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IGUALDAD

Ni violencia en las calles, ni acoso en las aulas, ni compasión en el trabajo: las personas trans quieren igualdad

Imagen de archivo de una manifestación LGTBI.

Cuando Allen inició su transición, se encontró con el rechazo y la violencia de su familia. Laura Nicole llegó hace dos años a suelo español, los que lleva batallando por un techo y un trabajo. A ella la violencia se le presentó de forma simbólica, en las muchas barreras que las mujeres trans migrantes encuentran para acceder a los derechos más fundamentales. Niurka quiere poder brindar por el fin de esos obstáculos y celebrar que todas las personas trans han desterrado la vergüenza. Los tres hablan con infoLibre la víspera del Día Internacional de la Visibilidad Trans, una efeméride que encomienda a seguir batallando por la igualdad de oportunidades, pero también a aplaudir los avances conquistados para el colectivo.

Allen nació en Segovia hace 26 años. Todavía no había cumplido la mayoría de edad cuando se reconoció abiertamente como hombre. Durante su adolescencia, inició un proceso de transición que no fue bien recibido entre las paredes del que era su hogar: su familia expresó su más absoluto rechazo a través de la violencia. Aquella situación le llevó a pasar por un centro de menores primero y a buscarse la vida de manera autónoma después.

La violencia es una constante en la vida de las personas trans, en un contexto en el que los delitos de odio por motivos de orientación sexual e identidad de género están al alza: en 2020 se registraron 282, frente a los 230 de 2016, según la estadística de criminalidad del Ministerio del Interior. Este mismo mes, una mujer trans denunció haber sido víctima de una agresión tránsfoba por un grupo de hombres en l’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y en febrero una joven dio la voz de alarma ante un ataque tránsfobo en una discoteca de València.

Para Laura Nicole, la violencia tiene un nombre: exclusión social. "Mujer trans, negra, sin papeles… todo va pesando", reconoce al otro lado del teléfono. Llegó a España hace algo más de dos años, justo antes del estallido de la pandemia. Sin arraigo familiar, sin documentación y sin apenas dinero. "No tenía con qué pagar las habitaciones, no tenía con qué comer y tampoco tenía trabajo". A la crudeza de su situación se sumaba la ferocidad de una pandemia que mostraba por aquel entonces su cara más hostil. 

Hoy reside en un piso de acogida en Madrid, gracias al trabajo de la ONG Rescate. Cuando termine de compartir alojamiento con sus cuatro compañeros, entrará en una segunda fase: la búsqueda de habitación para ella sola. Una etapa que encara con cautela. "Siempre es difícil para nosotras, chicas migrantes, trans y muchas veces sin contrato de trabajo", lamenta.

UGT estima que el desempleo entre las personas trans supera el 80%. Según el Eurobarómetro LGTBI, un 42% del colectivo afirma haberse sentido discriminado durante su proceso de búsqueda de empleo o en su entorno laboral. Son algunos datos recopilados por la Fundación LLYC y la Fundación 26 de diciembre, para el proyecto Transparentes. Federico Armenteros, presidente de esta última, remarca que las personas trans se mantienen ancladas en la marginalidad y "es muy difícil sacarlas de ahí". El estigma, recuerda, les ha acompañado desde que las primeras personas trans empezaron a hacerse visibles a los ojos de los demás, un paso que en lugar de brindarle derechos las relegó a los márgenes. "Todavía quedan reminiscencias de todo eso", denuncia. Tratan de aplacarlas iniciativas que buscan su integración laboral, en marcha gracias a la perseverancia de las organizaciones sociales. Es el ejemplo del programa Yes we trans, de la mano de la Federación Estatal LGTB, o del proyecto Ámbar, diseñado por la Fundación 26 de diciembre.

Allen habla mientras transita las calles de Madrid, el último destino de los muchos en los que ha residido. En su mochila se acumulan algunas de las historias que le han dejado cicatriz, la mayoría vinculadas a la esfera laboral. Recuerda el taller de costura en el que se vio obligado a vestir con el uniforme femenino, a pesar de haber iniciado ya su proceso de transición. El mismo centro de trabajo al que un día llegó rapado para evitar los comentarios de sus compañeras. También guarda espacio en su memoria la cocina en la que se apilaban las vejaciones tránsfobas, pero también el acoso homófobo y machista. "Cuando te ves expuesto ocho horas seguidas a ese tipo de situaciones, te acaba afectando", reconoce.

