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Los repartidores de Deliveroo de París se movilizan contra las "carreras a dos pavos"

'Riders' de Deliveroo manifestandose en París ante el cambio de las tarifas.

Rouguyata Sall (Mediapart)

El objetivo fijado a lo largo de la tarde por el centenar de repartidores de Deliveroo y sus apoyos, concentrados el miércoles 7 de agosto en la Plaza de la República, en París, es reunirse y acto seguido dispersarse para ir a bloquear determinados restaurantes. De esta forma repiten la operación del último sábado y se repetirá una vez más este sábado 10.

La reunión está dirigida por el Colectivo de Repartidores Autónomos Parisinos (Clap), asociación que denuncia desde 2017 las condiciones laborales y las bajadas salariales. Ondean algunas banderas –rojas– de políticos y sindicalistas, pero es el verde claro de Deliveroo el que domina en la plaza, especialmente por los uniformes y las enormes mochilas rectangulares de los repartidores con bicicleta.

Unas horas antes, el Clap ha hecho un llamamiento a los clientes, en las redes sociales, para que les apoyen en su boicot a Deliveroo. Los repartidores llaman también a desconectarse entre las 12 y las 15 horas pero sólo a los que no estén afectados por las malas estadísticas “para no precarizarles más”. ”Tratamos de mostrar a las plataformas que podemos pueden verse afectadas –explica Jean-Daniel Zamor, presidente del Clap– si no toman conciencia de que deben escuchar a sus trabajadores”.

Con el nuevo cuadro retributivo anunciado el 29 de julio, Deliveroo dice que favorece las carreras más largas, poco atractivas por ser menos rentables, que serán pagadas más y, en contrapartida, bajan las tarifas de la carreras más cortas. En su comunicado de prensa, la plataforma británica asegura que “es una buena noticia para los repartidores porque serán mejor pagados en la mayor parte de los casos”. Pero por parte de los repartidores se denuncia que hay carreras pagadas a dos o tres euros. “Han aumentado muy poco las carreras largas, estamos aún por debajo de las tarifas de hace un año y han bajado enormemente las carreras cortas”, explica Jean-Daniel Zamor.

Cada uno de los repartidores de Deliveroo dispone de una franja horaria de tres a cuatro horas durante la que están autorizados a trabajar a lo largo del día, pero eso no garantiza un número de carreras y mucho menos unos ingresos mínimos.

Desde su lanzamiento en Francia, las retribuciones de estos repartidores están retrocediendo. En 2015 se les pagaban 7,5 euros por hora y entre 2 y 4 euros por reparto. Más tarde la empresa británica aplicó una tarifa única de 7,5 euros por reparto en París (5 euros en la región) para implantar acto seguido una tarifa en función de la distancia con un mínimo garantizado de unos 4,5 euros por carrera (leer aquí y aquí, en francés). El nuevo cuadro de tarifas presentado en julio suprime ese mínimo garantizado por carrera.

En la Plaza de la República, los repartidores con scooter forman mayoría ese miércoles por la tarde. Es una ventaja porque les permite hacerse oír a golpe de claxon pero sobre todo es una consecuencia de la bajada de tarifas. “Desde que han pasado a la tarificación por carrera, ha habido una explosión del número de scooters” precisa el presidente del Clap. “Más largas son las distancias, más gente reparte en scooter”. Y cuanto más pidan ir rápido bajando los precios, más irá la gente en scooter. Todas las políticas implantadas por las plataformas desde hace tres años favorecen la aparición de scooters” scooters.

Karim*, de nombre ficticio –como el de todos los repartidores preguntados– alterna entre scooter y bici. Para este exrecepcionista de 39 años, repartidor desde hace casi dos años, “la scooter es más rápida pero también es más peligrosa”scooter. Karim trabaja generalmente entre las 11 y las 15 horas, y luego de 19 a 23.

“Si curramos mucho y renunciamos a tener vida, podemos llegar hasta los 4.000 euros brutos por mes”, es decir, una vez deducidas las cotizaciones sociales, más que su salario de recepcionista de 1.800 euros. En junio sus ingresos brutos llegaron a 3.500 euros. “Después hay que pagar la seguridad social y los subsidios familiares, la mutua, la gasolina y el mantenimiento de la scooter o la bici”.

