Arte
Del encierro artístico al hospital
La oscura, solitaria y temeraria aventura artística que hace unas semanas emprendió Abel Azcona, encerrarse en un agujero durante sesenta días para volver a los tiempos uterinos, alejado del mundanal ruido y perdido en sus propios pensamientos, ha terminado con el intrépido performer en el hospital.performer
Tras 42 días de reclusión en un cuarto de seis metros cuadrados, sin luz y sin contacto con el exterior, Azcona fue evacuado el pasado 15 de agosto en ambulancia. Tras ingresar primero en el hospital Gregorio Marañón de Madrid y posteriormente ser derivado a la planta de psiquiatría de la clínica San Miguel, Azcona ha sido trasladado ya a Pamplona, la ciudad donde nació en 1988.
En conversación telefónica con infoLibre, Azcona, con la voz cansada pero en buen estado, según él mismo ha contado, ha descrito su experiencia durante los últimos días de la performance como de “semiinconsciencia espaciotemporal”. “No me movía prácticamente de la colchoneta, no sabía si estaba inconsciente o dormido”.
Aunque ha asegurado que a nivel médico se comprobó que su situación no revestía ningún peligro serio, fue el equipo artístico que le acompañaba el que decidió dar por finalizado el encierro, que tenía lugar desde el 5 de julio en una galería de arte en la calle Fuencarral de Madrid cuyo nombre no se desveló para evitar intromisiones y riesgos para su seguridad.
Victoria Sherman, la comisaria de la performance, ya advirtió en una entrevista con infoLibre que los riesgos de este proyecto, llamado Dark Room, eran “todos”. Junto a un equipo médico, ha seguido durante este tiempo la evolución de Azcona a través de una serie de cámaras infrarrojas instaladas en el cuarto.
Uno de los primeros días del encierro. AGUSTÍN BOBO
Los espectadores podían conectarse por streaming en encuentros puntuales concertados a través de la web, la cuenta de Twitter y la página de Facebook del artista, actualizada diariamente. “La cuestión de la crítica también es muy importante para nosotros”, ha señalado el performer. “Que la gente colabore y critique a través de las redes sociales, y opine sobre lo que estamos haciendo”.
Marcado por una infancia “muy dura”, en la que sufrió el maltrato y el abandono, Azcona siente que su edad adulta está afectada por problemas derivados de aquellas experiencias traumáticas, como “la falta de empatía”. “Esto era una forma de hacer un punto y aparte. Tengo problemas de identidad, y ahora he conseguido salir con fuerzas renovadas y mentalmente más estable, más tranquilo y sosegado”.
De niño, ha explicado, fue adoptado por una familia que, por trabas con la custodia, tuvo que trasladarle de un lugar a otro encerrado en un armario. “Para mí el arte es una experiencia de vida, reproduzco cosas que ya he vivido”, ha señalado.
Para el artista navarro, la performance sirve además como medio para la crítica social. En un proyecto previo, Jihad 191, quiso denunciar el terrorismo islámico en una acción en la que tomó sangre de tres familiares de víctimas del 11-M y la restregó sobre una instalación con 191 Coranes, el número de víctimas del atentado de Madrid.
42 días en el agujero
Más activo al principio, el encierro ha ido degradando la experiencia consciente de Azcona a lo largo de estos 42 días, en los que solamente recibía del mundo exterior agua y una papilla hiperproteica con la que se alimentaba siempre a la misma hora.
“Al principio estaba postrado, aburrido. Hacia algo de ejercicio, pero luego llegó un momento en que me despertaba y no sabía dónde estaba, mezclaba los sueños con la realidad. Luego dejaba de pensar, y bebía y comía automatizado, que era el objetivo del proyecto”.
En la recta final, ha contado, “había bebido agua y había comido hace dos días, pero también estaba más delgado”. De ahí que el equipo que le acompañaba decidiera adelantar su salida. “El proyecto era para todo el verano, pero con 42 días pienso que el proceso de investigación ha sido satisfactorio”.
Abel Azcona, antes de su encierro. DARIO MISSAGHIAN
Encerrarse en un agujero para liberarse de sí mismo
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Con todo, la aventura no concluye aquí: además de charlas en universidades y talleres, al performer le esperan otros nueve días de encierro en un contenedor de basura, una pieza que presentará en la bienal del Lyon. Y más adelante, posiblemente llevará la experiencia “a un museo muy importante de EEUU”.
La experiencia ha quedado documentada en una película que realizará un equpo de cineastas colombianos. También se generará una pieza de videoarte con las imágenes del encierro, a la que darán forma el director Karlos Alastruey, Jon Uriol y el propio Azcona.
“El cuerpo es una herramienta fantástica para la superación”, ha concluido el artista, que se inició en el mundo de la performance a los 17 años. “Y sirve de reflejo de lo que ocurre en tu vida”.