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Portugal, el país de izquierdas que funciona

António Costa, primer ministro de Portugal.

Ese día, Mario Centeno, recién elegido presidente del Eurogrupo, comparecía en el Parlamento. Que el ministro de Finanzas portugués esté al frente de la institución de la moneda única, ¿es una buena noticia para este pequeño país que está saliendo, poco a poco, de una larga cura de austeridad? “En realidad, no”, zanja Catarina Martins, “coordinadora” del Bloco de Esquerda, el partido de la izquierda radical portuguesa que apoya en el Parlamento al Gobierno socialista, que ha nombrado a Mario Centeno. “El cambio en Europa no procederá del Eurogrupo. Y Centeno es un liberal que, entre otras cuestiones, abogaba por la flexibilización del despido”.

A comienzos de diciembre en Lisboa, la diputada Catarina Martins interpelaba al ministro de Finanzas en el Parlamento. “Olvidemos por un momento que el Bloco no cree en el Eurogrupo. Olvidemos que el Eurogrupo es un foro informal que no existe en ningún tratado europeo y en el que Alemania siempre ha tenido la última palabra. Olvidemos que el Eurogrupo ha excluido al ministro griego de Finanzas de sus reuniones. Olvidemos que el Eurogrupo ha insultado a Portugal e impuesto la austeridad en varios países del sur. Aunque olvidemos todo eso, hay un problema: en septiembre usted mismo dijo que la unión monetaria estaba en una zona de divergencias… Dado que todo el mundo es consciente de ello, tanto en el Partido Socialista como en Bruselas, ¿cuál es su estrategia al frente del Eurogrupo?”, le espetó. La habilidad del Bloco radica en esa capacidad para criticar al Gobierno socialista y garantizar el papel de un “partido minoritario”, llevándolo, con ayuda del Partido Comunista Portugués (PCP), a poner en marcha medidas sociales.

Desde octubre de 2015, esta original coalición preside el destino de Portugal. Puesto que las legislativas no ofrecieron una mayoría clara, con el Partido Socialista (PS) como segunda fuerza más votada, la formación tendió la mano para formar el Ejecutivo. Y consiguió los votos del Bloco y del PCP que hicieron posible su investidura, a cambio de que su Gobierno, en minoría, se comprometiese a aprobar un cierto número de medidas sociales destinados a compensar los efectos devastadoras de la crisis económica y de la cura de austeridad impuesta entre 2011 y 2015 por la derecha en el poder y la Troika (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo). “No apoyamos este Gobierno, no gobernamos. Nos contentamos con no hacerlo caer”, corrige Miguel Tiago, del Partido Comunista.

El matiz es importante para ambos partidos, que corren el riesgo de quemarse las alas votando junto con los socialistas. ¿Cómo convencer entonces a su electorado de que siguen oponiéndose a la UE en su concepción actual, a la moneda única, a la OTAN… y que son, además, muy diferentes el uno del otro, aunque se sitúen ambos en la izquierda de la izquierda del tablero político? De momento, el resultado de las últimos comicios municipales, de octubre pasado, no resulta de mucha utilidad.

El Bloco, que tiene poco peso local, ha mejorado ligeramente sus resultados en algunas ciudades, como en Lisboa, donde también gobiernan en coalición con el PS. “A día de hoy somos la tercera fuerza de Portugal”, añade Catarina Martins. Pero el Partido Comunista retrocede; ha perdido algunos de sus bastiones, como Almada, localidad al otro lado del Tajo, frente a Lisboa. Y ello pese al “pacto de no agresión” alcanzado con los socialistas locales, que presentaron como candidata a la localidad a una actriz sin vinculación ninguna con esta localidad. No obstante, consiguió superar al PCP en unos 400 votos.

El que parece sacar más partido a esta alianza es el Partido Socialista. El ministro adjunto de Finanzas, Ricardo Mourinho Félix, se alegra; las posiciones del Bloco y del Partido Comunista “han influido de manera evidente en nuestra manera de gobernar en estos dos últimos años”. De hecho, para una parte del PS, este apoyo es un alivio.

