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“Me quemó mi futuro”: la impunidad de los feminicidios en Argelia

Imagen de las mujeres víctimas de los feminicidios recopiladas por la Féminicides Alérie.

Ali Boukhlef (Orient XXI)

“Me quemó mi futuro”. En la madrugada del 26 de septiembre de 2022, mientras espera el autobús que debe llevarla a Tizi-Uzu, en Cabilia, Ryma Anane no sabe que su vida va a dar un vuelco. Mientras espera sola en la parada del autobús, la profesora de francés, de 28 años y un rostro angelical, no sospecha que la están siguiendo. Aprovechando la calma matinal, un hombre surge de ninguna parte, la rocía con combustible y la prende fuego con un encendedor antes de desaparecer. Conmocionada, traumatizada, la joven corre hasta su casa mientras lucha contra las llamas que le devoran el cuerpo. A pesar del dolor, tiene tiempo de explicarle a su familia que el presunto agresor es un pretendiente rechazado. El hombre se habría entregado a los servicios de seguridad, que lo mantuvieron en prisión.

Transportada al hospital, la joven se debate entre la vida y la muerte. Quemada en más del 60% de su cuerpo, principalmente en la espalda y el cuello, termina siendo trasladada a un hospital de España. Las imágenes de la víctima, vendada e inmóvil, llevada en una camilla antes de ser colocada en la ambulancia medicalizada que la llevaría hasta un avión estacionado en la pista del aeropuerto de Argel, conmovieron a centenares de argelinos y más allá. Se trata de una enésima tentativa de feminicidio en un país donde ocurren decenas por día.

Ryma Anane pudo salvar su vida –los médicos españoles son optimistas en cuanto a su recuperación, señalaron miembros de su familia–, pero otras mujeres no han tenido la misma suerte. El 18 de octubre, Touatia Mazouz fue decapitada por su cuñado en los suburbios de Orán. Según Féminicides Algérie, una página de Facebook y una web que cataloga los asesinatos de mujeres, la joven empleada pública de 26 años se ocupaba de los huérfanos de su hermana, fallecida hacía poco tiempo. Por una razón todavía desconocida, el viudo decapitó a la tía de sus hijos. Según datos del grupo, cuyas investigaciones se limitan a un recuento de las víctimas mencionadas en los artículos periodísticos, se trata de la 37ª mujer registrada como víctima de feminicidio desde el comienzo del año en Argelia, dice Chérifa Kheddar, una militante feminista que lucha desde hace varios años por la criminalización del feminicidio.

El Código de Familia, contra la Constitución

Para la mayoría de las feministas argelinas, estos crímenes solo son posibles porque la ley no protege lo suficiente a las mujeres. En su artículo 40, la Constitución de Argelia señala bien lo siguiente: "El Estado protege a la mujer contra todas las formas de violencia en todos los lugares y en cualquier circunstancia en el espacio público, en la esfera profesional y en la esfera privada. La ley garantiza el acceso de las víctimas a estructuras de apoyo, a dispositivos de atención y a asistencia judicial".

Pero “existe una contradicción importante entre la Constitución y el Código de Familia”, que coloca a la mujer bajo la tutela del hombre, señala Fatma Oussedik, una destacada socióloga que publicó infinidad de libros sobre la situación de las mujeres en Argelia y desde hace varios años milita por su protección. “Es necesario reconocer el feminicidio como un crimen”, exige por su parte la abogada Nadia Aït-Zaï. Y no es el único punto de contradicción. Si bien la Constitución aclama “la igualdad” de los sexos, el Código de Familia no les da los mismos derechos a los hombres que a las mujeres. Peor aún, las militantes indican que en los casos de violencia familiar, por ejemplo, “el hombre tiene el derecho de solicitar la suspensión de las actuaciones judiciales si pide perdón”.

Habla Fatma Oussedik: "Solo es mimetismo, no hay reflexión. Se invoca a Dios porque estamos en una situación donde se busca la solución en la religión, se busca la palabra divina. La religión se convierte en un refugio. Es una forma de comprender lo que sucede, un nivel de explicitación de la realidad. Ahora bien, cuando nos dicen que no reflexionemos y nosotras decimos que sí, la religión deja de ser una ayuda y se convierte en un gesto vacío; incluso se puede matar en nombre de la religión".

