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Crisis del coronavirus

Por qué la pobreza energética es un aliado del covid-19 ante la amenaza de un nuevo confinamiento

El artista urbano J.Warx realiza una pintura mural donde aparece el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, bajo la frase “A casa que ya es hora”, sacada de un tuit suyo de 2012.

Caen las temperaturas, también dentro de las casas. En paralelo, las autoridades sanitarias recomiendan pasar cada vez más tiempo en ellas. Comienza el dilema: ¿encender todo el tiempo la calefacción, con el gasto que eso conlleva, o soportar el frío? Francia decretó hace poco más de una semana el confinamiento domiciliario, una medida que ya han replicado otros países como Grecia, Portugal o Reino Unido. En España, cada vez más comunidades solicitan al Gobierno aplicar la medida. Pero el Ejecutivo, por su parte, descarta que sea necesario. Argumentan, como lo ha hecho el ministro de Sanidad, Salvador Illa, en varias ocasiones, que hay que esperar a ver cómo funcionan las restricciones hasta ahora aplicadas. Sin embargo, la posibilidad del reconfinamiento, como ya lo bautizó el país galo, no puede desaparecer del horizonte. Y eso complica la situación a los millones de familias que tienen dificultades para mantener una temperatura adecuada en sus hogares por motivos económicos. Según el último informe de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), en 2018 había 1,9 millones de casas en esta situación. Eran 4,6 millones de personas.

La caída de los termómetros recuerda cada año que encender la calefacción no está al alcance de todos. La pobreza energética consiguió quizás la máxima atención en 2016. El 15 de noviembre de ese año se desató un incendio en una vivienda de la localidad tarraconense de Reus que acabó con la vida de una anciana de 81 años: Rosa Pitarch. Fue de madrugada, aunque el motivo que provocó las llamas no se supo hasta horas después: la mujer llevaba meses sin poder pagar el suministro eléctrico y la empresa distribuidora, entonces Gas Natural Fenosa y ahora Naturgy, le había cortado la luz, por lo que comenzó a alumbrarse con unas velas que incendiaron su colchón.

La historia de Rosa no es más que una historia colectiva con nombres y apellidos. El problema es que este año la pandemia de covid-19 obligará a estar en casa más que nunca, por lo que poder mantenerla a una buena temperatura se torna también más importante que nunca. Por confort térmico y por salud. Javier Huerta, médico de familia, recuerda en conversación con infoLibre que "la relación entre la pobreza energética y la salud" ya es harto conocida. "El nivel térmico aconsejado es de 21 grados en el salón y de 18 en el dormitorio. No alcanzar esas temperaturas tiene costes directos e indirectos sobre la salud", dice. De manera directa porque "morirse de frío" es una expresión que puede llegar a ser real. Indirecta porque el frío incrementa las enfermedades respiratorias como la gripe y la neumonía y aumenta el riesgo de sufrir otras enfermedades circulatorias como infartos o hipertensión. "Además también se incrementan los problemas crónicos. Por ejemplo, cualquier enfermo que tuviera diabetes o enfermedades previas, empeora. El frío es un conocido efecto desestabilizador, reagudiza una enfermedad que podría estar bien controlada", lamenta.

Para el covid, cuya consecuencia más grave es la neumonía, el frío tampoco parece un buen compañero. La propia OMS lo ha recordado. La Región Europea de la institución pidió el viernes a los países ayudas para que los hogares más desfavorecidos puedan poner este invierno la calefacción. "Las autoridades locales pueden aumentar su conciencia sobre la distribución de los problemas de vivienda relacionados con el confort térmico, el uso de la energía y el hacinamiento, que afectan a la salud y bienestar de los hogares desfavorecidos y pueden contribuir a un mayor riesgo de transmisión del covid-19 durante los periodos de confinamiento", dijo la organización.

La pobreza ya se ha confirmado como un factor que determina en gran medida el riesgo de contraer el virus. Por ejemplo, cuando comenzaron a aumentar los contagios vertiginosamente en Madrid, los distritos que se situaron en el centro de la diana fueron Villaverde, Vallecas, Carabanchel y Usera, los cuatro con menor renta. Durante la primera oleada de la pandemia en Barcelona, la incidencia en Nou Barris duplicó la registrada en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, el de mayor renta media por hogar de toda la ciudad. La precariedad laboral en las zonas más desfavorecidas y las malas condiciones habitacionales en pisos de reducido tamaño y en muchas ocasiones sobreocupados fueron los responsables.

Nuevos pobres, nuevos pobres energéticos

"La pobreza energética no es un aspecto separado de la pobreza, sino una dimensión de la misma". El que habla es Javier Padilla, médico de familia y autor, junto a Pedro Gullón, de Epidemiocracia (Capitán Swing, 2020), un ensayo que sitúa el foco en el contexto que determina el impacto de una pandemia, pero también en sus consecuencias y en las lecciones que arroja de cara a crisis futuras. Desde el otro lado del teléfono, recuerda que la crisis sanitaria lleva aparejada una económica que, inevitablemente, empeorará la situación económica de muchos españoles y, con ello, la capacidad para hacer frente a los gastos energéticos.