Si Laura Nicole pudiera elegir, apostaría por la educación como motor de cambio. "Muchos de los que discriminan lo hacen porque no tienen información, necesitamos una educación equitativa", señala. El deseo por sembrar el cambio a través de los centros educativos guarda estrecha relación con el acoso que sufrió en las aulas en su Colombia natal. "Salí del armario a los diecisiete, pero me di cuenta con nueve años: siempre lo tuve muy presente desde pequeña". Precisamente esa normalización desde una edad temprana allanó el terreno entre su familia y sus amistades, pero no fue tan sencillo con los demás. "En el colegio me dieron la espalda, me llamaban por un nombre que no era el mío, tuve que cortarme el pelo para la ceremonia de graduación", recuerda. Aún así, apostó por seguir formándose: "Pensé que si estudiaba me iba a cambiar la vida, pero me equivoqué. Estudié, fui la mejor, pero era trans".

Según un estudio elaborado por la FELGTB, el 58% de las personas trans de entre 16 y 24 años ha sufrido transfobia en la escuela. La mayoría denuncia además la falta de protocolos para actuar en consecuencia. El estigma relegó a la joven colombiana a trabajos asignados socialmente a las mujeres trans, vinculados a la estética y el mundo de la moda. "A mí me gusta, he sobrevivido así nueve años. Pero no es lo que imaginaba cuando era pequeña, he tenido que adaptarme".

Tener voz propia

Aunque las voces consultadas arrastran consigo heridas abiertas, también reconocen luces: las redes de apoyo, la ayuda desinteresada de los colectivos y el respeto que sí anida en algunos centros de trabajo. Precisamente en ese extremo, la celebración de los avances, se centra la Plataforma Trans. Este miércoles, la organización ha presentado en el Ministerio de Igualdad la campaña que ha tejido de cara al Día de la Visibilidad Trans. "No queremos compasión, no queremos que se nos tenga pena, queremos justicia y equidad", dice la presidenta de la plataforma, Mar Cambrollé, en conversación con este diario. Para la activista, es el momento de "visibilizar las discriminaciones, pero también de poner soluciones sobre la mesa" y de recordar que la inclusión es "una realidad que ya viven hoy muchos jóvenes trans".

Entretanto, la ley trans que reivindica el colectivo sigue a la espera de aterrizar en segunda vuelta en el Consejo de Ministros e iniciar así su trámite parlamentario. La ministra de Igualdad, Irene Montero, ha denunciado este mismo miércoles el "bloqueo" que ejerce el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sobre el anteproyecto. El órgano de los jueces lleva meses sin emitir el informe que le fue encargado en diciembre. La norma ha sido uno de los principales focos de tensión entre los socios de gobierno, pero además ha generado un hondo debate entre algunos sectores del feminismo. 

Niurka Gibaja no se opone al debate: lo aplaude. "Tiene que haber debate porque de una u otra manera puede resolver dudas, el problema está en las posturas cerradas a cal y canto", valora. Niurka es activista en la Federación Estatal LGTB y mujer trans. "Cuestionar la autodeterminación es como quitarnos lo más preciado que tenemos", sostiene en charla con este diario, "podemos discutir los procedimientos administrativos o los mecanismos para llevarlo a cabo, pero hay temas centrales que no son negociables".

Niurka nació en el seno de una familia "muy normativa, tradicional y creyente". Un entorno que, contra todo pronóstico, no sembró obstáculos en el desarrollo de su identidad. "Nunca he sido coartada en mi expresión de género", presume. También ella llega a España rondando la veintena y se encuentra con un entorno hostil como mujer, trans y migrante. "Partes de una situación de desventaja" y la posibilidad de "acceder a los mismos derechos que otras personas" se diluye, afirma hoy.

Tras más de treinta años desde su llegada a suelo español, es momento de festejar. "Seguir celebrando el reconocimiento de mi identidad, celebrar que hemos cambiado la imagen de lo que somos, antes se nos veía y nos veíamos con vergüenza, pero hoy estamos orgullosas. Celebrar que contamos nuestras historias, nuestros procesos, lo que nos está tocando vivir", enumera. Pero también enorgullecerse de un respaldo que estima mayoritario. El apoyo por parte de las familias de los menores trans, concede, también de "los feminismos inclusivos, donde caben todas las mujeres". Niurka celebra, especialmente, que hoy las personas trans tengan la posibilidad de "hablar a título personal, como sujeto con voz propia".

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