Desde 2015, el Código Penal argelino castiga las violencias perpetradas contra las mujeres, y también reprime, teóricamente, el acoso callejero y el acoso sexual. Pero todo queda en el plano de las intenciones. Según muchas militantes para los derechos de las mujeres, la mayor parte de esas violencias, sobre todo las que ocurren en el espacio familiar, no llegan a ser puestas en conocimiento de las jurisdicciones. Peor aún, según el artículo 279 del Código Penal argelino, los homicidios cometidos en casos de flagrante delito de adulterio son excusables y se les aplica una reducción de la pena, que puede contraerse a menos de 5 años de prisión. Luego el Código de Familia introduce la noción de “perdón”, que deja sin efecto cualquier acción judicial contra las violencias conyugales. Pero todavía no se ha dedicado ningún artículo para los feminicidios, que no son reconocidos como tales por la ley. En 2021, los servicios de seguridad señalaron haber registrado más de 8.000 denuncias de “violencia en el domicilio”. Sin mayores detalles.

¿Enamorados “rechazados”?

A falta de investigaciones sobre el asunto, resulta casi imposible definir los perfiles de los autores de asesinatos de mujeres. Y la tarea se complica aún más por la ausencia de estadísticas provistas por las autoridades, a pesar de la presencia de un ministerio dedicado a la mujer. Abogada experimentada y fundadora del Centro de Información y de Documentación de los Derechos del Niño y de la Mujer (CIDDEF), Nadia Aït-Zaï piensa poder distinguir un perfil de asesino en potencia: “Con frecuencia, y según las descripciones que dan los medios de comunicación, se trata de hombres rechazados, como en el caso de Ryma Anane”. Es cierto que ese perfil aparece con frecuencia en las descripciones de los medios de comunicación y las asociaciones. Y en el caso de Ghania Ouettar. Esta treintañera, discapacitada y residente en la ciudad de Sadrata (Souk Ahras, en el este de Argelia) fue asesinada por el hombre del que quería separarse, según informó el grupo Feminicidios Argelia, que describe que la víctima habría muerto como consecuencia de actos de violencia.

El despecho “amoroso” también estuvo detrás del asesinato de una joven abogada, en julio de 2020. Yasmine Tarafi fue hallada muerta en un vehículo en Buira (100 kilómetros al este de Argel). La investigación permitió detener a tres sospechosos, entre ellos, el supuesto pretendiente rechazado. El principal sospechoso no soportaba verla con otro hombre, y se puso de acuerdo con dos amigos para violarla colectivamente antes de matarla.

Este tipo de “venganza” puede llevar a actos indecibles. Es lo que le sucedió a Chaima. La joven, de 19 años y rostro infantil, fue violada, decapitada y luego quemada por un hombre al que conocía desde hacía mucho tiempo y que vivía con su madre en una villa miseria de Reghaïa, un suburbio al este de Argel. Dos años antes de ese día de octubre de 2020, Chaima lo había denunciado ante los servicios de seguridad, que lo detuvieron por tentativa de violación. El hombre pasó dos años en prisión. Pero cuando recuperó la libertad, intentó reflotar su relación con Chaïma. La llevó a una finca aislada, la violó y la molió a golpes. Roció su cuerpo con combustible y la prendió fuego. El cuerpo fue hallado tres días más tarde en una estación de servicio abandonada en Thenia, a unos 50 kilómetros al este de Argel. El agresor se entregó a los servicios de seguridad, pero el caso, mencionado una y otra vez en las redes sociales, conmovió a todo el país y colocó en un lugar central una práctica criminal antigua que perdura.

Además de estos crímenes de una violencia inusitada, en los medios siguen apareciendo otras formas de feminicidios más “clásicas”: con frecuencia son problemas de pareja que terminan en dramas. Y a veces suceden en público, como en el caso de una mujer apuñalada hasta la muerte por su marido en la ciudad de Tizi-Uzu. El hecho ocurrió en octubre de 2021, en una parada de autobús, frente a transeúntes y otros pasajeros. El mismo mes y en la misma ciudad, tras una discusión, un hombre mató a su mujer en el salón de belleza. Ambos hombres fueron detenidos y luego condenados a penas duras. Pero eso no permitió detener la espiral de los feminicidios.

Suceden por los “errores” de las víctimas

Hasta mediados de noviembre, el colectivo Feminicidios Argelia lleva registrados 37 feminicidios en el país. En 2021 se registraron 62 casos, y fueron mujeres asesinadas por un allegado o un conocido, según datos de varias asociaciones, que señalan que la cantidad exacta es difícil de determinar debido a los tabúes, que impiden que las familias se expresen. Eso es lo que sucedió en un homicidio cometido en enero de 2021. Tinhinane Laceb, una periodista de la televisión pública argelina, fue asesinada por su marido luego de una serie de discusiones conyugales, informaron los amigos de la víctima, a quienes ella les había confesado su situación. Pero para sorpresa general, el padre de la joven de dos niñas pidió ante los medios de comunicación que dejaran de hablar de “feminicidio”. Para él, se trataba de un accidente.

