El feminismo ha entrado en campaña. Pero es el envoltorio, la forma, el discurso, lo que ha centralizado todos los debates entre la izquierda. Sobre la mesa, una disyuntiva: feminismo conciliador o feminismo de trincheras. Alrededor de esta cuestión pivotó el acto organizado por Sumar este martes en el Teatro Pavón. Huir de las guerras, dinamitar las trincheras y apartarse de los márgenes para salir a ganar, con "optimismo y esperanza", defendió Yolanda Díaz. Un recorrido que debe acometerse, a su juicio, sin soltar la mano de los hombres. La ultraderecha, introdujo la candidata progresista, califica al feminismo como una contienda entre sexos. Así que Sumar propone una tregua: "No caigamos en esa guerra".
¿Qué implica la dicotomía entre feminismo conciliador y feminismo de trincheras? ¿Propone Sumar un cambio radical en sus políticas feministas o se trata de un cambio puramente discursivo? ¿Cuál es la diferencia entre el feminismo de Sumar y el de Unidas Podemos?
La filósofa Clara Serra, una de las ponentes del acto, citaba a la escritora y activista bell hooks para enarbolar su defensa de un feminismo que "le habla a todo el mundo". "El feminismo más potente es el que se dirige a los que no son feministas", aseveró. Algo así como abrir puertas y ensanchar espacios, huir de lo residual.
En la misma línea, Elizabeth Duval, portavoz de igualdad de la formación, se inclina por un feminismo "interseccional, en el que quepa todo el mundo".
En el acto, Serra recuperó el éxito de las huelgas feministas organizadas hace un lustro, precisamente para poner en valor el alcance de la movilización que congregó en las calles a cientos de miles de personas. "El feminismo en 2018 fue un movimiento transversal, al que se acercaron muchas mujeres, independientemente de su ideología". Habla Silvia Claveria, doctora en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra. Aquel apoyo casi unánime a las tesis feministas tuvo su traducción parlamentaria –entonces los partidos abrazaban, prácticamente sin excepciones, al movimiento feminista–, pero se fue diluyendo con los años a consecuencia de "la división y polarización" escenificadas en el mismo seno del feminismo, observa la politóloga.
Sumar se ha embarcado en la tarea de revertir ese proceso de devaluación. La formación quiere "interpelar a más gente desde el feminismo, convencer también a otras mujeres que no sean de izquierdas y a los hombres". En estos últimos está la clave: el planteamiento del partido de Yolanda Díaz pasa por tender la mano a los varones para que encuentren en el feminismo un espacio amable. Los presenta como sujetos que "deben hacer cambios, pero sin que lo perciban como una pérdida de privilegios, sino como una ganancia de derechos", completa Claveria. El reto no es otro que persuadirles para que la mirada masculina "no vea al feminismo" como un movimiento hostil que "les va en contra".
Durante el coloquio, Clara Serra se detuvo en un interlocutor concreto: los chicos jóvenes. "Tenemos que hablar a los chicos que ven a youtubers antifeministas para convencerles", clamaba la filósofa. El planteamiento tiene una explicación y un sentido: Sumar asume que "muchos chicos jóvenes, en estos últimos años, han crecido y han socializado" en un contexto de "institucionalización del feminismo", por lo que ser rebelde o antisistema equivale, actualmente, a ir contra el feminismo. En un contexto de retroceso, derechización y regresión en derechos, expone la politóloga, el partido quiere recuperar a los más jóvenes.
Contar con los hombres
Y si el feminismo que defiende Yolanda Díaz es uno integrador, conciliador o sencillamente ganador, ¿cuál es la otra cara? Algunas voces críticas también se lo preguntan. Hay quien denuncia que, con estos planteamientos, "se asuma que el feminismo no tiene que molestar a nadie y se rebajen sus reclamaciones", reproduce Claveria. "Consideran que así no se está reivindicando la lucha feminista, mucho más confrontativa desde las sufragistas" y por tanto se pierden de vista "los objetivos y la defensa de los derechos de las mujeres". El afán por persuadir a las mayorías conlleva, casi siempre, renuncias.
Las críticas no son aisladas y vienen de distintos frentes: desde las feministas clásicas más ligadas al feminismo radical; hasta el feminismo de base, anticapitalista, la militancia organizada que no ha perdido las calles y que no teme la confrontación.
