El futuro de Europa
Certezas y falacias sobre las naciones sin Estado
¿Existen las naciones sin Estado? La nueva dirección del PSOE, con Pedro Sánchez a la cabeza, ha asumido esta semana que sí, aunque la definición que los socialistas hacen de estos territorios siga moviéndose en la imprecisión.
Abrió el melón el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en una entrevista publicada el domingo en El Correo en la que dejaba claro su convencimiento de que “en Europa hay muchas naciones sin Estado que pertenecen a un ente superior, véase en Alemania y Francia”.
Le siguió el lunes la presidenta del partido, la exministra Cristina Narbona. En respuesta a los periodistas que trataban de que aclarase la fórmula con la que el PSOE espera reconducir el conflicto abierto con los independentistas catalanes, Narbona defendió abiertamente la tesis de que dentro de España puede haber “naciones sin Estado, en referencia a las comunidades históricas, como ya ocurre en Baviera, dentro de Alemania, y la concepción de las partes que conforman Bélgica”. Y añadió: “Se trata de naciones sin Estado, ya que la soberanía es única, porque nuestra referencia clarísima es la de los Estados federales”.
Si nos atenemos a la definición que trazó el propio Sánchez en el debate de candidatos de las primarias socialistas, una nación es ”un sentimiento que tiene muchísima ciudadanía, por ejemplo en Cataluña, por ejemplo en País Vasco, por razones culturales, históricas o lingüísticas”.
En ese marco, y a pesar de la referencia de Narbona, difícilmente cabe, a pesar de su denominación oficial, el Estado Libre de Baviera, un territorio federado alemán cuyo Parlamento, en el contexto de la posguerra y bajo la influencia de las potencias occidentales ocupantes, aceptó en 1949 la Constitución de la República Federal de Alemania. Baviera, con algo menos de 13 millones de habitantes (el 16% de la actual RFA), es el mayor de los 16 estados que forman Alemania y el más rico. Tiene identidad propia, sí, pero el partido que domina su vida política desde hace casi 70 años (la Unión Social Cristiana de Baviera, CSU) no tiene ni ha tenido nunca aspiraciones soberanistas, por mucho que defienda con ahínco las competencias bávaras. Es verdad que la bandera independentista existió, pero su principal impulsor, el Partido de Baviera (BP), una formación creada en 1946, lleva fuera del parlamento bávaro desde 1966 y su respaldo en las elecciones apenas pasa desde entonces del 2%, muy lejos del 20% que llegó a cosechar en los años cuarenta, en plena posguerra europea.
¿Se equivoca entonces el PSOE?
Si nos atenemos a la definición de Sánchez, no. Aunque Baviera no lo sea, hay al menos un grupo de cinco territorios en el continente en los que desde hace décadas, a veces desde hace más de un siglo, existen expresiones políticas mayoritarias que reivindican su condición de naciones sin Estado y defienden el reconocimiento de su derecho a la autodeterminación. Lugares con una fuerte identidad construida en torno a una historia, una cultura y sobre todo un idioma propios. Dos están en España y los demás en Reino Unido, Bélgica y Francia. Son los siguientes:
Cataluña
El catalán se ha convertido en el gobierno territorial europeo que más activamente busca ejercer el derecho a la autodeterminación, hasta el punto de desafiar el ordenamiento jurídico vigente para intentar conseguir que sus 7,5 millones de habitantes puedan pronunciarse y decidir si quieren seguir formando parte de España o establecerse como un Estado independiente.
Con el 16% de la población y casi el 18,9% del PIB, la economía catalana es la más fuerte de España. Y su expresión política mayoritaria ha ido evolucionando en los últimos años del autonomismo al independentismo. Esquerra, el PDeCAT y la CUP sumaron casi un 48% de los votos emitidos en las últimas elecciones (2015) y se hicieron con el control del Parlament. Y si en vez del partidos independentistas hablamos de partidos que defienden el derecho a decidir, la suma de las fuerzas integrantes de la coalición Catalunya Sí que es Pot eleva ese porcentaje al 57%.
Teniendo en cuenta estas variables (lengua, cultura e historia propias y una expresión política abiertamente partidaria del derecho a la autodeterminación) Cataluña cumple claramente la definición de nación sin Estado.