Coincide con estas afirmaciones el diputado socialista y vicepresidente del Grupo Parlamentario João Galamba: “La crisis ha hecho que aumenten nuestras diferencias con respecto a la derecha portuguesa. La posibilidad de alcanzar un acuerdo con el Bloco y el PC se presentó como una oportunidad para la izquierda, que no podíamos dejar pasar. No perdamos tiempo y concentrémonos en los puntos en los que podamos alcanzar un acuerdo: ésa y no otra fue nuestra filosofía. No buscábamos ideales, consenso, convergencia absoluta, queríamos cambios concretos en la vida cotidiana de la gente”.

De hecho, la lista de medidas aprobadas es impresionante a la vista de los logros obtenidos –o más bien de los no obtenidos– por los demás gobiernos socialdemócratas en Europa en los últimos años: aumento anual del salario mínimo en un 5% hasta alcanzar los 600 euros brutos en 2019; bajada de impuestos a las rentas más bajas; subida de las pensiones de jubilación más bajas; restablecimiento de los cuatro días festivos suprimidos…

El último presupuesto –el tercero que ha votado esta coalición PS-Bloco-PCP–, aprobado a finales de noviembre va en esta línea: se reduce el impuesto de la renta sobre las personas físicas en los tramos de ingresos más bajos (la medida afecta a 1,6 millones de familias); nuevo impuesto a las grandes empresas cuyos beneficios anuales superan los 35 millones de euros; aumento de las pensiones de jubilación en función de su nivel (entre el 1% y el 10%) y los libros escolares son gratuitos hasta el sexto año.

La gran brecha del PC portugués

Hasta la fecha, se han respetado todos los términos del contrato: el Gobierno ha aprobado diferentes medidas sociales y entre los tres socios temporales no se habla de cuestiones espinosas. “Alcanzamos un acuerdo sobre cuatro puntos”, explica Catarina Martins. “El primero, relativo a la subida anual de una parte de los salarios y de las pensiones para compensar los recortes sufridos en años anteriores. El segundo, imposibilidad de bajar de nuevo los ingresos y, por tanto, subida de los impuestos fiscales en el caso de los asalariados y de las tasas de los bienes esenciales. El tercero implica el fin definitivo de las privatizaciones, que en el pasado decidió el propio Partido Socialista. Y el cuarto, la imposibilidad de seguir destruyendo derechos laborales”. Porque los derechos laborales, lo mismo que en Grecia y en Francia, se han visto seriamente mermados durante los años de la Troika.

“En esas cuestiones, no habrá marcha atrás con este Gobierno”, asegura Jorge Costa, diputado del Bloco. “Ese es el límite del acuerdo, fruto –creo– de un acuerdo tácito con la patronal a cambio de la subida del salario mínimo”. Los socialistas están demasiado comprometidos con el sistema capitalista para que se pueda evolucionar en ese sentido”, insiste el comunista Miguel Tiago, que lamenta el bloqueo absoluto en lo relativo a la partida presupuestaria destinada a cultura, un presupuesto “miserable, inaceptable”, y sobre la imposibilidad de bajar el precio del gas de consumo doméstico, “demasiado elevado para muchos hogares en Portugal”.

Otra zona de claroscuros es la relativa al trabajo precario, cada vez más extendido en Portugal. Un futuro decreto va a permitir hacer fijos, en el primer semestre de 2018, a 300.000 empleados eventuales de la función pública. Una nueva victoria del Bloco. Sin embargo, en el sector privado las cosas siguen exactamente igual. Si bien el empleo ha crecido en los últimos tiempos, a menudo lo ha hecho en detrimento de las protecciones sociales básicas. El sistema de autoemprendimiento, donde el trabajador debe cotizar como autónomo para tener acceso a la sanidad y a la pensión de jubilación, cada vez se convierte más en la regla… y nada permite detener esa tendencia a día de hoy.

