Cultura
Construir la memoria de Marcos Ana
El 24 de noviembre el poeta Marcos Ana fue trending topic en Twitter. Extraña forma de memoria para Sebastián Fernando Macarro Castillo, el decano entre los presos del franquismo, encarcelado desde los 19 a los 41 años. Más de dos décadas de aislamiento y olvido. Se cumplía el viernes un año de la muerte del militante comunista, símbolo de la represión del régimen de Franco, y los homenajes llegaban de forma desigual. Sí, el Ayuntamiento de Madrid acordó el 14 de noviembre colocar una placa en el edificio de la calle Narváez, número 30, en el que el poeta plantó su casa "siempre abierta, como el mar,/ el sol y el aire". Para conmemorar el aniversario de su pérdida, habrá que esperar hasta el martes, cuando la Sala Mirador reúna a algunos de sus amigos y admiradores para pasar juntos su duelo.
Los actos han ido salpicando el año, aquí y allá. En febrero, la Asociación para la Memoria Social y Democrática convocaba a intelectuales y políticos como Emilio Gutiérrez Caba, Almudena Grandes, Luis García Montero o Cristina Almeida. En octubre, el Gobierno de Manuela Carmena editaba un pequeño fanzine con el poema "La vida", dentro de una muestra sobre las publicaciones clandestinas del antifranquismo. Se suceden los homenajes, en Burgos, en cuya cárcel pasó 16 años, en distintos sindicatos de Comisiones Obreras... En el horizonte, una duda inquietante: ¿basta esto para conservar su memoria?
Escribió Federico García Lorca en "Grito hacia Roma", de Poeta en Nueva York: "Debajo de las estatuas no hay amor,/ no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo". Y lo cita el actor Juan Diego Botto, uno de los participantes del acto del martes junto a otros como Javi Larrauri, director del documental Marcos, con eme de memoria; Osmán Vega, editor de la obra del poeta; la periodista Olga Rodríguez, la actriz María Botto o el actor Sergio Peris-Mencheta. "Yo creo, y no quiero parecer hiperbólico, que Marcos Ana es una de las figuras que deben estudiarse en el colegio", dice por teléfono a este periódico. "Más que ese 'cristal definitivo', le debemos conocer su vida y su obra".
"Turismo carcelario"
Empecemos por la vida. Marcos Ana llevaba en su nombre elegido, el que construyó a los 33 años, cuando descubrió la poesía —y, en cierta medida, renació—, con el de sus padres. "El interno en esta prisión Sebastián Fernando Macarro Castillo, hijo de Marcos y Ana...", reza machaconamente el expediente penitenciario que refleja lo que él rebautizó como "turismo carcelario". Aunque nació en una pedanía de Alconada (Salamanca), cuando tenía 10 años su familia se mudó a Alcalá de Henares. La economía familiar —jornaleros en busca de pastos más verdes— no daba para que los niños continuaran su educación, pero allí comenzó la formación política que "le llevó de las filas del cristianismo militante al socialismo y, durante la Guerra Civil, al Partido Comunista de España", como rezaba la solapa de su primer libro publicado en España, en 1977.
No hay tanto más que contar. Cuando tuvo edad se alistó para combatir en el frente republicano, y ahí terminó (o empezó) todo. Y ese todo cabe en un expediente: el 7 de septiembre ingresa en la prisión provisional de Conde de Toreno, procedente de los Talleres Penitenciaros de Alcalá de Henares. Le habían detenido en Alicante, y de nuevo en su ciudad cuando logró escapar del campo de concentración en el que había sido apresado. Después: Porlier, Prisión Provincial de Madrid, Consejo de Guerra en 1943. Se le considera culpable del delito de rebelión militar —y tres asesinatos por los que ya se había condenado y fusilado a otros compañeros— y se le conmuta la pena de muerte por una de 30 años de cárcel. Una segunda causa por un delito contra la seguridad del Estado —la supuesta publicación de una revista comunista, aunque se encontraba ya en la cárcel— le acarrea otra pena de muerte, conmutada por otros 30 años.
Y ahí es donde entra la obra. Después de pasar por Ocaña y de nuevo por Alcalá de Henares, llega Burgos: "Pienso en Burgos como una de las épocas más felices de mi vida, aunque parezca una contradicción. Allí teníamos un mundo único y diferente, un Estado dentro de otro, teníamos nuestra vida organizada a todos los niveles, culturales, políticos...". Y, ya en los cincuenta, la poesía como forma de resistencia: "La tierra no es redonda:/ es un patio cuadrado/ donde los hombres giran/ bajo un cielo de estaño". Gracias a la red de presos —conoció a Miguel Hernández, a Buero Vallejo—, consigue hacer salir de prisión sus versos, que comienzan a publicarse aquí y allí, en el extranjero, como la voz de los presos españoles. En 1960, la Editora Brasiliense, en São Paulo, publica Poemas desde la cárcel, un librito que pesaba mucho más que sus escasas 30 páginas. Gracias al volumen y a la campaña internacional en torno a él, se beneficia de un nuevo indulto total para los presos que llevaran más de 20 años de prisión ininterrumpida. Él era el único que cumplía las condiciones. El 17 de noviembre de 1961, Marcos Ana es libre.
Un hilo luminoso
Cuando Juan Diego Botto nombra al poeta entre sus amigos, nadie de su edad le conoce. Su madre, la actriz, productora y maestra de arte dramático argentina Cristina Rota, sí le había hablado de él. "Me impactó", recuerda, "que hubiera más referencias sobre él en Latinoamérica que en España". Después de leer su autobiografía, Decidme cómo es un árbol (Umbriel, 2007), el actor bucea por la web, encuentra una dirección, escribe. "Me citó donde recibía a todo el mundo, en la cafetería de debajo de su casa. Fuimos hablando, luego volví a verle con mi compañera, y cuando nació nuestra hija fuimos a presentársela...", explica. ¿Era aquel hombre el héroe que había encontrado en los libros de su madre? "Era tan humilde que parecía que todo el rato se estaba quitando importancia. Si ibas predispuesto a encontrarte con una leyenda, pues no, te encontrabas con un hombre muy sencillo".
Tras salir de la cárcel, Fernando Macarro no volvió a publicar —y parece que a escribir— poesía. Si los versos eran puertas abiertas, ya no las necesitaba. Se exilió en París, desde donde participó en la defensa de los presos políticos españoles, y regresó, como tantos, tras la muerte del dictador. Pero nunca dejó de ser Marcos Ana. Y aquí Botto se acelera: "Él vivió en sus carnes la parte más oscura de la historia del siglo XX español, pero también la más luminosa. Porque el hilo que une la legalidad republicana con la División Leclerc que derrotó al nazismo conecta con la figura de Marcos Ana saliendo de la cárcel". "Existen nombres en la poesía española actual ignorados por homenajes y antologías. Uno de ellos, un hombre cuya vida y poesía escriben un capítulo dramático en nuestra historia literaria, es un desconocido para el lector español". Estas palabras se publicaban en El País en 1977. El actor se pregunta si eso de verdad ha cambiado.
Pero Botto se despeja pronto el pesimismo. No era ese el espíritu del poeta, que tenía "una especie de optimismo mágico por el que pensaba que llegaríamos a un momento en el que se impondría el sentido común". Confiaba, dice, en que la juventud consiguiera que se exhumaran los cadáveres de las fosas, que se recuperara la memoria. La última vez que le vio fue de casualidad, en una manifestación contra el TTIP. También estaba en eso. Su último libro fue Vale la pena luchar (Espasa, 2013), un manifiesto dedicado a las nuevas generaciones. Habrá que hacerle caso.