Desapariciones, violaciones y torturas: el núcleo represor del régimen iraní
“Nos vemos en el pabellón 209.” Esa era la broma que pronunciaba un opositor cada vez que salía de una reunión que reunía a quienes se negaban, en 2009, a aceptar la reelección amañada de Mahmud Ahmadineyad. Una protesta conocida como la "revolución verde" que, ya en ese momento, había incendiado la capital iraní y algunas de las principales ciudades del país.
El pabellón 209 se refiere a la tristemente célebre prisión de Evin, en Teherán, donde están recluidos la mayoría de los presos políticos del país, tanto hombres como mujeres. Al oír la broma, cada uno de los opositores creyó que era una forma de cruzar los dedos para evitar una posible detención, que podía ocurrirle a cualquiera y en cualquier momento.
Las personas con las que hablaba el activista se lo encontraron efectivamente un poco más tarde. Habían sido detenidas durante nuevas manifestaciones y llevadas al mismo pabellón 209. Y ese hombre estaba allí, como había anunciado, pero no como prisionero. Se había infiltrado en el "movimiento verde" y los había descubierto y denunciado. Incluso era uno de los que iban a interrogarlos.
Esta historia, contada por Siavosh (nombre falso), un veterano manifestante muy activo en el campo reformista de la época, muestra cómo el peligro está en todas partes para los que se atreven a desafiar al régimen. "¿Te das cuenta? Un hombre del equipo de Mir-Hossein Moussavi, el candidato reformista privado de su victoria por un fraude electoral masivo, llevó a todo un grupo de sus seguidores directamente a la cárcel", exclama.
Por lo tanto, se supone que los jassús (espías) están en todas partes en Irán. Se les teme especialmente porque, una vez detenidos, les meten más miedo al decirles que fue un amigo o un familiar quien los denunció, sin decirles, por supuesto, quién.
El pabellón 209 pertenece al servicio de inteligencia de los pasdarán, considerado uno de los órganos más terribles del régimen.
“Cada servicio implicado en la represión tiene su propia sección en Evin", dice Siavosh, contactado a través de mensajes cifrados. “Pero es mejor caer en manos de los agentes del Ministerio de Inteligencia (dependientes del gobierno) que en las del Sepah (literalmente "el Ejército", nombre oficial de la Guardia Revolucionaria). “Algunos manifestantes, cuando supieron que iban a ser detenidos, prefirieron ser detenidos por los hombres de este ministerio. Era mejor para su seguridad.”
Prisiones oficiales y secretas
En Irán hay por otra parte todo tipo de prisiones. Las oficiales, como la de Evin, en la que están detenidos al menos siete ciudadanos franceses. También hay cárceles para mujeres, como el terrible centro de Gharchak, en Varamin (al sur de la provincia de Teherán), sobre el que la periodista Narges Mohammadi, que está encarcelada allí, escribió en febrero a través de la cuenta de Telegram de su marido: "Se nos priva de las necesidades básicas de un ser humano, como el derecho a respirar aire sano y a beber agua potable.”
Luego están las prisiones semi-secretas, como Kahrizak, uno de los peores centros de detención del país, situado cerca del aeropuerto Imam Jomeini de Teherán. Al menos dos detenidos murieron allí a golpes en 2019 y otros no sobrevivieron a las torturas. El médico Ramin Pourandanjardi, que había emitido certificados de defunción documentando los malos tratos a los presos y que claramente sabía demasiado, murió al año siguiente de un ataque al corazón en una comisaría.
Los centros de detención también pueden ser simples edificios, como el conocido como inmueble número 100 en Shiraz (suroeste), controlado por el Ministerio de Inteligencia. Ese edificio llamó la atención recientemente con un vídeo que se hizo rápidamente viral en Irán en el que se veía a una mujer mayor llamando desesperadamente a la puerta para poder visitar a su hija, Leila Afkari, que al parecer está retenida allí con su marido y su nieta de 3 años. No sólo no entró, sino que desapareció.
Los servicios de seguridad no sólo aparecen durante las manifestaciones. Según varios relatos, intervienen en cafés y restaurantes para detener a la persona que buscan o bloquean el coche o el taxi en el que viajan. Por eso es difícil que los familiares, que no suelen ser avisados, sepan si han sido secuestrados, detenidos o están escondidos.
