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El 'caso Weinstein' desvela el drama de las víctimas de agresiones sexuales o cómo se silencian las denuncias
Se trata de una ola, con fuerza, venida de lejos, que rompe un orden establecido desde hace lustros. Tras el escándalo Weinstein en Estados Unidos, miles de mujeres han decidido compartir en las redes sociales el acoso sexual o el sexismo sucio que sufren a diario. En Francia, desde que el pasado fin de semana se puso en marcha en Twitter el hashtag #Balancetonporc [#denunciaalcerdo] se multiplican los testimonios. También se han creado las etiquetas #metoo, #moiaussi, #yotambién, sobre todo en Facebook.
En la aplastante mayoría de los casos, estos testimonios no se refieren ni a los agresores ni a los acosadores. Se refieren al día a día, en el trabajo, en la familia, en la calle. En todas partes, continuamente. El resultado de esta iniciativa es tan importante que en ocasiones, hay mujeres -también hombres a veces- que terminan por rememorar agresiones tan interiorizadas, prácticamente olvidadas o incluso a las que restaron importancia. Hasta ahora. Como si el dique de contención hubiese cedido.
Para las mujeres, supone –en cierta manera– una sorpresa saber que son tantas las que han pasado por lo mismo. O un efecto tranquilizador, la expresión de una evidencia. Para aquéllos, sobre todo hombres, que descubren la magnitud del fenómeno, la reacción es de estupefacción, compasión, pero también desprecio y negación.
La realidad social, sin embargo, estaba ahí, a la vista de todos, documentada profusamente desde hace años. Son las cifras oficiales que la sociedad nunca ha querido mirar directamente. Sin ir más lejos, el número de mujeres muertas en Francia cada año a manos de sus parejas, expareja o amante varía poco de un año a otro: en 2016 fueron 123 (y 34 hombres), según el Ministerio francés del Interior. O lo que es lo mismo, murió asesinada una mujer cada tres días. El año anterior las víctimas de la violencia machista fueron 122. Y se calcula que, anualmente, más de 80.000 mujeres son víctimas de una violación o de intento de violación en Francia.
Según un estudio publicado por el instituto francés de estadística, INSEE, fuera del hogar, “en 2005 o 2006, una mujer de cinco, de entre 18 y 29, años fue víctima de injurias y una de cada 10 se vio sometida a caricias y besos no deseados y amenazas”. En 2014, un informe del Defensor de los Derechos advertía de que el 20% de las mujeres activas, es decir una mujer de cada cinco, decían haber tenido que hacer frente a una situación de acoso sexual en su vida profesional.
Son múltiples los informes oficiales, disponibles en los páginas web de los Ministerios, del Consejo Superior para la Igualdad, en las asociaciones especialidades como la Fundación de Mujeres, la AVFT o el Colectivo Feminista contra la Violación. Se podrían enumerar los documentales, las entrevistas publicadas en prensa o las sentencias judiciales. Sin embargo, hasta ahora, es como si no se hubiesen querido ver, leer, considerar.
Desde ese punto de vista, hablar ahora de la “denuncia abierta” o decir que “las mujeres por fin rompen el silencio” implica, para algunos, un abuso del lenguaje. En realidad, las mujeres hablan y han hablado siempre, como explicaba de la Marilyn Baldeck, de la Asociación contra la Violencia de las Mujeres en el Trabajo, en una entrevista (en francés a Mediapart, socio editorial de infoLibre).
En el caso Denis Baupin [exvicepresidente de los ecologistas franceses, acusado de acoso] , revelado en mayo de 2016 por Mediapart y France Inter, las mujeres acosadas lo contaron todo: habían hablado de lo ocurrido con sus amigos, su familia, con sus compañeros de partido, con sus colegas. En su libro Parler, Sandrine Rousseau, ex secretaria nacional adjunta de Europa Ecología-Los Verdes, escribe que “las mujeres hablan, pero hablan al vacío. Nadie escucha”.