“Para proteger mejor a los autónomos, hemos realizado propuestas en un grupo de trabajo sobre la precariedad”, explica el diputado del Bloco Jorge Costa. “Sobre todo, relativas a la introducción de un tipo muy reducido de cotizaciones sociales para las rentas bajas, el mantenimiento de la protección social incluso si se interrumpe la actividad y acceso a las prestaciones por desempleo”. El texto, que se llevó al Parlamento a mediados de diciembre, está en vías de aprobación.

Subsisten desacuerdos ideológicos de fondo y todos los puntos no comprendidos en el acuerdo con el PS, aspectos en los que los dos partidos no consiguen imponerse. Por ejemplo, en el caso del coste de la energía portuguesa, una de las más caras del continente, el Bloco ha propuesto que el sector de la energía renovable –que consigue beneficios asombrosos en Portugal– esté gravado al mismo nivel que las energías tradicionales y que dicha alza signifique que los consumidores paguen menos. Sin éxito.

Frente a estas divergencias, tanto el Bloco como el PCP aseguran mantener una línea ideológica clara. “Los socialistas y la derecha se entienden perfectamente en la política europea, lo que hace que tengamos el 80% de los diputados comprometidos con el statu quo europeo”, dice Catarina Martins. “Pero nosotros, nuestro compromiso no va parejo al del PS, se encuentra del lado de nuestros electores, por eso no abandonaremos ninguno de nuestros principios”. Entre esos principios, hay una franca hostilidad al euro “que cada día hace a los pobres más pobres y a Alemania cada vez más rica, sin que eso beneficie a los trabajadores alemanes”, según Catarina Martins, para quien el verdadero problema en realidad es la negociación de la deuda pública portuguesa.

Por su parte, el profesor de economía Francisco Louça, miembro fundador del Bloco, no ve contradicción ninguna en esta oposición al euro y en el hecho de votar con el Gobierno que envía a su ministro de Finanzas a dirigir el Eurogrupo: “Lo que cambia, para el Bloco, esta actitud de apoyo al Gobierno es su agenda. Ello lo inscribe en la gestión política de un trabajo diario, le da más peso, más profundidad, pero en el marco de un contrato muy claro: se trataba de evitar la permanencia de la derecha en el poder y de abrir la puerta a las medidas sociales”.

Por su parte, el PCP, uno de los últimos partidos comunistas de Europa, junto con el KKE griego, que no ha roto con el marxismo leninismo, marca la gran diferencia. Después de haber rechazado durante años dialogar con los otros partidos (postura en la que se encuentra a día de hoy el partido griego, en el aislacionismo total, incluso en el plano sindical), muestra hoy un cierto pragmatismo, sin abandonar nada de su corpus teórico.

El PS no se ha comprometido a satisfacer todo lo que pedimos, más allá del acuerdo y, por nuestro lado, no estamos obligados a votar lo que excede del acuerdo. Simplemente hemos hallado el terreno común a partir de un listado determinado de asuntos. Por eso, por ejemplo, no podemos dejar caer al Gobierno por rechazar la nacionalización del sistema bancario que nosotros queremos, eso supera nuestro acuerdo. De momento, tratamos de sacar lo mejor de la situación en la que nos encontramos, construir con las condiciones que tenemos. Pero esto no quiere decir que abandonemos nuestra lucha”.

“El PS ha recuperado a su electorado tradicional”

Y el diputado recuerda las huelgas que el partido ha apoyado, las manifestaciones en las que han participado los diputados, la voluntad de acabar con la moneda única, la UE y la OTAN. “Nuestro objetivo no es que el PS dé la espalda a la UE y se acerque a nosotros. Nuestro objetivo es ampliar nuestra base electoral”. El PS no ha cambiado sus políticas europeas y el Gobierno se jacta incluso de cumplir los criterios de Bruselas más allá de los objetivos fijados.

