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Brigitte Macron monta una polémica subasta de mobiliario del Elíseo para ayudar a la sanidad pública
Se podría decir que entre el Segundo Imperio y la V República hay innumerables similitudes. Quienquiera que siga la actualidad puede descubrir indicios casi a diario: un sistema de poder personal y autoritario, servidores de Palacio expertos en ademanes de cortesanía de todo tipo, una prensa servil controlada por los dignatarios del régimen. Cada día que pasa aparece un nuevo ejemplo.
El lugar que ocupa en la escena pública la esposa del Jefe del Estado constituye también uno de los numerosos indicios que sugieren que Francia está inmersa todavía en una cultura neomonárquica.
La prueba es la sorprendente puesta en escena a la que acabamos de asistir estos últimos días que beneficia a Brigitte Macron. En un primer momento podríamos esbozar una sonrisa por la torpe cobertura informativa organizada, pero detrás de esta puesta en escena hay un hecho más grave que no tiene nada de anecdótico: el proyecto de privatización de piezas del Mobiliario Nacional en unas condiciones de legalidad que no parecen claras.
Empecemos la historia desde el principio. Cómo Brigitte Macron quiere dar a conocer que ella hace buenas obras. La frívola pero beata emperatriz Eugenia (1826-1920), esposa de Napoleón III, era una experta en la materia: la historia nos recuerda que renunció a un adorno de diamantes que le regaló la Villa de París para dedicar su valor a la fundación de una casa de educación para chicas pobres. La beata pero poco frívola Bernadette Chirac tenía su colecta de fondos llevada a cabo por los niños de las escuelas públicas, complacientemente divulgada por todos los grandes medios, como si estuviéramos aún en el Imperio.
Dentro de esa misma tradición, Brigitte Macron ha decidido prolongar la obra de Bernadette Chirac haciéndole el relevo, el 12 de junio de 2019, en la presidencia de la Fundación Hospitales de París-Hospitales de Francia, cuyo consejo reúne numerosas personalidades parisinas, entre las cuales está Jean-François Cirelli, presidente de la filial francesa del gigante americano de gestión de activos Blackrock, que tiene grandes pretensiones en Francia.
Practicar la caridad desde ese pequeño microcosmos que es la cumbre del poder está bien; hacerlo saber está mejor. Con Napoleón III, la prensa sometida al régimen, controlada por el muy corrupto Duque de Morny, hermanastro del emperador, o la controlada por el especulador Jules Mirès, se encargaba de dar a conocer al país la generosidad de la emperatriz. Con Emmanuel Macron es la prensa controlada por el multimillonario Arnaud Lagardère la que hace las veces, con esta formidable portada: “En el Elíseo, ella lucha por los hospitales”. Como si quisieran hacer olvidar que todo el año anterior su marido presidente ha hecho exactamente lo contrario.
Un periodista cortesano, que trabaja como redactor jefe en una publicación que lo es tanto como él, Paris-Match para ser precisos, ha sido convocado a palacio para hacer el reportaje más bonito posible, en papel glasé, a mayor gloria de la esposa del jefe del Estado. “Viernes 24 de abril, 14:30: aparece Brigitte Macron, sonriente, coqueta”. Así comienza, de manera totalmente insípida, y así continua durante seis interminables páginas.
Brigitte Macron tienen un mensaje que lanzar, sólo uno: quiere que se sepa que esa función honorífica de presidenta de la Fundación se ha convertido para ella –crisis sanitaria obliga– en un trabajo a tiempo completo. “Non stop”, le ha dicho al investigador de Paris-Match, que tiene un sitio en la mesa de todas las cadenas de informativos. Y más adelante, dice aún más: “A día de hoy, hemos recolectado 30 millones de euros. Con estos fondos hemos podido acudir de inmediato a la llamada de socorro de los sanitarios”.
El periodista, amable, no ha arruinado el ambiente y se ha abstenido de mencionar que esos 30 millones de euros no son más que una pequeña gota de agua para compensar la supresión de puestos de trabajo, la supresión de camas de hospital, el cierre de centros o de hospitales decidido durante estos últimos años por su marido y sus predecesores.
Tampoco le ha preguntado por los detalles del estrafalario proyecto que ella había preparado minuciosamente con el director del Mobiliario Nacional, Hervé Lemoine, para aportar algunos ingresos complementarios a la Fundación. Y es una pena, porque sería la continuación de nuestra historia para comprender mejor cómo funciona nuestra monarquía republicana.