Averiguar qué le ha pasado a un familiar o amigo es, pues, una carrera de obstáculos aterradora. Primero hay que averiguar qué servicio de seguridad lo ha detenido. En algunos vídeos, diferentes etelaati (agentes de inteligencia) se pelean en el momento de la detención por una persona que se supone es un cabecilla. Luego hay que encontrar el lugar de detención, lo que es muy difícil en el caso de una desaparición.
“Algunas familias prefieren no denunciar la desaparición de uno de sus miembros por miedo", dice una fuente cercana a los opositores. “De repente, te das cuenta de que la gente ya no va a la escuela o al trabajo y sus familias, cuando se les contacta, dicen que no saben por qué. Y eso es todo lo que nos dicen.”
Pero, en general, la obsesión de los padres es que se enteren de que su hijo está siendo torturado o su hija violada.
La figura más emblemática sigue siendo la de Armita Abbasi, de 20 años, secuestrada a principios de octubre por los milicianos del Bassidj (la milicia adscrita al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria). Una investigación de la cadena CNN averiguó que había sido trasladada, con la cabeza rapada, temblando y en estado de shock, el 17 de octubre al hospital Imam-Ali de Karaj (un gran suburbio de Teherán), a raíz de las hemorragias y lesiones internas causadas por las múltiples violaciones. Sólo estuvo allí un día. Cuando su familia supo por fin dónde estaba, su cama de hospital estaba vacía. Había sido secuestrada de nuevo.
No se ha vuelto a saber de ella. Tratando de negar las violaciones, el fiscal de Karaj afirmó en un comunicado que había sido tratada por problemas intestinales y la acusó, sin ninguna prueba, de ser una de las líderes de las protestas y de preparar cócteles Molotov.
Su único delito ha sido protestar por la libertad de Irán.
En las cárceles se detiene a la gente, se tortura, se viola, pero también se juzga, a veces el mismo día de la detención, a menudo a puerta cerrada y sin asistencia de un abogado ni de testigos. A veces la familia de una persona desaparecida sabe que está viva cuando se entera de su condena.
Eso es lo que ha ocurrido con otra figura emblemática, el rapero Toomaj Salehi, de 32 años, muy popular entre los jóvenes iraníes -tiene casi un millón de seguidores en Instagram- y del que no se sabe nada desde su detención a finales de octubre en la provincia de Isfahan.
Antes de su detención, el rapero, que ya había sido encarcelado en el pasado, había criticado a las autoridades en unas declaraciones a la cadena canadiense CBC. "Se trata de una mafia que está dispuesta a matar a toda la nación [...] para mantener su poder, su dinero y sus armas", dijo.
En un vídeo anterior publicado por el propio Toomaj Salehi, se le veía dirigirse a las fuerzas de seguridad diciendo: "Váyanse. Esto no es un consejo de amigos.”
Esta vez, la justicia iraní anunció rápidamente que estaba detenido. El 2 de noviembre, la agencia oficial IRNA difundió un vídeo en el que se veía al rapero, con los ojos vendados y haciendo una "confesión" visiblemente bajo coacción. Incluso admitió haber "cometido un error" con el vídeo anterior: "Sí dije que tenían que irse, pero no me refería a ellos.”
Según el activista Omid Memarian, que vive en Estados Unidos, el vídeo muestra "claras pruebas del uso de la tortura y los malos tratos contra los manifestantes".
El 27 de noviembre, la autoridad judicial anunció que ya se había redactado la acusación contra Toomaj Salehi, que sería enviado a un tribunal de Isfahán y que se enfrentaba a una posible condena a muerte por dos cargos. Uno por ser un "mohareb", es decir, "un enemigo de Dios", el otro por "corrupción en la tierra". Dos delitos castigados con la muerte.
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“Su único delito es haber expresado a través de su rap las injusticias sociales y el malestar de la sociedad iraní, asfixiada por la pobreza y el despotismo", dice su prima Shabman, contactada en París. “Su único delito es haber protestado por la libertad de las mujeres, la libertad de Irán.”
Traducción de Miguel López