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'Corona-news': un remedio contra el autoboicot del cuerpo, la factura psicológica y el deber moral de protestar

Un paciente en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital de Guayaquil (Ecuador).

infoLibre resume semanalmente las informaciones más interesantes sobre el covid-19 publicadas en la prensa internacional. Esta es nuestra selección de hoy.

un remedio contra el autoboicot del cuerpo (Der Spiegel)

Una de las ironías más tristes que los científicos han descubierto analizando el nuevo coronavirus es que, en ocasiones, la respuesta inmunitaria exagerada del cuerpo humano es la que termina provocando la muerte del paciente, y no el daño que provoca el patógeno en sí. El fenómeno se conoce en jerga médica como tormenta de citoquinas. Las citoquinas son proteínas liberadas por las células encargadas de la respuesta a una enfermedad, que provocan una respuesta inflamatoria que ayuda al cuerpo a combatir el virus. Pero en ocasiones, esta liberación se pasa de frenada, empeorando muy rápidamente el estado del enfermo. Sin medicación, es difícil de controlar. Pero Der SpiegelDer Spiegel recoge una buena noticia: la Universidad Johns Hopkins, de los Estados Unidos, está desarrollando un estudio para limitar el fenómeno. Sus primeros resultados son "prometedores". 

El equipo, liderado por el reumatólogo Maximilian Konig, está depositando sus esperanzas en los "bloqueadores alfa", unos medicamentos que, en resumen, ocupan el espacio que necesitan las células que liberan esas citoquinas adicionales. Ya en 2018, otros investigadores de la misma Universidad demostraron que, en ratones, sirven para detener la tormenta. El reto en la actualidad es demostrar no solo que funcionan en humanos, sino que funcionan contra el covid-19. Por ahora, hay datos preliminares que muestran que los pacientes con neumonía que siguen el tratamiento tienen menos probablidad de morir por falta de aire. Si se confirma, sería una enorme noticia: no solo se trata de erradicar por completo la pandemia, algo que solo puede lograr una vacuna, sino de reducir su letalidad. 

La factura psicológica (The Guardian)

El diario británico The Guardian ha publicado un extenso reportaje sobre una de las consecuencias más temidas de la pandemia: el golpe psicológico. No solamente por el confinamiento: la mortalidad de buena parte de los países del mundo se ha incrementado dramáticamente en cuestión de semanas, y los que sobreviven se enfrentan a la pérdida de sus seres queridos. "El gran pozo de pérdida, miedo, tristeza y dolor tras las estadísticas en aumento", lo define el periodista, que ha consultado a varios psicólogos su opinión sobre lo que está por venir. "No hay nada con qué comparar", explica la psicoterapeuta Susie Orbach, el impacto que causa en la mente un mundo que, de repente, cambia de eje, sumiendo a millones de personas en la incertidumbre. 

Existe una gran preocupación entre los profesionales de la salud mental sobre cómo abordarán la avalancha de pacientes que ya notan y que deberán atender en los próximos meses. El crecimiento de la demanda se suma a que, en muchos países, los recursos dedicados a esta rama son muy limitados. Los efectos de la pandemia se notarán en este campo, probablemente, durante años: así funcionan los traumas. "Mientras ocurre la crisis, tú estás en ella y todo es incierto e impredecible. No tienes la libertad emocional para permitirte procesar el trauma. Es solo cuando el mundo externo se vuelve más seguro y predecible nuevamente que las personas pueden sentirse capaces de buscar apoyo", asegura Julia Samuel, experta en la superación del duelo. 

Las personas con mayor probabilidad de sufrir estrés postraumático son los sanitarios que han mirado frente a frente al coronavirus. Pero también los pacientes que han pasado por las Unidades de Cuidados Intensivos, y los que ya sufrían desórdenes psicológicos antes de la pandemia y solo han podido seguir con sus sesiones en línea. Ahora, desgraciadamente, muchos han incorporado la fatiga y la tristeza a su "nueva normalidad", por lo que es difícil revertirlo.

El deber moral de protestar (The Washington Post)

Que las aglomeraciones, aunque sean al aire libre, son un peligro potencial en una pandemia no es una opinión, es un hecho. Partiendo de esta premisa, The Washington Post se pregunta qué ha llevado a los manifestantes estadounidenses que protestan a raíz del asesinato de George Floyd a salir de la calle a pesar del riesgo de contagiarse y contagiar a otros. Los sociólogos y psicólogos consultados creen que hay una relación directa entre el confinamiento y las manifestaciones: "La gente está muy reprimida por la frustración de quedarse en casa por tanto tiempo", asegura una experta. "La brutalidad policial encendió el fuego. Cuando las personas se sienten desesperadas, sienten que no tienen nada que perder y la precaución se va al garete".