La continuación de esta historia la cuenta Le Figaro: “El Mobiliario Nacional cede algunos de sus tesoros para apoyar a los hospitales”, titula el diario, y continua escribiendo: “Con el fin de 'contribuir al esfuerzo de la Nación para apoyar a los hospitales', el Mobiliario Nacional va a organizar una subasta inédita. Será cedida una parte de sus colecciones con ocasión de las Jornadas del Patrimonio, los días 20 y 21 de septiembre. Hasta ahora, esta vieja institución vendía regularmente algunos objetos desclasificados, sin hacer gran publicidad. Esta vez se trata de ir más allá: todos los beneficios de la venta serán transferidos a la Fundación Hospitales de París-Hospitales de Francia, presidida por Brigitte Macron”.
Le Figaro añade: “Elegiremos mobiliario que no tenga valor patrimonial ni valor de uso”, explica Hervé Lemoine, director del Mobiliario. “La lista se establecerá por unanimidad de los conservadores para evitar un proceso de 'dilapidación de joyas de familia'. Las colecciones públicas son consideradas inalienables –salvo en caso de desclasificación– y Mobiliario Nacional no debe aparecer como quien liquida una herencia. Aunque sea por una buena causa”.
Hay un problema: ¿Tiene derecho el director de Mobiliario Nacional a hacer una subasta? Y en esa hipótesis, ¿puede decidir destinar los ingresos de esa privatización a quien él quiera, en este caso a la fundación que preside Brigitte Macron?
Antes de tratar de responder a estas preguntas, es necesario precisar algo: Brigitte Macron y Hervé Lemoine –nombrado director del Mobiliario Nacional el 24 de enero de 2018, con Macron como presidente– se conocen bien y son muy cercanos. Así lo subraya el director durante una entrevista con La tribune de l'art: “Puestos a irritar a los cascarrabias, yo creo que las excelentes relaciones que mantengo con Brigitte Macron no tienen necesidad de ese tipo de comportamiento”.
Hervé Lemoine había sido protagonista de una primera polémica a finales de 2018 porque Brigitte Macron se había apoyado en él para llevar a cabo en esas fechas unas fastuosas obras en la sala de fiestas del Palacio del Elíseo (leer aquí el artículo de Challenges), con un coste evaluado en cerca de 500.000 euros, obras que habían impactado al país porque coincidían con el punto álgido de la crisis de los “chalecos amarillos” provocada por el malestar social.
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¿Quiere Hervé Lemoine proceder a una privatización, por medio de una subasta contraria a la ley? La respuesta a esta primera pregunta es bastante simple: en derecho, el mobiliario nacional es inalienable. El primer ministro Édouard Philippe recordaba este principio en una circular del pasado 15 de abril: “Los bienes que forman parte del dominio público mobiliario son inalienables e imprescriptibles”.
La única excepción posible es que el mobiliario para el que esté prevista la cesión sea previamente desclasificado. Y si se da esa desclasificación es que el mueble en cuestión no tiene gran valor o ha sido degradado. Dicho de otra forma, el Mobiliario Nacional no puede vender “algunos de sus tesoros” como cuenta Le Figaro; y si la ley se respeta, la subasta puede que no dé para gran cosa.
En una entrevista con La tribune d'art, concedida para tratar de justificarse, Hervé Lemoine lo dice él mismo: “Esas alienaciones son necesarias para nosotros por al menos dos razones: la primera para mí es que nos van a permitir separar mejor, y perdón por la trivialidad de mi comparación, el grano de la paja. En nuestros almacenes conservamos en las mismas condiciones obras de arte y armarios destartalados”. Entonces son obras de segunda clase las que tendrán que ser desclasificadas y luego vendidas en subasta.
Y el director continua: “Es una venta, si no de prestigio -las piezas no lo son- sí un poco publicitada al estilo de las ventas de mobiliario de hotel o de acciones de solidaridad. Yo he asistido varias veces a ventas en beneficio de tal o tal causa e importa más la causa que los bienes adquiridos. Esta última solución es la que me ha parecido más interesante, que nos permitirá una venta a beneficio de la Fundación Hospitales de París”.
Imaginemos pues que el procedimiento no contraviene la ley, aunque sólo permitirá saberlo el examen de las piezas puestas en subasta. Entonces se podrá comprobar si lo que se subasta son “armarios destartalados”. Queda aún otra cuestión, más delicada: un servicio del Estado que ingresa una cantidad, que es pues dinero público, ¿puede destinar ese dinero público a una fundación? El hecho de que la fundación, que tiene como misión un interés público, pueda recibir donaciones, no crea naturalmente debate.
¿Pero puede Mobiliario Nacional ser uno de los donantes? ¿Un contable público, responsable de sus propios dineros en caso de irregularidades, ha dado su conformidad a una operación así? Esta cuestión es naturalmente mucho más delicada.