¿Por qué adoptó el padre esa posición? Para Chérifa Khedar, fundadora de la asociación Djazirouna (nuestra Argelia), que lucha contra las violencias cometidas contra las mujeres, una actitud semejante tiene como objetivo “evitar mencionar los eventuales errores cometidos por la víctima”. Por “error”, la militante se refiere al adulterio, algo que algunos maridos parecerían reprocharles a sus mujeres antes de pasar al acto. Pero “aun en caso de que esos ‘errores’ resultaran verdaderos, siempre hay otras soluciones que no implican recurrir a la violencia”, objeta Chérifa Khedar, que lamenta que “la sociedad con frecuencia les da la razón a los autores de los crímenes. Muchas veces se intenta justificar estos crímenes cometidos por hombres”. A este respecto, Khedar cita un ejemplo que dio mucho que hablar: un profesor de Medicina, Mostefa Khiati, presidente de una asociación de ayuda a los niños víctimas de traumatismos, justificó el homicidio de la joven apuntando contra la responsabilidad de su familia, sobre todo de los padres. Khiati declaró ante la prensa:

La nena debe haber tenido relaciones fáciles con la gente. Se dejaba engañar a través de las redes sociales y también directamente con las personas. Normalmente, si una nena tiene una buena educación, sabe que no tiene que entablar una amistad, o incluso simples relaciones, con cualquier persona. La nena tiene que saber quién es el hombre y cómo se comporta, salvo que sea un compañero de la escuela o de la universidad. La educación le permite a la persona cuidarse, protegerse, etc. Si los mecanismos y los reflejos que son inculcados por el entorno familiar no existen, ¿quién se los va a dar a la persona? Es imposible.

Khiati se justificó unos días más tarde, hablando de “una realidad social”. Pero en las redes sociales, como para muchos ciudadanos, un acto de violencia cometido por un hombre tiende a ser justificado como un “error” de la mujer.

El estatus de jefe de familia

Para universitarios y feministas, estas justificaciones de las violencias cometidas contra las mujeres en general y los feminicidios en particular están relacionadas en parte con “una crisis de la masculinidad”, explica Fatma Oussedik. Para ella, esas violencias, a veces extremas, están vinculadas con la “evolución” del estatus de la mujer en la sociedad argelina.

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Por “crisis de la masculinidad”, la investigadora apunta a una realidad en la que los hombres están en una situación donde las jóvenes ya no los necesitan para vivir, algo que los hombres no aceptan. El hecho de que “a las chicas les vaya mejor en la facultad, que ganen cada vez más espacio y que la soltería declarada aparezca entre las mujeres que se plantan frente a los hombres” provocaría en estos últimos una crisis identitaria que los empujaría a la violencia, analiza Oussedik. Para ella, la independencia económica de la mujer argelina tiene un valor subversivo que le permite, por ejemplo, rechazar a un hombre, algo que este último no acepta. Ese sentimiento se inspira en el Código de Familia, emanado directamente de la sharía, que les da a los hombres el estatus de reb, jefe de familia, una palabra que significa literalmente “dios”. “Estamos en una situación particularmente difícil, donde la ideología dominante les dice a los hombres que son reb de la familia, una expresión retomada en el Código de Familia”, resume Fatma Oussedik, que afirma ser consciente de que su perfil puede funcionar como ejemplo para las jóvenes argelinas. “Objetivamente, las mujeres como yo tal vez somos una referencia para las chicas más jóvenes, pero representamos una violencia para las jóvenes de ahora”, consideradas como más sumisas y por lo tanto expuestas a una mayor dominación masculina. “Tenemos autonomía de circulación, estamos casadas, somos madres de familia, abuelas, así que eso les demuestra a las otras mujeres que es posible”, sugiere Oussedik.

Mientras tanto, las asociaciones de defensa de los derechos de las mujeres siguen contando y publicando las cifras de los feminicidios y tratan de ayudar a las mujeres víctimas de la violencia. Ryma Anane sigue internada en Madrid, con la esperanza de curarse. Una “suerte” que no tuvieron todas las que ya se han ido.

Ali Boukhlef, periodista argelino independiente, trabajó para los periódicos Liberté y Al Watan

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