Euskadi
El caso del País Vasco (la parte española, porque la francesa apenas tiene relevancia política) difiere notablemente del de Cataluña, a pesar de que las expresiones partidarias del derecho a la autodeterminación son claramente hegemónicas (PNV, Bildu y Elkarrekin Podemos sumaron en las elecciones de 2016 nada menos que un 73,71%). Con una población de algo más de dos millones de habitantes (un 4,5%) y un peso en el PIB estatal del 6,1%, el PNV ha aparcado de momento las reivindicaciones soberanistas que defendió en 2003 en el marco del Plan Ibarretxe y que, entre otras cosas, pretendían que el Estado español reconociese su derecho a la autodeterminación. Su régimen fiscal (único en España, junto a Navarra) le otorga una rasgo diferencial del que carece Cataluña.
En cualquier caso, en el País Vasco también se dan las condiciones comúnmente exigidas para considerar que un territorio es una nación sin Estado: una identidad construida en torno a una historia, una cultura y un idioma propios y un escenario político mayoritariamente partidario del reconocimiento del derecho a la autodeterminación.
Escocia
Es uno de los cuatro países que constituyen el Reino Unido junto a Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte. Sus 5,3 millones de habitantes representan poco más del 8% de la población británica y su peso en el PIB estatal es de apenas un 9,2%.
Su identidad nacional está fuera discusión, no sólo porque fuese un Estado independiente hasta 1707 sino porque posee una historia y cultura muy marcadas además de una lengua propia (sin contar el minoritario gaélico escocés).
La particularidad escocesa radica en que desde la reinstauración del Parlamento escocés, en 1997, el independentismo no ha dejado de crecer. Su expresión política, el Partido Nacional de Escocia (SNP), que se convirtió en mayoritario en 2007, consiguió pactar con el Gobierno del Reino Unido la celebración de un referéndum pera que los escoceses decidiesen si querían volver a ser independientes. La consulta se celebró el 18 de septiembre de 2014 y un 55,3% ee los votantes, influidos por el convencimiento de que era mejor seguir formando parte de la Unión Europea, eligieron continuar formando un único Estado junto a Inglaterra, Gales y Irlanda del Norte.
Cuando el asunto parecía zanjado, al menos por varias décadas, las aspiraciones independentistas cobraron un nuevo impulso el año pasado cuando, contra todo pronóstico, los ciudadanos ingleses y galeses impusieron la decisión de que el Reino Unido abandonase la Unión Europea. El Gobierno escocés, claramente partidario de permanecer en la UE, trabaja con la hipótesis de repetir el referéndum. Es un objetivo que, de momento, la primera ministra, Nicola Sturgeon, ha pospuesto hasta otoño de 2018. Para esa fecha, Reino Unido ya habrá salido de la UE y Escocia sabrá a qué atenerse.
Córcega
La isla de Córcega forma parte de Francia desde el siglo XVIII y su historia es una enciclopedia de la guerra y las invasiones que han agitado el continente europeo desde el mesolítico, con un especial protagonismo de Italia, a la que debe su origen la lengua corsa, hablada por el 60% de la población.
El independentismo corso tiene una larga tradición que se remonta varios siglos y contó con una expresión violenta en las últimas décadas (el Frente de Liberación Nacional de Córcega, FPLC, fundado en 1973 y en proceso de disolución desde 2014). Desde el punto de vista administrativo, a partir de 1991 constituye una excepción en Francia: no es una región sino una “colectividad territorial”, lo que le otorga un modelo de autogobierno por encima del resto de los territorios franceses.
A diferencia de Cataluña o el País Vasco, o incluso de Escocia, Córcega carece de peso económico (representa el 0,4% del PIB francés) o demográfico. Pero eso no ha impedido que las formaciones partidarias del derecho a la autodeterminación hayan ido ganando peso elección tras elección. La culminación de ese fenómeno tuvo lugar en diciembre de 2015 cuando los grupos nacionalistas (una alianza entre los autonomistas de Femu a Corsica y los independentistas de Corsica Libera) se alzaron con una histórica victoria gracias al apoyo del 35,34% de los votos y quebraron el tradicional turnismo de la izquierda y la derecha francesas que hasta entonces había dominado la vida política de la isla.