La periodista e investigadora Nuria Alabao entiende que la intencionalidad de introducir la idea de un feminismo más amable está con toda probabilidad ligada a la voluntad de conseguir más simpatizantes, una línea por la que ha optado Sumar en esta y otras áreas. Alabao entiende la lógica de dirigirse a los "hombres y otras subjetividades" –por eso la cita consciente y reiterada de bell hooks– y la percibe como un acierto. "Hay un feminismo que probablemente estos años se ha vuelto culpabilizador y moralista. Y con esas herramientas es poco emancipador". Ahora bien, la investigadora sí cree que debe haber confrontación y trincheras. ¿Dónde las sitúa? En la clase. "El feminismo de base es un proyecto de emancipación para toda la sociedad, implica un proceso de redistribución de recursos y poder. Incluye a los hombres, pero debe estar basado en la clase".
El exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente cree que el feminismo sólo responde a una premisa: la "conciencia vivida, sentida, interiorizada de acabar con las injusticias que nacen de la opresión cultural fraguada por el patriarcado". A partir de ahí, concede, pueden emerger "planteamientos, teorías o estrategias" que traten de abrir sendas alternativas para marcar el camino. "Como feminista puedes pensar que la estrategia más adecuada es la hiperrepresentación de las mujeres para liderar los cambios", pero también hay quien "puede pensar que lo importante para la transformación social y cultural es implicar al mayor número de personas, incluyendo a los hombres", analiza el también médico forense. A su juicio, no sólo ambas ideas son compatibles, sino que a veces se retroalimentan en función del momento.
Pero sobre todo, entrevén las expertas, la enunciación de un feminismo integrador frente a otro de trincheras lanza un mensaje claro: la voluntad de diferenciarse de Irene Montero, el Ministerio de Igualdad y Unidas Podemos.
La forma y el fondo
"Hay un debate entre lo que se ha llamado feminismo de trinchera, asociado en el imaginario colectivo a un feminismo que está siempre enfadado y que se niega a la posibilidad de tocar poder para crear leyes, porque no tiene valor para cambiar las cosas", resume con sorna la militante feminista y anticapitalista Julia Cámara, frente a un "feminismo que se embarra y asume estar en sitios donde idealmente preferiría no estar, porque es la manera de cambiar las cosas". Curiosamente, señala la activista, esta segunda tesis fue la integrada por la propia Irene Montero al encarar su entrada en las instituciones y es esta misma idea la que replica Sumar. ¿Son, entonces, tan distintas en el fondo?
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"En términos políticos y de programa son el mismo proyecto", opina Cámara, pues "la radicalidad discursiva del núcleo duro de Podemos no lleva pareja una radicalidad de política real. Tiene la utilidad estricta de tener una excusa para la diferenciación política con Sumar", pero a la hora de la verdad los morados no sólo aceptan que "la única forma de cambiar las cosas es desde la institución", sino que además "hay una renuncia a la transformación". Sumar, a juicio de la historiadora, lo que verdaderamente está haciendo es recoger el relevo que en su día ya asió Irene Montero: el convencimiento de que la realidad "es mejorable pero no transformable".
Alabao comparte diagnóstico. "Es evidente" que los proyectos coinciden, "por los programas y porque a veces lo que se puede hacer desde la institución es muy limitado", por lo que la diferencia "es puramente discursiva, de estilo y formas". La periodista cree que Sumar "ha asumido que la disputa con el PSOE es por su derecha", lo que se traduce en una tendencia hacia "la moderación" y la apariencia de responsabilidad, así que es necesario "dejar atrás el tono más confrontativo de Pablo Iglesias e Irene Montero" que a su vez "encajaba muy bien con las demandas de la calle después del 15M".
El momento histórico es otro, las formas han cambiado, pero el horizonte en lo que respecta a las políticas feministas no es tan diferente. Para muestra, el programa de la formación de Yolanda Díaz. Ampliar el marco de la violencia de género más allá de la pareja o expareja, garantizar el funcionamiento de los centros de crisis 24 horas –espacios de atención a las víctimas de violencia sexual, implantados por la ley del sólo sí es sí– o reforzar la educación afectivo sexual en todas las etapas. Cuestiones que encuentran acomodo en la agenda feminista defendida en los últimos cuatro años por Irene Montero.
El feminismo ha entrado en campaña. Pero es el envoltorio, la forma, el discurso, lo que ha centralizado todos los debates entre la izquierda. Sobre la mesa, una disyuntiva: feminismo conciliador o feminismo de trincheras. Alrededor de esta cuestión pivotó el acto organizado por Sumar este martes en el Teatro Pavón. Huir de las guerras, dinamitar las trincheras y apartarse de los márgenes para salir a ganar, con "optimismo y esperanza", defendió Yolanda Díaz. Un recorrido que debe acometerse, a su juicio, sin soltar la mano de los hombres. La ultraderecha, introdujo la candidata progresista, califica al feminismo como una contienda entre sexos. Así que Sumar propone una tregua: "No caigamos en esa guerra".