Ha hecho falta que salte un nuevo caso espectacular para que parezca abrirse una brecha, la que pone en el disparadero a uno de los productores más célebres del mundo, Harvey Weinstein, acusado en prensa por más de una veintena de mujeres, mundialmente conocidas, como Asia Argento, Angelina Jolie, Rosanna Arquette o Gwyneth Paltrow o las francesas Emma de Caunes, Juditch Godrèche y Lé Seydoux. Estas mujeres han confirmado el testimonio de asistentes, empleadas de Miramax, la empresa de los hermanos Weinstein o de periodistas también recabados en The New York Times y en The New Yorker, tras varios meses de investigación.
Por encima de la personalidad del productor americano, el escándalo Weinstein es emblemático. Dice mucho de la ley del silencio –no el de las mujeres, sino el que el orden social impone a las mujeres– aunque ninguna víctima denunciase. Porque, ya lo han dicho en numerosas ocasiones, su agresor podría acabar con sus carreras. Y era verdad.
También dice mucho de la complacencia, incluso de la complicidad, de toda la industria, a veces respaldada por la prensa, que depende de la publicidad y atrapada en conflictos de intereses de peso de consecuencias editoriales. En 2004, The New York Times rechazó una investigación inicial raíz de que actores como Matt Damon y Russel Crowe presionaran para defender a Weinstein.
Estos últimos días, se han conocido los numerosos testimonios de denuncia dirigidos a la dirección de Miramax y que fueron silenciados. Y lo que es peor, prueban la existencia de un verdadero sistema que protege y alienta a Weinstein a golpe de talonario para evitar cualquier denuncia.
Hay actrices que han afirmado que habían hablado de lo ocurrido con algunos colegas masculinos (Rose McGowan, a propósito de Ben Affleck). Brad Pitt confirmó que en 1994, le pidió a Weinstein que no se acercara más a su entonces compañera, Gwyneth Paltrow. Jane Fonda asegura que tuvo conocimiento de la existencia de una víctima hace un año. Judith Godrèche contó que alertó a los responsable de Miramax: “Es Miramax, no puedes decir nada”, le respondieron entonces.
El caso Weinstein también fue objeto de alusiones explícitas en Hollywood, en ceremonias o talk shows. En 2005, Courtney Love le aconsejaba a las jóvenes actrices que rechazaran las invitaciones del productor. En 2013, cuando el cómico Seth MacFarlane anunció las nominaciones de las actrices a los Oscar, llegó a decir (3’45’’): “Felicidades a las cinco, no estáis obligadas a fingir que os sentís atraídas por Harvey Weinstein”. En la sala se escucharon risas.
El 90% de las denuncias, archivadas
También hay que alarmarse por silenciar ese testimonio, en lugar de darle voz. Bien es verdad que, hasta ahora, ninguna víctima Weinstein había hablado públicamente de lo ocurrido. Finalmente han decidido dar el paso y correr el enorme riesgo de hacerlo, gracias a que se han conjurado varios elementos: un trabajo periodístico que viene de atrás, la pérdida de poder del productor norteamericano en Hollywood y de una serie de casos revelados estos últimos años en Estados Unidos que han animado, también, a las víctimas a salir a la palestra.
En concreto, esos casos que han contribuido han sido las denuncias contra el actor Bill Cosby o el presentador de Fox News Bill O’Reilly, incluso los testimonios relativos al actual presidente norteamericano, Donald Trump. El multimillonario tuvo que volver a defenderse este lunes 16 de octubre, él que hace varios años se vanaglorió de “atrapar [a las mujeres] por la vagina”.
También algunos casos denunciados en Francia han contribuido a romper con este tabú. Sucedió así con Dominique Strauss-Kahn en 2011, que suscitó reacciones encontradas, y con el caso Baupin, en 2016. Esto, por ejemplo provocó un aumento espectacular de las denuncias.
Desde entonces, han proliferado las webs en las que se denuncian actuaciones sexistas. En ellas se recogen relatos que ponen de manifiesto la magnitud del fenómeno y de la violencia de la reacción de la sociedad. Las reacciones, indignadas, a menudo de los hombres –por el hecho de que los testimonios sean anónimos, por que no se presente denuncia o por el miedo a que se generalice– están fuera de lugar.
Hay que tener presente que, aunque las mujeres “hablan” –hablan siempre, o casi, con alguien de su entorno–, suelen denunciar poco. Y con razón, las cifras no reveladoras: En Francia, el 90% de las denuncias presentadas por agresión sexual se archivan y el 90% de las denuncias terminan siendo sobreseídas. También se considera la prescripción como un freno para numerosas víctimas –los plazos se han multiplicado por dos, hasta los seis años en caso de delitos sexuales y hasta 20 años por violación–.