Ha sido un abogado, Régis de Castelnau, el primero que ha levantado la liebre, en un blog, y quien ha creado la polémica. “Esta operación se ha puesto en marcha exclusivamente por interés personal de la señora Macron”, escribe indignado. “En el plano jurídico, esto no parece permitir la desclasificación de bienes públicos inalienables para venderlos en subasta. Este montaje entra dentro de la aplicación del artículo 432.15 del Código Penal, que sanciona la desviación de bienes públicos. Además esta desviación sería doble, primero porque los muebles no son propiedad del señor y la señora Macron y pertenecen a todos los franceses, y luego porque los fondos conseguidos son evidentemente fondos públicos y se atribuyen a la señora Macron, una persona privada, para hacer brillar su comunicación. Finalmente, el matrimonio Macron ha tomado esta iniciativa en calidad de personas públicas y deberían haberlo hecho en teoría exclusivamente por motivos de interés general. Y es que el producto de la venta será transferido a la señora Macron, persona privada en calidad de presidenta del organismo privado Fundación de Hospitales de Francia”.
“Esa mezcla de caracteres público-privado”, continua el abogado, “esa doble función que se representa estando a ambos lados de la barrera está prevista en el Código Penal que en su artículo 434-12 sanciona la 'toma ilegal de intereses'. El carácter de 'interés general' de la decisión de la venta en subasta del mobiliario nacional debe ser químicamente puro. Porque en estas circunstancias, el hecho de atribuir el producto a la estructura privada presidida por la señora Macron hace que caigan sospechas sobre la motivación al estar contaminada por el carácter privado. El señor y la señora Macron, en calidad de personas públicas, son responsables de la vigilancia y la administración de la decisión de esta venta. En calidad de persona privada, la señora Macron, destinataria de unas cantidades, tiene un interés personal privado, y el señor Macron, como marido suyo, tiene un interés personal indirecto igualmente privado. Dura lex sed lex”.
Esa es la entrada del blog que ha inflamado las redes sociales.
Entrevistado por Mediapart sobre la legalidad del destino de esas cantidades, Hervé Lemoine confiesa que no es un “gran especialista” en estas cuestiones legales, pero nos ha confesado que contaba con la aprobación de su tutela, el ministerio de Cultura, y que contaba con la garantía de una de sus colaboradoras, la consejera de Estado Emmanuelle Petitdemange, de que el procedimiento estaba en regla.
Como continuación a esta primera entrevista, Hervé Lemoine se dirigió de nuevo a nosotros y nos ha pasado una nota que se puede consultar en el apartado Prolongerde este artículo. Nos hace ver que “desde el punto de vista presupuestario, esta decisión está amparada por la opción de reasignación interna de créditos, autorizada por la ley orgánica relativa a las finanzas públicas”.
Y añade que “desde el punto de vista jurídico, esa donación tomará la forma de una subvención y será transferida conforme al reglamento aplicable en la materia. Las administraciones del Estado están autorizadas a conceder subvenciones mientras estén justificadas por el interés general. El artículo 10 de la ley 2000-321, de 12 de abril, relativa a los derechos de los ciudadanos en su relación con las administraciones, autoriza a las autoridades administrativas (de las que son parte, por supuesto, las administraciones del Estado, art. 1º) a conceder subvenciones a personas de derecho privado, lo que incluye las fundaciones de utilidad pública como la Fundación Hospitales de París-Hospitales de Francia”.
Sea como fuere, hay que admitir que este asunto es totalmente excéntrico porque, que recuerden altos funcionarios de Bercy (Ministerio de Economía y Finanzas, ndt), no hay conocimiento de que otras administraciones hayan hecho donaciones a organismos de interés público. Y dudamos mucho que este proyecto se hubiera dado a conocer si Brigitte Macron no lo hubiera pedido, o si el director del Mobiliario Nacional no hubiera querido hacerle ese regalo.
Criticado constantemente por el Tribunal de Cuentas (se pueden consultar aquí las críticas más recientes), Mobiliario Nacional tiene fama por otra parte de ser desde hace años una auténtica casa de locos. Hervé Lemoine tuvo que replicar a los magistrados de finanzas, en Le Figaro a principios de 2019, que Mobiliario Nacional “no es una cueva de Ali Baba mal gestionada”.
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Mira por dónde, un año después vuelve la polémica, una polémica recurrente de la que se conoce la razón de fondo: en este sistema institucional muy antidemocrático, el jefe del Estado dispone de todos los poderes, se está viendo claramente en este tiempos de crisis sanitaria, donde un sólo hombre decide en lugar de todo un país; y su mujer, que en una verdadera democracia no debería tener ningún papel público, dispone de un director y un jefe de gabinete pagados con fondos públicos y puede proceder a la apropiación de bienes públicos para utilizarlos en buenas obras personales y en su campaña autopromocional.
Traducción de Miguel López.
Texto original en francés: