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El cambio climático impulsa el uso de nieve artificial en España pese a que consume una gran cantidad de agua

Cañón de nieve en funcionamiento en Sierra Nevada, en una foto de Archivo.

El otoño "extremadamente cálido" que ha sufrido la península ha complicado el inicio de temporada de esquí en la treintena de estaciones que tiene España, y los próximos meses serán también complicados porque se espera un invierno "probablemente más cálido de lo normal", según la Agencia de Meteorología. El impacto del cambio climático en este deporte será mayor con el paso de los años porque la subida de las temperaturas medias y la reducción de las lluvias hará más difícil cada temporada la acumulación de nieve. La solución que tiene el sector del esquí es la nieve artificial, que ha acompañado durante años a las pistas, pero que ahora es indispensable para poder funcionar, con el gasto de agua y energía que eso supone. 

"Con la nieve natural que ha caído estos días no habría abierta ni una pista", resume Javier Egea, miembro de Ecologistas en Acción en Granada. Se refiere a la estación de Sierra Nevada, donde a 22 de diciembre hay 15 kilómetros de pistas abiertos al público, de más de 100 que tiene esquiables. Para mover las toneladas de nieve que se necesitan cada temporada, tienen más de 400 cañones alimentados con agua del río Monachil y el Dílar, una situación que denuncian los ecologistas desde hace años porque Andalucía sufre una sequía severa. Los embalses de esta comunidad llevan todo el año en mínimos históricos y se encuentran ahora al 20% de su capacidad, pese a que la media de los últimos 10 años es del 50% en estas fechas. 

La formación de nieve artificial necesita una cantidad ingente de agua para permitir el esquí, hasta el punto de que las estaciones tienen sus propios embalses para abastecer los cañones de nieve. Estas piscinas se encuentran a menor altura que las pistas, por lo que el agua tiene que bombearse montaña arriba y el gasto en energía también es muy grande. Una vez que el agua llega a los cañones, se dispara a alta presión mediante aire comprimido y gracias a los núcleos de congelación que flotan en el aire (impurezas como sales o bacterias) se forman los cristales de hielo que caen al suelo.  

Las dos variables clave para que el sistema funcione son la temperatura y la humedad. El termómetro de la pista debe estar lo más bajo posible, "idealmente entre -8 °C y -12 °C", afirma José Luis Sánchez, profesor de Física Atmosférica en la Universidad de León. Si la temperatura se acerca a los 0 °C o los supera, la eficiencia de la máquina cae rápidamente. Por el lado de la humedad, cuanta más haya, más difícil será fabricar nieve, por eso una nube estancada en la montaña reduce la efectividad de los cañones. 

Otro factor que destaca el experto es que la nieve artificial y la nieve natural "pueden parecer lo mismo, pero no lo son", y eso se nota a la hora de esquiar. Las olimpiadas de invierno de 2022 se celebraron el Pekín en una cordillera completamente seca, donde vertieron lenguas de nieve artificial para celebrar las competiciones, y los profesionales se quejaron después de que era similar a esquiar sobre arena, ya que la nieve natural agarra más y desliza mejor. Sánchez explica que la fabricada no es nieve, sino partículas de hielo apiladas unas sobre otras. "Lo que hacen es pulverizar microgotas de menos de 100 micras que se congelan, no son copos", define. 

Un estudio publicado en la revista Nature este verano analizó 2.234 estaciones de esquí en 28 países europeos y estima que si el planeta se calienta 2 °C frente a la media preindustrial (1850-1900), en Europa se perderán la mitad de las pistas, mientras que si se calienta 4 °C la desaparición será del 98%. Por ahora, el calentamiento es de 1,2 °C, pero las previsiones climáticas apuntan a superar los 2 °C este siglo si no se reducen drásticamente las emisiones. 

La nieve artificial, revela el estudio, podría suavizar el escenario de un calentamiento de 2 °C para que solo se pierdan el 25% de las pistas, pero solo en climas fríos que puedan acompañar el trabajo de los cañones de nieve. En el caso de las montañas de la península Ibérica, los expertos apuntan que ya en un calentamiento de 1,5 °C el impacto del cambio climático sería muy grande en la capa de nieve, incluso aunque se aporte gran cantidad de nieve artificial. Los Pirineos, que el estudio calcula de forma independiente a la península, soportarán mucho mejor el calentamiento en las próximas décadas, pero necesitarán más aportaciones de nieve artificial. "La fabricación de nieve tiene poco efecto en las zonas de esquí en las altitudes más bajas y en las zonas más al sur, ya que las temperaturas demasiado altas impiden una producción eficaz de nieve", comentó Ernesto Rodríguez Camino, meteorólogo de la Asociación Meteorológica Española (AME), tras la publicación del informe a SMC España, una agencia científica. 

La situación de las pistas españolas a pocos días de que acabe el año evidencia el impacto del cambio climático en este sector. Hay 15 estaciones total o parcialmente cerradas, y casi todas las abiertas solo tienen operativos la mitad de sus kilómetros esquiables o incluso menos, siendo los Pirineos la zona que mejor aguanta la subida de las temperaturas. 

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En el Pirineo Aragonés, donde la temporada ha arrancado con fuerza, los datos tampoco invitan al optimismo. Según explican desde la Agencia de Meteorología (Aemet), este otoño ha llovido en abundancia, pero ha sido el más cálido de toda la serie (desde 1961. "Las altas temperaturas no han permitido que la nieve apareciera en cantidad suficiente en cotas bajas. Por encima de 2000 m sí que hay una cierta continuidad en el manto nivoso (y aun así no total), pero por debajo el déficit es manifiesto", concreta Rafael Requena, delegado de Aemet en Aragón. 

La necesidad –ya obligación en muchas estaciones– de disparar nieve artificial para poder abrir las pistas también genera tensiones con los municipios cercanos en Cataluña y Andalucía, dos zonas que este año han sufrido una intensa sequía. Decenas de municipios en estas dos regiones afrontan todavía hoy cortes de agua por la falta de lluvias, y caldea el debate de hasta qué punto debería permitirse desviar este recurso a las estaciones. Desde Ecologistas en Acción recuerdan que el abastecimiento humano es por ley el primero que debe estar garantizado, mientras que la generación de nieve sería uno recreativo. 

Javier Egea lleva años peleando en Granada contra el desvío de agua del Monachil para fabricar nieve en Sierra Nevada, donde además se ha desviado mucho más de la permitida por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Este órgano, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, ya confirmó que Cetursa, la empresa pública que gestiona la estación, extrajo agua ilegalmente en el pasado y tienen una sanción a punto de resolverse por 200.000 euros, pero Egea afirma que han vuelto a hacerlo en 2023, cuando Andalucía sufre la mayor sequía desde que hay registros. 

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