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La izquierda del Partido Demócrata pretende cobrarle a Biden la factura de su apoyo decisivo en la campaña
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Durante la campaña, el senador Bernie Sanders prometió presionar a Joe Biden para que se convirtiese “en el presidente más progresista desde Franklin Delano Roosevelt”, padre del New Deal. El ala izquierda del Partido Demócrata, del que Sanders es mentor, no ha perdido el tiempo.
A los pocos días del anuncio de la victoria del exvicepresidente, varios grupos progresistas han publicado listas de nombres que querrían ver en puestos ejecutivos clave.
El Progressive Change Institute, un organismo próximo a la senadora Elizabeth Warren, otra figura de la izquierda, no ha hecho las cosas a medias; ha llegado a recomendar a alrededor de 400 personas, biografías incluidas.
Justice Democrats, uno de los grupos más importantes de la galaxia progresista estadounidense, también ha aportado su lista, al igual que Sunrise, el movimiento juvenil de EE.UU. para la protección del clima, muy cercano a Alejandría Ocasio-Cortez (AOC). Estos dos últimos también le han propuesto al presidente electo crear una oficina para la “movilización climática” en la Casa Blanca, que incluiría a varios responsables de agencias para luchar contra la crisis climática.
Los progresistas también se han dejado oír para mostrar su discrepancia con los nombramientos de Joe Biden en los equipos de transición (responsables de dirigir el traspaso de la administración de Trump antes de la investidura, prevista para el 20 de enero) y los diferentes departamentos. Así ocurrió a mediados de noviembre, cuando decenas de asociaciones, entre ellas Sunrise, protestaron contra los rumores del regreso de Ernest Moniz a la dirección del Departamento de Energía, cargo que este exasesor de grandes empresas petroleras ya ocupaba con Obama.
“A los progresistas se les escucha mucho más de lo que se les escuchaba en 2008, cuando Barack Obama fue elegido. Biden quiere asegurarse de que todas las partes interesadas participan y eso incluye a los progresistas”, relativa Jeff Hauser, director del Revolving Door Project, un grupo que supervisa los nombramientos gubernamentales.
Desde su victoria sobre Bernie Sanders en las primarias, Biden ha tratado de incluir al ala izquierda del partido en la elaboración de su programa mediante la creación de grupos de trabajo que incluyen a representantes de su antiguo rival demócrata.
Algunos progresistas incluso soñaban con Bernie Sanders, como responsable de Trabajo, y Elizabeth Warren, conocida por su labor en la protección del consumidor y la regulación financiera, como jefa del Tesoro. El presidente electo rápidamente truncó sus esperanzas al declarar en noviembre que serían más útiles en el Senado, donde los demócratas están esperando los resultados de una segunda vuelta el 5 de enero en Georgia para ver si regresan a la Cámara alta.
Desde las elecciones al Senado del 3 de noviembre, que se celebraron coincidiendo con las presidenciales, los demócratas e independientes disponen de 48 escaños en el Senado, frente a los 50 de los republicanos. Si los demócratas ganan los dos escaños que están en juego en Georgia, podrán contar con el voto de la vicepresidenta Kamala Harris, quien, como estipula la Constitución, emitirá el voto decisivo en caso de empate.
“Si los demócratas no ganan esos dos escaños y el Senado permanece en manos del Partido Republicano, éste se mantendrá en una lógica de obstrucción. Habrá pocos avances legislativos en el ámbito nacional”, analiza Sumathy Kumar, una de las líderes de la oficina de Nueva York de los Democratic Socialists of America (DSA), un grupo de socialistas estadounidenses que ha crecido rápidamente tras la candidatura de Sanders en 2016.
Para la joven activista, que se unió a la DSA después de la sorprendente victoria de Alexandria Ocasio-Cortez en 2018 en la Cámara de Representantes, el cambio pasará por las municipalidades y los Estados. En Nueva York, la DSA ha confirmado en las urnas el entusiasmo del que es objeto desde 2016. En noviembre se eligió a cinco socialistas para el Parlamento estatal, donde podrán trabajar en áreas tan diversas como sanidad, infraestructuras e impuestos. “No parece mucho, pero hay un grupo más amplio de progresistas que están dispuestos a trabajar con nosotros”, observa.
En Nueva York, al igual que en otras partes del país, la DSA aboga por gravar las grandes fortunas, la ampliación de la moratoria sobre el desahucio de arrendatarios morosos y la cancelación pura y llanamente de los alquileres, junto con la creación de un fondo de apoyo a los pequeños propietarios.
En última instancia, el grupo quiere crear un sistema de seguro sanitario público y aplicar el Green New Deal, un ambicioso paquete de reformas de transición energética y medidas de justicia social y racial. En la ciudad de Nueva York, donde la DSA tiene 7.000 miembros (de 85.000 en todo el país), el grupo está revisando las solicitudes de apoyo de los candidatos en las elecciones municipales de 2021. En particular, está buscando aspirantes que estén dispuestos a recortar la financiación de la Policía de Nueva York (NYPD), cuando lleguen al Ejecutivo municipal. “Seguimos creciendo”, señala Kumar. “Los estadounidenses se están dando cuenta de que no todo es centrismo. Los socialistas ofrecen una alternativa a la austeridad. La pandemia ha demostrado que se necesita otro modelo, especialmente en el plano sanitario”.
En el ámbito nacional, los progresistas comenzarán el 2021 con nuevas caras en el Congreso. A los cuatro miembros del squad (Alexandria Ocasio-Cortez, de Nueva York; Ilhan Omar, de Minnesota; Ayanna Pressley, de Massachusetts y Rashida Tlaib, de Michigan), todos reelegidos, se les unirá el exdirector Jamaal Bowman, uno de los bebés AOC en la ciudad de Nueva York, y Cori Bush, una activista de Black Lives Matter, pastora y enfermera que en noviembre se convirtió en la primera mujer afroamericana en representar al estado de Missouri en la Cámara de Representantes.
Por su parte, la DSA está trabajando en una iniciativa nacional para promover el New Green Deal durante los primeros 100 días de la administración Biden. También en el equipo de transición, Biden ha hecho un hueco a los progresistas, que también pueden encontrar su camino en su gobierno después de que tome posesión el cargo el 20 de enero. Ha nombrado a Gary Gensler, que procede del mundo de las finanzas y próximo a Elizabeth Warren, para dirigir el grupo de transición dedicado a los organismos financieros.
Aunque los progresistas consideran que su apoyo ha sido decisivo para la victoria de Joe Biden y Kamala Harris –cuya desafección contribuyó a la derrota de Hillary Clinton en 2016– saben que nada puede darse por sentado. De hecho, desde las elecciones, varios representantes públicos y altos cargos del partido, amargados, han dicho que el uso por parte de los progresistas del eslogan Defund the police (Deshacerse de la policía) ha costado a los partidos escaños en la Cámara de Representantes.
El propio Barack Obama también ha hecho el comentario. En una reciente emisión para la promoción de sus memorias, afirmó que semejantes lemas “directos” llevaban a “perder un público importante... complicando la realización de los cambios deseados”.
Sus palabras provocaron protestas entre los progresistas. “El problema no es el malestar de Estados Unidos con los lemas directos. El verdadero problema es que Estados Unidos se siente cómodo con la muerte de negros”, apuntó Jamaal Bowman. “Si Biden y Harris reconocen que participamos en su victoria, trabajarán con nosotros. Pero la tendencia actual es a culparnos”, apunta Kumar.
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Traducción: Mariola Moreno
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