Los repartidores trabajan generalmente con un contrato de autónomo. Amadou, repartidor desde hace dos años, también recuerda el peso de las cotizaciones sociales, que representan un 22% de su salario bruto. También cita los gastos de mantenimiento de su bici como “ruedas pinchadas y cambios de zapatas de freno”. Él trabaja generalmente seis horas al día y llega a unos 1.600 o 1.700 euros brutos mensuales. Lamenta que el tiempo de espera entre pedidos no esté pagado pero, a pesar de todo, está contento de no trabajar ya en la limpieza.

Lassana y Moussa son repartidores desde hace tres años y no tiene otra actividad profesional, al contrario que muchos estudiantes que, en 2015, trabajaban para Deliveroo al mismo tiempo que estudiaban. Estos dos amigos, de 27 años, están muy molestos con Deliveroo. “Estamos aquí para que Deliveroo nos respete”, explica Lassana. “Han bajado las tarifas pero no las cargas”, precisa. Antes era obrero sustituto en la construcción y dice que “repartir es mejor, es más fácil”, y añade que eso permite a los jóvenes no estar en el paro, “pero ahí no nos ayudan”.

En este momento Lassana trabaja de 11 a 15 horas y luego de 18 a 22 horas. Dice que llega a un total de 700 euros brutos al mes. “Antes yo podía conseguir hasta 100 euros por día, pero ahora no paso de los 40”. Por su lado, Moussa critica duramente su estatuto de autónomo: “Ya no llegamos a las cifras de antes. Estamos obligados a trabajar todos los días y el fin de semana. No hay elección. Cuando se es autónomo crees que tienes libertad, pero no somos libres, nos explotan”.

Estos dos repartidores trabajan sobre todo con bici, pero esta tarde han venido en scooter, como la mayoría de los repartidores presentes. Esperan así poder circular rápidamente entre los diferentes restaurantes que van a bloquear.

A las 7 un repartidor hace una llamada a los “PCN”, París Centro Norte, para dirigirse a la calle Montorgueil. Abandonan ruidosamente la Plaza de la República en un concierto de claxon. “Esta tarde somos más que el pasado sábado y es un placer. Vamos a defender las carreras como es debido”, reclama por megáfono, añadiendo que la prioridad del día es bloquear restaurantes del norte y del centro de la capital. “La semana próxima haremos la ribera izquierda”, avisa.

Tras una primera parada camino de la calle Montorgueil, el grupo de mensajeros decide ir a bloquear el Pokawa, un restaurante hawaiano. “Hay que apagar la tablet”, dicen a las dos personas que están tras el mostrador. “Ya lo hemos hecho el sábado pasado”, responde la jefa, sin enfadarse.

“Si un repartidor viene a buscar un pedido se lo vamos a impedir y los clientes se enfadarán”, añade el mensajero huelguista. A lo que responde la restauradora, con un todo más molesto: “Lo hago una vez, y dos, pero estoy perdiendo la mitad de mis pedidos”. Luego, el repartidor explica sus razones: “Nosotros tenemos cargas que pagar y familia que alimentar, como usted”.

La patrona se decide a apagar la tablet con la que gestiona los pedidos. Con un rápido “gracias y buenas noches”, el repartidor se une a sus compañeros de fuera. “Si esto vuelve a sonar regresamos, eso es todo”, explica uno de ellos. Mientras se manifiestan, los mensajeros echan constantemente un ojo a la aplicación para ver si “vuelve a sonar” y comprobar si el restaurante continua haciendo peticiones de reparto.

También aceptan pedidos de los restaurantes que quieren bloquear, permanecen conectados unos minutos y luego cancelan. ¿Su objetivo? Paralizar a Deliveroo durante toda una tarde, hacerles perder el máximo de dinero aunque eso irrite a algunos restaurantes y a los clientes que esperan durante mucho tiempo su pedido.

“No somos esclavos”

Cinco repartidores se quedan para vigilar que no entren pedidos o, en caso contrario, impedir que los mensajeros recojan los pedidos. Los demás se dirigen al restaurante Little Italy Caffé, a unos metros de allí. Uno de los empleados se niega a apagar la tablet y un mensajero le explica brevemente sus reivindicaciones delante de una terraza llena de clientes asombrados. “Estamos hartos, nos pagan 2,5 euros la carrera”, y añade que es mejor que apaguen la tablet, si no el pedido “se quedará aquí hasta las 11”.

Los mensajeros están decididos y no cederán. Los que se quedan allí están ojo avizor y transmiten información a través de sus grupos de discusión. Los otros continúan dirección al restaurante Okinawa, en la calle Rougemont. Misma operación, aunque en esta ocasión se dirigen también a un repartidor que acaba de salir del restaurante.