Hay muchos participantes de la revuelta que, siendo plenamente conscientes del riesgo, sintieron la necesidad de salir de casa al reflexionar sobre qué les esperaba, a ellos y a sus hijos, como negros en Estados Unidos. "Fuck coronavirus", dice una entrevistada. "Ni siquiera puedes salir por la puerta sin tener miedo por el color de tu piel. Esto es más grave de lo que era el coronavirus. Esta es nuestra vida aquí afuera. Esta es la vida de nuestros hijos". Muchos muestran, interpreta el reportaje, una mezcla de fatalismo e idealismo: hay muchos que sienten que "merece la pena morir por esto", que ya han aguantado suficiente racismo y que prefieren jugarse el todo por el todo en este momento histórico. Otros esperan que las llamadas al distanciamiento social y el uso de mascarillas sean suficientes. 

Los epidemiólogos recuerdan que no se puede luchar conectado a un respirador y recomiendan pasar una cuarentena voluntaria de 15 días tras acudir a una convocatoria. Sin embargo, hay muchos que sienten que no tienen otra opción, que es su "deber moral" salir. "Es importante para mí ejercer mi derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. No estoy haciendo eso cuando estoy sentado en casa".

Ciudades ejemplo de cielos limpios (The Guardian)

A pesar de lo duro del confinamiento, muchos habitantes de grandes ciudades se han dado cuenta de los beneficios de vivir en una urbe sin apenas contaminación atmosférica y sin tráfico. Ahora, tres ciudades, explica The Guardian, lideran el camino para hacer que tales transformaciones sean permanentes: Copenhague (Dinamarca), Oakland (California, Estados Unidos) y Ciudad de México. Tras volver, aunque solo en parte, a la normalidad, muchos no quieren regresar al humo y al estrés que provocan los coches. "No existe una solución rápida para todos, pero hay lecciones, sobre justicia ambiental, activismo comunitario, diseño urbano, ambición climática, innovación tecnológica y liderazgo municipal, que se pueden aprender de las ciudades y los estados que estaban progresando incluso antes del cierre".

Copenhague, ciudad número 1 del mundo en uso de bicicleta, quiere ser neutra en carbono para 2025. Es posible porque, entre otros factores, la presión ciudadana ha logrado que los peatones tengan más espacio que las bicicletas, y que las bicis tengan más espacio que los coches. El uso del vehículo privado contaminante está muy limitado. En California, los activistas han presionado al Gobierno del Estado para que desarrolle un plan para los barrios más pobres, habitualmente más sucios y más afectados por la polución. En texto pone en valor el trabajo de Margaret Gordon, que lleva 30 años haiendo campaña en su barrio, West Oakland, entre dos carreteras, varias fábricas y una central de carbón.

Y en Ciudad de México, los esfuerzos de la alcaldesa Claudia Sheinbaum, que perteneció al comité de expertos de la ONU sobre cambio climático, han conseguido muchas mejoras con respecto a la calidad del aire en la considerada urbe más contaminada del mundo en los 70. También es un ejemplo de las dificultades que a menudo se enfrentan en este camino: la capital limitó por matrícula los vehículos que podían circular cada día, y los ricos simplemente se compraron otro coche para sortear las restricciones. 

Tecnología contra la soledad (The New York Times)

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The New York Times repasa cómo la tecnología puede permitir que los hijos estén pendientes de sus padres de avanzada edad a distancia, toda vez que el coronavirus ha puesto de manifiesto la importancia de cuidar a nuestros mayores. A pesar de la desescalada, sigue existiendo un razonable miedo a visitar a los ancianos, debido al peligro de contagiar a un ser querido perteneciente a un grupo de riesgo. Pero ya hay soluciones que no solo permiten que hablen por videollamada con sus nietos, también controlar su estado de salud, si se toman o no la medicación o si surge alguna emergencia.

Las soluciones son variadas. En casa de la señora Potter, que vive sola en Newland, Carolina del Norte, un sistema avisa a su hija si no detecta movimiento posterior a las 10 de la mañana, su hora habitual para despertarse. "El monitoreo me permite tener una sensación de paz de que ella está despierta y comienza su día", asegura la familiar. Otras opciones incluyen relojes que miden la frecuencia cardiaca y alertan de caídas, apps en smartphones que emiten recordatorios, así como asistentes de voz que combaten la soledad y permiten fácilmente llamar a alguien, ya sea por necesidad o por mantener el contacto. La venta de este tipo de dispositivos se ha disparado tras la pandemia, aseguran las empresas que comercializan estos productos.

Bonus track: si sientes la necesidad inaplazable de abrazar a alguien a pesar del riesgo, The New York Times explica cómo hacerlo de manera segura (y en español). Y The Economist advierte del nuevo frente: la curva aún no se ha doblegado en muchos países pobres, con débiles sistemas sanitarios y sin posibilidad de confinarse durante más tiempo sin destrozar su economía.

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