Maternidad y arrepentimiento, el estigma de la madre que hubiera deseado no serlo
“¿Qué es ser madre?”, se pregunta Mari Luz Esteban al inicio de su ensayo Crítica del pensamiento amoroso: temas contemporáneos, cuando narra cómo, al poco de nacer su hijo, una amiga le preguntó si él era la persona que más quería del mundo. Ante este interrogante, la antropóloga española “farfulló una incoherencia sin sentido”, lo que le llevó a cuestionarse que “si no había dicho tajantemente que sí, es que sería que no”, resultando en una sensación de incomodidad y culpa.
Esteban recurre a esta anécdota cada vez que surge el tema de los vínculos emocionales que, presumiblemente, deben surgir entre las madres y sus criaturas como parte de una cultura perversa que no solo exige que “su unión deba ser rápida e inmediata”, sino también “que si eres madre no se te permite defender ciertas ideas”.
Estas cuestiones que surgen desde la incomodidad son las que recorren la recién estrenada Salve María de Mar Coll, que pasó por la Sección Oficial de la Seminci, y en la que Laura Weissmahr se llevó el premio de Mejor Actriz. La película, a su vez, es una adaptación libre de la novela Las madres no de Katixa Agirre, en la que una madre primeriza transita por un tipo de maternidad a la que cuesta poner palabras: la del arrepentimiento.
Estos pensamientos se detonan en la protagonista de Salve María a partir de una noticia que ve en televisión en la que una mujer ha llevado a cabo un infanticidio sobre sus dos bebés. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Qué le ha llevado a actuar así? Y, sobre todo, ¿sería capaz ella de hacer daño a su propio hijo recién nacido? La directora Mar Coll cuenta en una entrevista a infoLibre que esto, que a priori puede ser inimaginable, es una realidad sobre la que hace mucho hincapié la Salud Pública después de parir. Su propia experiencia de la maternidad le sirvió para trazar la historia que quería contar en la película: “Me sorprendió mucho cómo te citan cada poco tiempo, y, especialmente en las primeras visitas, insisten mucho en una serie de preguntas que ya están ahí por protocolo”. Entre las cuales se encuentran: ¿Tienes pensamientos autolesivos? O, ¿tienes pensamientos agresivos contra tu hijo? Todo ello porque “el puerperio (el momento posterior a dar a luz) es un momento de gran fragilidad emocional, hay un cambio a nivel de cuerpo, has pasado un embarazo que es una transformación, has vivido lo que supone un parto, tienes las hormonas disparadas…Tanto a nivel físico como a nivel de vida hay una transformación radical”, explica Coll.
Y es que, aunque los sentimientos de la protagonista de Salve María afloren a partir de la noticia del infanticidio, lo cierto es que en toda maternidad hay una parte oscura que puede estar presente en mayor o menor medida. Frente al discurso tradicional de entrega y amor que envuelve a la maternidad, Coll busca mostrar esa otra parte, esa “sucesión de días grises y amorfos en los que dar la teta, cambiar pañales, intentar dormir al bebé que llora y comprobar si respira una vez que se ha dormido ocupan tu vida hasta asfixiarla, mientras el tiempo discurre por los cauces normales para el resto de la humanidad”, tal y como narra Agirre en la novela.
De este modo, la historia es capaz de reflejar con dureza y asfixia esa otra realidad sobre la que muchas mujeres feministas han hablado a lo largo de las últimas décadas, pero que tanto cuesta entender todavía en los imaginarios de mucha gente. Adrienne Rich, Simone de Beauvoir, Susan Suleiman, Ana Martins Marques, Sylvia Plath, Cyril Connolly, entre muchas otras, forman parte de una genealogía de mujeres que han cuestionado esa visión idealizada de la maternidad y han reflexionado sobre dónde queda la identidad de la “mujer” en el momento que esta se convierte en “madre”.
Madres arrepentidas fuera del marco clínico
Aunque no esté libre de prejuicios y de culpa, nuestra sociedad cada vez acepta más estos sentimientos cuando los recogemos bajo un diagnóstico clínico de depresión post-parto, fruto de esa experiencia radical que transitan las mujeres en la maternidad, y que tan bien se muestra en la película. Sin embargo, esta no debe ser una cuestión restringida al ámbito médico.
En su ensayo Madres arrepentidas: Una mirada radical a la maternidad y sus falacias sociales, Orna Donath sitúa el arrepentimiento en el centro como una experiencia legítima en la vida de muchas mujeres que han sido madres. A través del arrepentimiento “no se trata la cuestión de «¿cómo puedo llegar a sentirme a gusto con la maternidad?», sino la experiencia según la cual «ser madre ha sido un error»”. Esta distinción es importante, ya que, según explica, “si nos apresuramos a hablar solo de las dificultades de la maternidad, vaciamos de contenido el arrepentimiento y neutralizamos toda opción de examinar el axioma de que la maternidad se vive necesariamente como una experiencia que vale la pena en el caso de todas las madres y en todas partes”. Y esta es una realidad que no siempre es así.
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A lo largo del ensayo, Donath recoge los múltiples testimonios de mujeres que consiguen sobrellevar la culpa por enunciar en voz alta: “Si hoy pudiera volver atrás, estoy segura que no traería niños a este mundo” o “Aunque son maravillosos, encantadores y lo que te dan es increíble… Si pudiera retroceder en el tiempo sin sentir culpa ni todas esas ataduras, no elegiría este camino”. Y los motivos son múltiples, desde las expectativas sobre la maternidad prometida hasta la realidad con la que se encuentran, las cosas a las que deben renunciar todavía las mujeres en una sociedad que pone muy complicada la conciliación (incluIda la laboral), o el “simple” hecho de que, a partir de ese momento, una nueva vida va a depender siempre de ti.
Frente a esta situación—que no es nueva— hay mujeres que habitan la maternidad y llegan a convivir con ese arrepentimiento, pero también hay otras —las menos— que deciden marcharse. Begoña Gómez Urzaiz escribe sobre esto en su ensayo Las abandonadoras, en el que no solo refleja a las madres arrepentidas, sino también a las que buscan remedio a este sentimiento a través del abandono. Entre ellas destaca la escritora Doris Lessing —conocida por su obra El cuaderno dorado—, quien dejó a sus dos hijos pequeños cuando se divorció de su primer marido. La escritora británica llegó a afirmar en su autobiografía: "No hay nada más aburrido para una mujer inteligente que pasar mucho tiempo con niños pequeños. Yo sabía que no era la mejor persona para criarlos, hubiese acabado alcohólica y frustrada intelectualmente como acabó mi madre". Sin embargo, frente a los incontables —por lo naturalizado de la situación— abandonos de hombres a sus hijos, como si el sustantivo “padre” tuviera menos peso que el de “madre”, a Lessing este hecho la persiguió toda la vida. No porque se arrepintiera de haberles abandonado, sino porque siempre fue juzgada e interrogada por ello.
Por lo tanto, en Salve María y en su “final provocador” —en palabras de Coll— hay una mirada a todas estas mujeres que, además de mujeres, fueron madres, y luego desearon no haberlo sido. Es una película que se suma a otros tantos relatos alternativos que buscan deconstruir el estigma de la “mala madre”, que tan arraigado está todavía en nuestra sociedad, y que ponen palabras a lo indecible. Por ello, frente a la frase que dice Susan Suleiman: “Las madres no escriben, están escritas”; la directora cree que es momento de “decir las cosas, de escribir las cosas". Para que, poco a poco, y cada vez más, las madres no solo estén escritas, sino que también escriban. Y, lo más importante, que puedan escribir sin prejuicios ni culpa.