Flandes
La región histórica de Flandes se reparte en la actualidad entre Francia, Países Bajos y Bélgica pero es el territorio belga el que reúne las condiciones comúnmente asociadas a una nación sin Estado: un idioma (el 70% de la población se expresa en flamenco) y una identidad propia que se opone a la parte valona, de lengua francesa.
Lo peculiar en este caso es que Flandes no sólo es la región más rica de Bélgica sino que ocupa el 40% de su superficie y sus 6,3 millones de habitantes suponen el 60% de su población. Para complicar más la situación, se da la circunstancia de que Bruselas, la capital del país y la sede de la Unión Europea, está en territorio flamenco.
La Alianza Neo-Flamenca (N-VA), un partido conservador y nacionalista que apuesta por independencia de Flandes, se convirtió en 2010 en el más votado tanto en su territorio natural como en el conjunto de Bélgica. En las últimas elecciones (2014) mejoró incluso esos resultados y su creciente influencia ha puesto sobre la mesa el debate sobre la compleja supervivencia del Estado belga.
Los otros candidatos
Más allá de Cataluña, Euskadi, Escocia, Córcega y Flandes, existen en Europa al menos otros cinco casos de territorios comúnmente asociados a las naciones sin Estado pero en los que las expresiones políticas que reivindican este estatus no han conseguido, al menos por ahora, el apoyo de la mayoría social. Son los siguientes:
Galicia
La condición de comunidad histórica (con Estatuto aprobado durante la II República) y el hecho de contar con un idioma propio hablado por una mayoría de la población le permitieron subirse al tren del autogobierno del que han tirado, desde la reinstauración de la democracia, las comunidades vasca y catalana.
La diferencia está en que la potencia de su larga historia y de su cultura propia nunca se tradujeron en una expresión política hegemónica. Desde las primeras elecciones democráticas, el nacionalismo gallego no ha conseguido pasar del 23% (ocurrió hace 16 años) y el Bloque Nacionalista Galego (BNG) ahora apenas supera el 8% del apoyo ciudadano (una parte sustancial del BNG se escindió y pasó a formar parte de la actual En Marea), pese a que durante cuatro años compartió tareas de Gobierno mediante un pacto con la marca gallega del PSOE.
Demográficamente Galicia representa un 5,7% de España (algo más que Euskadi y menos de la mitad que Cataluña)y siempre ha estado detrás de las otras dos comunidades históricas en peso económico, como un PIB que apenas alcanza el 5,2% del total estatal.Frisia
Es una de las doce provincias que forman Países Bajos, tiene Cámara legislativa que representa a sus 620.000 habitantes y es la única con idioma propio (el frisón). La bandera del derecho a la autodeterminación la enarbola aquí el Partido Nacional de Frisia (FNP), autonomista y, de momento minoritario.
País de Gales
Sus tres millones de habitantes viven en uno de los cuatro países que forman el Reino Unido y un 25% de ellos son hablantes de galés. Lograron un cierto grado de autogobierno en 1997 y su expresión política autóctona es el Partido de Gales (Plaid Cymru, PC), abiertamente independentista. Su éxito, sin embargo, no es de momento equiparable al del nacionalismo escocés: tienen apenas un 20% de apoyo popular.
Islas Åland
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Las islas Åland, con apenas 30.000 habitantes, son de soberanía finlandesa pero están situadas en el Báltico a medio camino entre Suecia y Finlandia. Su único idioma y su identidad son suecos, lo que le ha permitido gozar de un alto grado de autonomía. Futuro de Åland (ÅF), que se mueve entre el 7 y el 9% de los votos, es la expresión política del independentismo de las islas.
Silesia
El caso de Silesia es el de un territorio europeo al que la historia dividió entre Alemania, la República Checa y Polonia. La parte de ese territorio que más ha madurado sus expresión política es la situada en la actual Polonia, una de las áreas más ricas del país y cuya identidad sobrevivió, sucesivamente, a la ocupación nazi y a los años de Gobierno comunista, durante los cuales no sólo careció de autogobierno sino que su lengua fue perseguida. Su expresión política es el Movimiento por la Autonomía de la Silesia (RAŚ), fundado en 1990 y con un respaldo creciente que, sin embargo, aún no ha pasado del 10%. Los silesios son unos cuatro millones de europeos y representan una décima parte de la población polaca.