiales se mantendría sin problemas en el cargo durante varios años más.
Las imágenes tienen un extraordinario poder de impacto en la opinión pública. No es la primera vez que consiguen derribar a un político o un alto cargo de una institución. Todos recordamos el caso Máster protagonizado por Cristina Cifuentes en el que, paradójicamente, no fue la investigación sobre las irregularidades en la obtención del título la que le obligó a dimitir sino unas imágenes filtradas en las que se la veía robando unas cremas en un supermercado. Algo parecido ocurrió con el liderazgo del ex primer ministro británico Boris Johnson, que no sobrevivió a las polémicas fotografías del Partygate durante la pandemia.
Los futbolistas españoles mantienen un silencio cómplice ante la agresión machista de Rubiales
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Al contrario que los temas de corrupción o fraude fiscal, cuya comprensión requiere un mayor esfuerzo por parte de los ciudadanos, las imágenes condicionan, como pocos elementos, la relevancia social que le damos a algunos acontecimientos. Son simples, atractivas, auténticas, fáciles de recordar y, muchas veces, despiertan en nosotros las emociones más primarias. “Vivimos en un mundo dominado por las imágenes y las redes sociales, que han hecho multiplicar las posibilidades de compartir fotografías y vídeos”, explica el profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Navarra, Alberto Nahum García.
Además, se viralizan rápidamente. Hay una tendencia que lleva años repitiéndose cuando se analiza la letra pequeña del tráfico de internet. La de que los vídeos y las fotografías se tienden a difundir con muchísima más frecuencia en las redes sociales que los textos, por el impacto visual que generan y su mayor capacidad de engagement o compromiso, es decir, la cantidad de veces que los usuarios interactúan con un contenido ya sea dándole me gusta, comentándolo o compartiéndolo.
Por eso, es más fácil que a Rubiales le hayan indicado la puerta de salida por este y no por otros los escándalos, que una presidenta de Madrid dimita antes por un vídeo de unas cremas que por haber hecho trampas en su formación académica o que los cánticos machistas del Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid tengan más impacto social que un asesinato machista ocurrido en el mismo mes. Porque, ya lo dice el refranero popular, una imagen vale más que mil palabras.