Algunos mensajeros permanecen allí, los cuatro últimos se dirigen hacia los Grandes Bulevares y aparcan justo delante del restaurante Eat Salad. Dos repartidores de Uber Eats esperan en un banco. Ellos no están en huelga y no se sienten afectados por ese movimiento. No obstante, hay otros repartidores de Uber Eats que sí están allí para esta acción.

Delante del restaurante comienza el movimiento de los repartidores puesto que, aquí también, se niegan a apagar la tablet. El reto es dirigirse a todos los repartidores. Algunos continúan con la carrera, otros deciden anularla por solidaridad, aunque la hubieran aceptado. Explican a cada uno de ellos sus reivindicaciones y a veces llegan a embarcarles en la movilización. “Nuestro objetivo es, como tú, continuar trabajando, pero nos movilizamos por nuestra dignidad, no somos esclavos”. La palabra ahí queda, pero no impedirá al repartidor continuar con su pedido.

“Es una pena, no ha comprendido nuestro movimiento, ni siquiera la solidaridad”, se lamenta Sami, de 27 años, repartidor desde hace cinco meses, que está “a las 5 desde hace siete semanas”, es decir, que sólo trabaja a partir de las 17 horas, franja reservada a los principiantes y los que han sido degradados a causa de un retraso de 17 minutos en lugar de los 15 permitidos, como es el caso de Sami.

Con este sistema puede ocurrir que no trabaje en todo el día si no hay franja disponible, ya que están todas acaparadas por otros repartidores, entre ellos los que comienzan el turno de 11 a 15. “A las 5 no hay nada, no hay franja” dice Moussa. “A veces ni siquiera podemos acceder a la aplicación y, si funciona, no hay carrera”.

Sami se ha incorporado a los repartos hace poco y está “siempre en búsqueda de un empleo”. Trabaja tres o cuatro horas diarias pero ha llegado a trabajar hasta diez horas antes llegando a cobrar entre 1.200 y 1.400 euros, mucho menos que Karim y otros repartidores, por culpa de los errores propios de un principiante: cogía carreras largas o no miraba el kilometraje, “atraído por una media de 70 euros diarios”. Hasta que entienda las buenas “técnicas”.

Sami se unió a la movilización ipso facto: “Espero sobre todo que seamos solidarios, que todos los repartidores se sientan afectados”. Y añade: “Es necesario que Deliveroo nos respete, que revisen las tarifas, que restablezca al menos la tarifa mínima de 4,7 euros por carrera”.

Sami, que dejará el reparto cuando encuentre un empleo en la animación sociocultural, recuerda las condiciones laborales: “Corremos riesgos al trabajar, para llegar a un bruto correcto, para poder pagar las cargas y el mantenimiento de nuestra herramienta de trabajo”. También su mutua, de unos 56 € por mes. “Hay que estar en buena salud si se quiere seguir trabajando”.

Por otra parte, lamenta la actitud de ciertos restauradores: “Me han llegado a pedir que valide el pedido delante de ellos, para estar seguros de que no me lo voy a comer. Me han vejado más de una vez”. Sami nos dice también que algunos restauradores no les dejan entrar al establecimiento, “cuando se supone que somos socios”.

En el Eat Salad, los repartidores están autorizados a entrar en el restaurante. Los mensajeros en huelga les llaman la atención a su llegada. “Tratamos de mostrar que somos solidarios, no vamos a impedirte que entres pero te pedimos que no cojas ese pedido”. Y añaden una recomendación para no penalizarles: “Vete a los pequeños restaurantes de al lado, no les bloqueamos”.

Algunos, solidarios, rechazan la carrera después de intercambiar algunas palabras. Otros la validan y se marchan no sin antes animarles, incluso prometiendo que se unirán a la movilización. Tal vez vengan a hacer bulto el sábado 10 de agosto.

Hay también previstas concentraciones ese día en la región de París y se tienden puentes con otras ciudades europeas. “Nos inspiramos mucho en los londinenses, que hacen huelgas bastante impresionantes”, precisa el presidente del colectivo parisino. Miran también a Madrid, donde los repartidores han conseguido la recalificación de su contrato como trabajador independiente asalariado.

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El Clap forma parte también de una Federación Transnacional de Mensajeros, nacida en octubre de 2018 en Bruselas. “El objetivo es arremeter contra las multinacionales, siendo nosotros mismos una especie de multinacional sindical”, advierte Jean-Daniel Zamor. ___________

  Traducción: Miguel López

Lee el texto original en francés: Los repartidores de Deliveroo de París se movilizan contra las "carreras a dos pavos" by infoLibre on Scribd

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