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España tendrá un otoño más lluvioso de lo habitual pero no compensará la sequía estructural

Un grupo de personas bajo la marquesina de un autobús se protegen de la lluvia en Pamplona.

La Agencia Española de Meteorología (Aemet) pronunció este jueves las palabras que agricultores, ganaderos, biólogos y bomberos llevaban meses esperando. "Hay una probabilidad mayor de que sea un otoño lluvioso en toda España, especialmente en el noroeste. Sería una buena noticia para atajar una sequía que continúa con nosotros pese a las lluvias de verano", dijo Rubén del Campo, portavoz del organismo. Como puntualiza, se trata de una estimación, no una certeza: hay entre un 40% y un 50% de probabilidades de que llueva más de lo normal, y entre un 20% y un 40% de que llueva menos. Donde sí hay consenso es que será un otoño mucho más cálido que los anteriores, con temperaturas entre 0,5º y 2º superiores a anteriores otoños.

Hay zonas de España donde está más claro que lloverá intensamente. El noroeste del país (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Castilla y León y Extremadura) tiene hasta un 70% de probabilidades de que llueva más de lo normal en octubre y noviembre, según la estimación del Centro Europeo de Predicciones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF). Mientras que en el resto de la península la estimación se queda entre el 40% y el 60% de que ocurra. Ya en diciembre y enero, esas lluvias por encima de la media se extenderán al resto de la península con una probabilidad bastante alta. 

El desencadenante de estas lluvias, según explica Rubén del Campo, serían las borrascas del Atlántico que entran en Europa entre Reino Unido y la costa atlántica, por eso el noreste se verá más afectado por las precipitaciones. "Si finalmente estas borrascas bajan de latitud, podrían regar el resto de España", apunta.  

¿Hasta qué punto es posible fiarse de este pronóstico? Ernesto Rodríguez, presidente de la Asociación Meteorológica Española, insiste en que se tratan de predicciones matemáticas —no deterministas, como los pronósticos semanales—, pero que en este caso hay un consenso entre los ocho modelos matemáticos diferentes que se usan en el ECMWF. "A pesar de que hablamos de predicciones, hay bastante consistencia entre los diferentes modelos, lo que hace que la previsión sea robusta", opina. 

El meteorólogo superior del Estado explica que por ahora no hay una causa concreta que explique estas precipitaciones anormalmente altas, ya que entran en juego muchísimas variables. Afirma que hay evidencia de que tras periodos largos de sequía se dan lluvias intensas, pero no tendría por qué ocurrir en el caso de España. Sí ve una relación más clara entre las mayores precipitaciones otoñales y el calor que acumulan el Atlántico y el Mediterráneo, que aumenta la humedad en el aire y facilita la lluvia, como ha ocurrido con la dana de la semana pasada o las tormentas violentas que han azotado Grecia, Turquía y Libia estos días.

La sequía ha sido hasta ahora –junto a las olas de calor– el principal impacto del cambio climático en España. El país entero lleva desde diciembre de 2022 sumido en una sequía meteorológica, una escasez continuada de lluvias haciendo una media de los últimos tres años y que afecta al agua embalsada y tiene consecuencias socioeconómicas, como restricciones de riego en el campo o no poder rellenar las piscinas en verano. La situación es especialmente dura en Andalucía, donde ya acumulan siete años de sequía meteorológica. También sufren la sequía más larga registrada en el pirineo catalán y la segunda más prolongada en la cuenca del Ebro.

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En todo caso, explica el portavoz de Aemet, las precipitaciones previstas no serán suficientes para acabar con esa sequía meteorológica porque tendría que llover mucho y durante varios meses para compensar el déficit acumulado de los últimos años. Por eso, incluso con las lluvias de mayo y junio, o la dana de septiembre, España sigue en situación de sequía meteorológica

"Para sacarnos de la sequía tendría que darse un otoño extraordinario, no solamente por encima de la media", opina Rubén del Campo. El portavoz cita el caso de la dura sequía de 2016 y 2017, que se compensó en solo tres meses con la primavera más lluviosa de la historia, de 2018, cuando cayó un 83% más de agua de lo normal. 

Las grandes damnificadas han sido la agricultura y la ganadería. Según las aseguradoras agrarias, hasta finales de agosto el coste de las indemnizaciones al campo ha rozado los 1.000 millones de euros, de los que 460 se deben a siniestros por la sequía. Es decir, la falta de agua es el principal daño que ha sufrido la agricultura este año, seguido del granizo, las lluvias, y las heladas. En la producción de cereales de otoño-invierno se estima una reducción en torno a un 40% con respecto a la campaña de 2022 debido a la sequía. La producción de cebada se ha reducido en un 39%, y la de trigo blando en un 36%. Asimismo, la superficie de maíz se ha reducido en un 20% debido a la menor disponibilidad de agua para riego. Por ello, los agricultores son los primeros que se aferran a esta previsión otoñal.

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