Netanyahu no quiere testigos: el ejército israelí intensifica sus ataques a los cascos azules en el Líbano

Archivo - Cascos azules en Líbano, imagen de archivo.

Rachida El Azzouzi (Mediapart)

“Tras horas de discusión”, los 27 Estados miembros de la Unión Europea emitieron finalmente, en la noche del domingo 13 de octubre, una declaración en la que instaban a Israel a cesar “inmediatamente” sus ataques contra la FINUL, la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el sur del Líbano. “Es completamente inaceptable atacar a las tropas de la ONU”, volvió a insistir el lunes 14 de octubre el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.

El hecho de que los Veintisiete no hayan condenado como crímenes de guerra los repetidos ataques israelíes contra las fuerzas de paz de la ONU en los últimos días, al considerar varios países que el derecho de Israel a la autodefensa debe prevalecer sobre el derecho internacional, dice mucho de la tolerancia ante lo inaceptable. Entre los principales apoyos a Israel, dos países han convocado al embajador israelí: Francia e Italia.

En cuanto a Estados Unidos, histórico e importante aliado de Israel, que sigue suministrándole ingentes cantidades de armas, en lugar de suspender las ventas, única forma de poner fin a la masacre de civiles en los frentes de Gaza y Líbano, su presidente, Joe Biden, se mostró conmovido por la situación, pidiendo a Israel que deje de disparar contra los soldados de la ONU.

“Se ha creado un clima pernicioso en Occidente, donde Israel goza de un apoyo incondicional, incluso cuando ataca a los cascos azules, cuando todo el mundo debería estar unido contra él para apoyar y proteger a las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU”, lamenta Karim Émile Bitar, investigador asociado del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris). Cita como ejemplo los programas de la televisión francesa, donde “sus editorialistas han estado todo el fin de semana legitimando los ataques contra la FINUL”.

En pocos días, Israel ha atacado varias veces a la FINUL, sin dudar en atacar su cuartel general en Naqoura, en el suroeste de Líbano, y en la frontera entre ambos países, donde Israel y el Hezbolá libanés mantienen una guerra abierta. Han resultado heridos al menos cinco miembros de las fuerzas de mantenimiento en sólo tres días, entre el jueves 10 y el domingo 13 de octubre, día en que dos tanques Merkava israelíes destruyeron la puerta principal y “entraron por la fuerza” en una de las posiciones de la FINUL durante la noche.

“Inviolabilidad” de los locales de la ONU

Dos horas más tarde, quince miembros de las fuerzas de paz fueron atendidos por “irritaciones cutáneas” y “problemas gastrointestinales” tras los disparos y el humo producido, según la FINUL, que denunció “violaciones escandalosas”. La misión de la ONU también acusó al ejército israelí de bloquear uno de sus movimientos logísticos cruciales cerca de Meiss el-Jabal, al impedirles el paso.

La misión señala que atacar deliberadamente a las fuerzas de paz de la ONU es una violación del derecho internacional humanitario, así como de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, adoptada en 2006 tras la guerra de 33 días entre Israel y Líbano. “Las Fuerzas de Defensa israelíes y todos los actores pertinentes tienen la obligación de garantizar la seguridad del personal y los bienes de la ONU y de respetar en todo momento la inviolabilidad de los locales de la ONU”, insiste.

El ejército israelí, que señala que su objetivo es mantener a Hezbolá alejado de las zonas fronterizas y detener su lanzamiento de cohetes, para permitir el regreso al norte de Israel de los 60.000 residentes desplazados, rechaza las acusaciones, niega cualquier intencionalidad y “expresa su profunda preocupación por incidentes de este tipo”.

Si sus tanques atacaron un puesto de la FINUL, fue porque estaban sufriendo un intenso fuego enemigo. Si los cascos azules resultaron heridos, ellos no eran el objetivo, sino una “amenaza” cercana. En otras palabras, Hezbolá, que habría decidido situarse cerca de las instalaciones de la FINUL y utilizar a sus soldados como “escudos humanos”.

La FINUL se niega a apartarse

El domingo 13 de octubre, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, pidió al secretario general de la ONU, António Guterres, que retirara a las fuerzas de mantenimiento de la paz de la FINUL de sus puestos de observación (es decir, que abandonara una treintena de posiciones en la frontera, hasta cinco kilómetros de la “línea azul”), y que “las sacara inmediatamente de la zona de peligro”, en un discurso filmado al comienzo del Consejo de Ministros.

La ONU se negó. “Ha habido una decisión unánime para que nos quedáramos, porque la bandera de la ONU debe ondear en esta zona y debemos poder informar al Consejo de Seguridad de la ONU”, respondió Andrea Tenenti, portavoz de la FINUL.