Sin embargo, en opinión de Miguel Tiago, el principal enemigo del PCP parece ser, a día de hoy, el Bloco… “partido burgués, de funcionamiento electoralista, cuyas posturas en el plano internacional, como Corea del Norte, Venezuela y Angola, sólo siguen la tendencia. Cierto que tenemos posiciones similares en el plano social pero en realidad todo nos separa”.

Pero más allá de la retórica, resulta difícil de entender las divergencias, excepto en política extranjera, donde el Bloco es mucho más crítico con los regímenes corruptos como el de Angola que el Partido Comunista, quien, por sus vínculos históricos con el MPLA en el poder, nunca ha criticado el régimen de la excolonia portuguesa. Los dos partidos de izquierdas no negocian entre sí. Las negociaciones sobre las medidas gubernamentales se hacen de forma paralela entre el PS y el PC, por un lado, y del PS y el Bloco, por otro.

"Esta alianza en el Parlamento supone un desafío”, reconoce el socialista João Galamba. “Hay tensiones entre nosotros, pero eso nos obliga a ser creativos. Y en general llegamos a un compromiso que es mejor que nuestra posición de salida. Además, los ciudadanos ven que son posibles los compromisos en el Parlamento, es bueno para la salud democrática del país…”.

Además de los innegables beneficios sociales de esta configuración excepcional para el Parlamento portugués, esta coalición inédita supone una nueva forma de hacer política en Lisboa: compaginar un cierto pragmatismo entre los partidos, obligados por una sólido base ideológica, con una búsqueda del compromiso que se observa más en los países del norte de Europa, acostumbrados a las coaliciones políticas.

“En el pasado nunca hubo negociaciones entre los partidos de izquierdas en Portugal”, reconoce Jorge Costa. “Se trata de la primera vez en la historia del país que el Partido Comunista y la izquierda radical votan a favor de los presupuestos… no es fruto de una negociación que habría formado un Gobierno rígido, sino el resultado de discusiones permanentes, graduales, que nos permiten demostrar que no sólo somos partidos de confrontación. Los electores ven que también somos capaces de gobernar y de alcanzar compromisos”.

¿Una experiencia inspiradora para el resto del continente? Todos los entrevistados coinciden en que es difícil reproducir en otro país lo que ha funcionado en un contexto excepcional, en un Estado en concreto, pero cada uno saca lecciones particulares. Para el diputado Galamba, el Partido Socialista de Portugal “al desmarcarse muy claramente de la derecha, abriéndose a la izquierda radical, ha recuperado a su electorado tradicional. Hay que mostrar a los electores que existe una alternativa franca a las políticas de derechas y que son posibles compromisos con la izquierda. Si se le presenta a los electores esta decisión, los socialdemócratas europeos podrán recuperarse, pero si permanecen entre dos aguas, sin posicionarse, o con una acción sin relación con los valores que se enarbolan, no puede funcionar”.

El diputado del Bloco Jorge Costa se muestra prudente: “No hay que sobreestimar el éxito de la izquierda en Portugal; no cambia en nada la relación de fuerzas en Europa. No hay que creer tampoco que el Partido Socialista portugués ha virado a la izquierda… No se ha producido revolución cultural alguna en el PS, sino que éste se ha visto obligado, por razones de supervivencia política, a alcanzar un acuerdo con la izquierda. No es un acto voluntario por parte del partido, que entró en campaña en 2015 con el programa más de derechas de su historia. Lo ha hecho obligado y forzado”.

Ninguno de los entrevistados se atreve a aventurar una eventual reedición, en el futuro, de una alianza similar. Nada lleva a pensar que quieran o puedan repetir esta coalición en la próxima legislatura. Lo que han conseguido, de momento, el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués es colarse en los intersticios de un Gobierno socialista debilitado. ___________________

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Traducción: Mariola Moreno

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