Según la asociación contra el abuso en el trabajo AVFT, el 95% de las mujeres que denuncian agresiones o acoso sexuales en el trabajo pierden el empleo, una proporción que el Defensor de los Derechos reduce al 40%. Numerosas víctimas visto llevan muchos años viendo la acogida catastrófica que en ocasiones se les dispensa en comisarías o cuarteles. Sin hablar de las consecuencias sociales, mediáticas incluidas.
Si bien ahora el caso Weinstein la prensa se lo ha tomado en serio, hay otros casos de agresión sexual ignorado en aras de la grandeur del cine. Así sucedió con el realizador Jean-Claude Brisseau, condenada en 2005 a un año de cárcel con suspensión y al pago de una multa de 15.000 euros por acosar a dos jóvenes actrices, a quien pidió que se acariciaran en su casa y en diversos lugares públicos durante varios años, de cara a la preparación de una película.
Pero la prensa, al menos algunos periódicos, ya habían elegido su posicionamiento. Les Inrocks publicó en su día una petición de apoyo, que recabó 300 firmas. El periodista de Libération Antoine De Baecque, autor de un libro de entrevistas con Brisseau, explicaba que era “1) un gran cineasta, 2) un inocente fundamental 3) un hombre cuya única perversión es vivir su cine como culpable perpetuamente”. En 2013, Les Inrocks publicaron un extenso perfil del cineasta que aludía a “algunas desventuras”.
Entonces, Brisseau se había defendido escudándose en el proceso de creación artística y jurando que quería crear suspense al filmar el acto sexual, como Alfred Hitchcock un homicidio. Hitchcock, justamente. Son nombre también volvió a salir recientemente. La actriz Tippi Hedren mostró su solidaridad con los testimonios que acusaban a Weinstein recordándole a los que lo habían olvidado que, también ella, denunció acoso sexual después de rodar Los pájaros y Marnie. “Hitchcock arruinó mi carrera”, dijo en 2012.
Y ¿qué decir de Roman Polanski? Los que se partieron, suspiraron, se burlaron de las “feministas”, necesariamente ridículas y extremas, ¿han sentido algún remordimiento? ¿Les ha asaltado alguna pequeña duda? ¿Han leído por lo menos que sólo unos días antes de las primeras revelaciones sobre Weinstein, la Justicia suiza anunciaba la apertura de una investigación por un nuevo caso de violación? Se trata del cuarto testimonio proporcionado por una mujer que acusa al realizador de violación o de agresión sexual.
Sin embargo, en Francia sigue beneficiándose de una defensa unívoca, la del genio atrapado, que los César celebraron este año queriendo convertirlo en presidente. Tomemos un ejemplo, entre otros: el periodista Éric Mettout, director adjunto de la redacción de L’Express, respondió con el desprecio a los que protestaban: “En 1977, Polanski molestaba. Hollywood, la América de los Trump y de las fake news de entonces los siniestros, los mediocres, les amargados. Parece que sigue molestando”.
El viernes 13 de octubre, lanzó una nueva pista de análisis en Twitter : “Me equivoco o reprochar a los hombres que no reaccionen al caso #Weinstein es como reprochar a los musulmanes que no denuncien a Daesh?”.
Estas reacciones pueden parecen anecdóticas, pero son bastante más virulentas aún cuando se trata de dar respuesta a numerosos tuits publicados recientemente.
Sin ir más lejos, en Twitter, con el hashtag #balancetatruie [#denunciaaotro], se abre la caza de las feminazis, el apelativo que dan los masculinistas en las redes sociales a los feministas o incluso a las mujeres que denuncian las desigualdades. Sistemáticamente, estas réplicas remiten a las mujeres que alertan o denuncian la violencia de la reacción que provocan sus palabras. Con el riesgo, real, de que la brecha que se ha entreabierto de nuevo con el caso Weinstein se cierra de inmediato. ____________
El 'caso Weinstein' o el día que las víctimas de acoso dijeron basta
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Traducción: Mariola Moreno
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