No es la primera vez que Israel apunta a Naciones Unidas, que lleva años en su punto de mira. Los doce meses de guerra en Gaza así lo atestiguan, en particular la violenta campaña de Israel contra la UNRWA, la agencia para los refugiados palestinos, a la que acosa y obstaculiza en los territorios palestinos ocupados. Pruebas de ellos son el reciente anuncio de que el Secretario General de la ONU era “persona non grata en Israel” y las acusaciones de antisemitismo vertidas contra funcionarios de la ONU.

Israel está librando una guerra contra la ONU, y Netanyahu no lo oculta, como demostró su último discurso ante la Asamblea General en Nueva York”, afirma Karim Émile Bitar. “Los soldados de la FINUL llevan mucho tiempo molestando a Israel porque son los últimos testigos de sus acciones”.

Unas cuantas protestas francesas o de otros países no van a detener la locura de Netanyahu

Karim Émile Bitar — Investigador

Para este profesor de la Universidad Saint-Joseph de Beirut y de la Escuela Normal Superior de Lyon, los ataques a la FINUL tienen el mismo objetivo que los ataques a la prensa: "Si Israel ataca y mata a periodistas palestinos, y prohíbe la entrada en Gaza a periodistas extranjeros, es porque pueden informar a la opinión internacional al ser testigos de la realidad. Israel prefiere hacer la guerra a puerta cerrada, fuera de la vista de la FINUL o de los periodistas”. También señala que en las fuerzas de la ONU hay desplegado un importante contingente irlandés, “e Irlanda es uno de los países de Europa donde existe un fuerte sentimiento de simpatía por los palestinos”.

Las violaciones de los últimos días revelan también la impunidad de que goza Israel, “una amenaza para el orden internacional”, advierte Karim Émile Bitar. “A falta de sanciones, Israel considera que tiene carta blanca para actuar y remodelar toda la región por la fuerza. No es descartable una invasión como la de 1982. Lo que detendrá la locura de Netanyahu no serán unas cuantas protestas francesas o de otros países, sino la interrupción de la venta de armas. No veo a los americanos cambiando de política en plena campaña presidencial.”

Al no contar con limitaciones, Netanyahu opta por escalar hasta la guerra total. Lejos de limitar el conflicto a los objetivos militares de Hezbolá en el sur de Líbano o al extrarradio sur de Beirut, Israel bombardea a civiles en barrios suníes o multiconfesionales en pleno centro de la capital libanesa, donde la presencia del movimiento chií es escasa, como Basta y Ras al-Nabaa o Bachoura. De igual manera, lleva a cabo una vigilancia generalizada del territorio con drones permanentemente en el cielo libanés, incluso sobre las zonas cristianas de Beirut Este.

El domingo 13 de octubre, Hezbolá reivindicó un ataque con drones que mató a cuatro personas e hirió a unas sesenta en una base militar israelí cercana a la frontera libanesa. El grupo islamista armado, debilitado por los últimos ataques, en particular los que afectaron a sus canales de comunicación (buscapersonas y walkie-talkies), ha prometido nuevas “represalias” si Israel proseguía su ofensiva en Líbano, demostrando que seguía en pie. Aunque haya perdido a varios dirigentes, empezando por el número uno del movimiento desde hace treinta años, Hassan Nasrallah, asesinado el 27 de septiembre, así como a su posible sucesor, su primo Hashem Safieddine, anunciado muerto por Israel en los bombardeos del 3 y 4 de octubre.

Desde octubre de 2023 han muerto en Líbano más de 2.100 personas, de ellas más de 1.200 desde el 23 de septiembre, según un recuento de la AFP basado en cifras oficiales. La ONU ha contabilizado cerca de 700.000 desplazados.

Los orígenes de la FINUL

La FINUL, creada y desplegada en 1978 durante la guerra civil libanesa (1975-1990), en el momento de la primera invasión israelí del sur del Líbano, vigila y patrulla a lo largo de la “línea azul”, una zona de demarcación trazada en el año 2000 en la frontera de Israel para marcar la retirada de su ejército del Líbano tras una ocupación que comenzó en 1982.

Parte de la zona está marcada por barriles pintados de azul. El resto no tiene más señalización que muros o “barreras técnicas” construidas por Israel. La FINUL está formada por 10.500 personas, entre ellas 9.532 cascos azules de unos cincuenta países.

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Además de restaurar la paz y la seguridad y ayudar al gobierno libanés a restablecer su autoridad efectiva en la región –su mandato original–, la FINUL “supervisa el cese de las hostilidades, acompaña y apoya a las fuerzas armadas libanesas en su despliegue por el sur, y presta asistencia para ayudar a garantizar el acceso humanitario a la población civil y el regreso voluntario de las personas desplazadas en condiciones de seguridad”.

El mandato de la FINUL le permite utilizar la fuerza para defenderse y hacer cumplir sus misiones, pero rara vez lo hace.

Traducción de Miguel López

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