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'Gaza': lo que ocurre tras el muro

Fotograma del cortometraje documental 'Gaza: una mirada a los ojos de la barbarie'.

En el corto documental Gaza. Una mirada a los ojos de la barbarie no hay paños calientes. No hay arcos narrativos, protagonistas, voz en off. Hay escombros, cadáveres ennegrecidos por las bombas, cráneos de niños que se abren como barro cocido, madres que lloran la muerte de sus hijos. Rodado por los propios directores, Carles Bover y Julio Pérez, durante tres semanas en enero de 2015, poco después de la ofensiva de Israel en el verano de 2014, el cortometraje se estrenó en 2017 en el circuito de festivales. Casi dos años después, este filme que trata de documentar "la vulneración de los derechos humanos" por parte de las fuerzas de ocupación opta al Goya a mejor cortometraje documental en la gala que se celebrará el 2 de febrero. 

En los menos de 20 minutos que dura el relato, el espectador sigue las peripecias de los cineastas, siempre fuera de cámara, en su viaje por Cisjornadia y la franja. Pero lo que no se ve —las trabas de las fuerzas israelíes, el escaso número de trabajadores internacionales en Gaza en ese momento— es casi tan valioso como lo que está en pantalla. Bover y Pérez lo saben, y han acompañado al cortometraje durante este tiempo con debates y coloquios sobre la situación del pueblo palestino. "Para nosotros los Goya no significan otra cosa que poner el foco mediático sobre esa realidad", reivindica Bover por teléfono, explicando que por ese motivo decidieron colgarlo, en abierto, en Youtube. De la misma forma, su labor en la sala de montaje ha sido la de subrayar el carácter documental del corto, y dejar de lado lo que se suele considerar cinematográfico. "Cuando hablamos de cómo abordarlo narrativamente, decidimos no buscar un conflicto o de alguna manera pulir el ritmo", explica. Tras el temblor de la cámara se intuye la mirada atónita de los directores. 

La Operación Margen Protector dejó más de 2.200 muertos en Palestina, 1.560 de ellos civiles, casi 540 menores de edad, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en los Territorios Palestinos Ocupados —los ataques de las milicias palestinas dejaron 71 muertos, 6 de ellos, civiles—. Gaza retrata lo que la ofensiva deja tras de sí. Después de una introducción que resume el proceso de entrada en la franja, el corto comienza en el hogar de unos agricultores de Jan Yunis, ciudad situada al suoeste de la franja. De ahí se mueve hacia las ruinas de Bait Hanoun, al noroeste. Regresa al pueblo de Khaza'a, de nuevo al sur. Muestra los restos del antiguo Hospital Al Wafa, cerca de la frontera con Israel, blanco de bombardeos en 2014, y del nuevo Hospital Al-Wafa, donde Suhail, un niño de dos años y medio, grita y grita, con la mirada perdida, después de haber sido rescatado de entre los escombros. 

El relato que hace Bover del viaje arropa las durísimas imágenes. Los directores, junto con la activista hispanopalestina Jaldía Abubakra, pretendían acceder a Gaza por su frontera con Egipto, la única que no linda con Israel. Pero justo antes de su partida el Gobierno de Al-Sisi cierra el paso de Rafah indefinidamente, obligándoles a cambiar de plan. Sin apenas planificación, decidieron tratar de cruzar la frontera israelí, mucho más hostil a la entrada de internacionales. Atraviesan Cisjordania pasando por Hebrón y Nablus, donde esperan el permiso del Estado judío para entrar en Gaza, que han solicitado con el pretexto de realizar un estudio agrícola. "Contábamos con la suerte de que mi compañero, Julio Pérez, estudió Ciencias Ambientales", cuenta Bover, "y eso nos permitió tener un pretexto para pasar. Además, nuestro material de grabación era tan amateur que podía pasar como herramientas para documentar el estudio". Sin embargo, a Abubakra, que ya había sido interrogada durante cinco horas en la frontera entre Egipto e Israel, se le deniega la entrada. Se trunca su deseo de reunirse con su familia por primera vez tras los bombardeos. 

Durante su estancia, Bover calcula que habría "unos 30 internacionales" en la franja. Los medios habían ido abandonando progresivamente la zona, para alivio del Gobierno israelí. El cineasta recuerda uno de los momentos más impactantes del rodaje: en Khaza'a, Hamda Abu Rujaila relata el ataque que acabó con la vida de su hija paralítica. "Los aviones bombardeaban, los misiles caían, la artillería disparaba, las balas impactaban en los muros...". La mujer cuenta cómo pierde de vista a su hija, en silla de ruedas, y señala sobre su propio cuerpo las heridas de bala que encontró en el cuerpo de la joven. El relato se alarga durante hora y media, y resulta tan duro que los directores excluyen el cortometraje las partes más duras. Bover habla también de los ojos vacíos de Suhail, el niño del Hospital Al-Wafa que protagoniza la última secuencia del filme: "Esa mirada se te queda clavada y te hace preguntarte a qué se debe el silencio cómplice de la comunidad internacional".

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Pero otra parte de lo vivido queda fuera del corto. Cuenta el director su impacto al llegar a Hebrón, donde viven ya cientos de colonos judíos. "Está todo cercado por check points, nos quedábamos con una familia palestina y justo encima vivían colonos... Nos quedaba claro que ellos no nos querían allí, y a los palestinos tampoco, claro", recuerda. En una de las escuelas de niños palestinos en la ciudad vieron una pintada que les heló la sangre. En la puerta, alguien había escrito "Gas the arabs!", "¡Gasea a los árabes!"Gas the arabs!. Ese grito de odio se convirtió en el título del largometraje que también nació de aquel viaje y que han exhibido de manera paralela al cortometraje. De esta manera se aseguraban poder difundir lo visto y vivido sin traicionar el requisito de exclusividad que solían poner los festivales para aceptar el corto. Han sido estas citas, asegura Bover, las que "han hecho posible la nominación al Goya". Y el cineasta habla también con orgullo del mensaje de apoyo emitido por Roger Waters, de Pink Floyd, que compartió recientemente el corto en sus redes sociales. 

Bover y Pérez saben que es probable que no puedan regresar nunca a Palestina. "Por triste que parezca, tanto él como yo nos hemos hecho a la idea de que, después de esto, al Gobierno israelí no le va a parecer bien que crucemos la frontera", dice el primero con resignación. Ya tuvieron, de hecho, problemas al salir: en Tel Aviv les interrogaron durante "una o dos horas": "Temíamos que nos requisaran el material y dejamos una copia en la zanja por si nos lo quitaban a la salida". Llegaron por los pelos a su vuelo. Y ahí se acabó Gaza para ellos: "Siempre tendremos esa espina, sobre todo para devolver lo que nos dieron en ese viaje. Pero ya éramos conscientes de que todo lo que nos estaba pasando era excepcional, todo el mundo nos decía que no íbamos a pasar la primera frontera". La última frontera que quieren traspasar, dice Bover, es la del público. "La nominación ha multiplicado por diez la difusión que le podíamos dar a lo que existe en Gaza. Eso ya es un premio en sí mismo". 

 

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