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El macronismo y su responsabilidad en el triunfo de la extrema derecha en Francia

El presidente francés, Emmanuel Macron el domingo en Paris.

Ellen Salvi (Mediapart)

Es lo único que puso de acuerdo a todo el mundo el domingo por la noche: la extrema derecha está a las puertas del poder. Al ganar unas cuarenta circunscripciones en la primera vuelta y clasificarse en otras más de 350 para la segunda, la Agrupación Nacional (RN) podría tener mayoría absoluta dentro de una semana. Ya no se trata de especulaciones ni de agitar trapos rojos para asustar a la gente, sino de una realidad tangible, vertiginosa y cuantificable.

Ante esta situación, los partidos de izquierdas, unidos bajo la bandera del Nuevo Frente Popular (NFP), han asumido claramente sus responsabilidades, pidiendo a sus candidatos que se retiren en las 115 circunscripciones en las que quedaron terceros. François Bayrou y Édouard Philippe no han sido capaces de dar ese paso, el primero abogando por "que se mire caso por caso", el segundo pidiendo que no se vote ni a RN ni a La France insoumise (LFI).

El ex primer ministro Philippe, que abandonó el partido Los Republicanos (LR) en 2017 porque se había "contoneado" ante la extrema derecha, ahora es él quien se contonea vergonzosamente ante ella. Por parte de la mayoría presidencial, un término que nunca le ha sentado tan mal, el discurso más claro, o al menos el más serio, ha sido el del primer ministro Gabriel Attal, que ha denunciado con contundencia el "proyecto desastroso" de RN y ha hablado de una "elección de honor".

El Jefe del Gobierno ha pedido a los candidatos de Renacimiento que han quedado terceros que se retiren en favor de "otro candidato que, como nosotros, defienda los valores de la República". Pero el equipo de campaña se apresuró a precisar que también en este caso habría excepciones, ya que habrá que ver quién dentro de LFI es "compatible con los valores republicanos en materia de parlamentarismo, universalismo y antisemitismo".

Una forma de "caso por caso", pues, que se aleja de la propuesta de Édouard Philippe y parece unirse a la de François Bayrou. Pero sobre todo demuestra que estos tres hombres no son capaces de ponerse de acuerdo sobre lo que debería ser la cuestión esencial. El domingo por la noche, los distintos discursos oficiales respondieron a las reacciones dispersas de los ministros en las plataformas televisivas, creando una cacofonía insoportable.

Entre la confusión y la nada

Una situación así merece una mayor claridad. En su lugar, los macronistas han añadido confusión a la confusión. Bajo el pretexto de defender los "valores republicanos", ninguno de ellos ha llamado explícitamente a un frente republicano, prefiriendo en cambio los cálculos políticos con vistas a una futura –y a estas alturas improbable– coalición. Porque, hay que volverlo a decir, si no hay una retirada general la extrema derecha obtendrá la mayoría absoluta.

Durante las elecciones presidenciales de 2022, el propio Emmanuel Macron decretó la muerte del Frente Republicano. "El frente republicano es 2002, cuando una tarde de abril toda la prensa decía ‘es horrible, eso jamás’, y todos los partidos políticos del campo republicano decían es horrible, eso jamás. Ni 2017 ni hoy es el caso, en absoluto", había dicho entre la primera y segunda vueltas quien sin embargo se ha beneficiado dos veces de los votos de la izquierda contra Marine Le Pen.

Un truco de magia cínico pero práctico que ha permitido al Jefe del Estado llevar a cabo sus políticas sin preocuparse en ningún momento de las reivindicaciones populares, emanadas de aquellos que le habían permitido acceder al Elíseo. Desde su primera presidencia, el que prometió hacer todo lo posible para que nadie tuviera "ninguna razón para votar a los extremos" no ha hecho nada para evitar la catástrofe. Al contrario, la ha provocado.

Al optar por disolver la Asamblea Nacional la noche de las elecciones europeas, cuando la extrema derecha acababa de registrar resultados históricos, el presidente de la República arrastró a todo el país al abismo. Al confrontar a la RN con las izquierdas unidas, ha enfadado a toda una parte del electorado que ya no sabe distinguir entre rechazo y emancipación. Al negarse a llamar claramente al bloqueo, está rematando la faena.

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Salvo raras excepciones,  el domingo por la noche daba lástima ver a algunos macronistas hablar de Jean-Luc Mélenchon como el principal problema de Francia, verlos taparse la nariz ante la mención de ciertos candidatos del NFP que han hecho de la lucha antifascista el combate de su vida, verlos intentar salvar lo poco que les queda insistiendo en el hecho de que nunca jamás pedirán el voto para LFI.

En ese momento hubiéramos preferido sin duda algo más de altura de miras, una toma de conciencia, una luz en el camino, algo. En lugar de eso, todo lo que hemos conseguido es el sello distintivo del macronismo: la confusión, la división y la nada. Así que, dentro de una semana, corresponderá a los votantes ser más responsables que los sedicentes responsables políticos. De ellos y sólo de ellos depende salvarnos de lo peor.

Traducción de Miguel López

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