Oxfam Intermón ya puso cifras a las consecuencias económicas que tendrá la pandemia. Según esta organización, el covid-19 podría dejar más de un millón de nuevos pobres en España. Según sus cálculos —recogidos en el informe Después será demasiado tarde, disponible en este enlace—, con este aumento se pasaría del 20,7% de la población en situación de pobreza antes de la llegada del coronavirus al 23,07% tras sus efectos.

La pérdida de empleo es la causa principal. Y las previsiones no son buenas. Según las últimas predicciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), España mantendrá durante 2021 los niveles de desempleo que registrará al cierre de 2020. Al finalizar septiembre, la cifra de desempleados era de 3,7 millones de personas, un dato que podría empeorar con las nuevas restricciones destinadas a frenar el aumento por ahora imparable de la segunda ola de contagios. Según el organismo presidido por Kristalina Georgieva, la tasa de paro de España cerrará este año en el 16,8%, frente al 14,1% observado en 2019. Por su parte, el Banco de España publicó su Informe Anual de 2019 el pasado mes de junio, cuando el virus parecía controlado en nuestro país, y tampoco auguró nada bueno. Según señaló, se producirá una caída del Producto Interior Bruto (PIB) de entre el 9% y el 15,1% este año y, además, la profundidad de la crisis probablemente provocará "daños persistentes" en el ya de por sí "modesto" crecimiento potencial de la economía española. 

Esto, según los expertos consultados, aumentará necesariamente el número de personas que caigan inevitablemente en una situación de pobreza energética. "Un hogar es susceptible de entrar en situación de pobreza energética cuando hay un empeoramiento de su fuente de ingresos o de su estabilidad laboral. Hay gente que se ha quedado en el paro y se tiene que quedar en casa", lamenta José Luis López, director y coordinador del área de energía y cambio climático de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), que incide en la pérdida de ingresos y en el aumento del consumo energético que eso conlleva. "También hay gente que, aunque no ha perdido su empleo, sí ha aumentado ese gasto", recuerda. El teletrabajo lo ha provocado, aunque el pasado 13 de octubre entró en vigor la ley que regula el teletrabajo y que establece que la negociación colectiva determinará si la empresa debe abonar o no los gastos en los que incurra el trabajador o trabajadora por desarrollar su empleo a distancia. 

"Las familias ahora gastan más usando más veces la ducha, los electrodomésticos, encendiendo más la luz... Por eso habrá familias que antes estaban liberadas de sufrir el pago de las facturas y que ahora sí se encuentren con esas dificultades. Y me temo que ese panorama no vaya a mejor porque la situación no se está recuperando", lamenta el también experto en pobreza energética. Participa en los informes que hasta hace un año iban dirigidos a poner cifras al problema de la pobreza energética en nuestro país. El último se refiere al año 2018 y revela que entonces había 1,9 millones de hogares que mantenían su vivienda con una temperatura inadecuada, una circunstancia que afectaba a 4,6 millones de personas, el 10% de la población. De ellas, un millón había sufrido falta de suministro por dificultades económicas y casi tres se habían retrasado en el pago de dos o más recibos. 

Además, en 2016, los gastos en energía doméstica para un 17% de españoles —ocho millones— "eran desproporcionadamente altos en relación a sus ingresos y con respecto a la mediana estatal", señala el informe. Por su parte, el 12% —5,4 millones de residentes en España— tenía gastos energéticos "inusualmente bajos", algo que según López se denomina "pobreza energética escondida" y que determina que hay demasiadas personas que, debido a su situación económica, prefiere disminuir el consumo y, con él, el gasto. 

Pobreza energética en España. | ACA

Esas cifras aumentarán, según vaticinan todos los expertos consultados por infoLibre. En qué medida es lo que aún se desconoce. Según un informe elaborado por el Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE) y el Grupo Mutua de Propietarios, el 8% de los hogares pasará frío este invierno y un 35% no alcanzará una temperatura de confort. La situación, según el directivo del área de operaciones de la segunda organización, es "alarmante". 

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"La gente que pasó la primera ola de manera límite ahora igual ya no pasa la segunda porque el esfuerzo que hizo por pagar ya no lo va a poder hacer", estima López. Lo único que puede contrarrestar esta situación, explica el experto en el sector eléctrico Jorge Morales de Labra, es que la factura, al menos, es más barata. "Ante la enorme caída de la demanda energética —por el necesario parón de las empresas—, los precios de las materias primas van disminuyendo", apunta. Así, continúa, "en el acumulado de los últimos 12 meses se ha visto que la factura eléctrica es un 14% más barata que hace un año". Lo malo es que no es suficiente porque, lamenta, los ingresos de las familias disminuyen más y más rápido. No obstante, el Gobierno ha puesto en marcha ayudas para que las consecuencias de la pobreza energética no sean tan negativas.

Tal y como informa el Ministerio de Transición Ecológica, "los consumidores vulnerables están cubiertos por el bono social", al que pueden acceder desde el pasado 30 de septiembre "los hogares en los que, al menos, un miembro de la unidad familiar se encuentre en situación de desempleo, esté incluido en un expediente temporal de regulación de empleo (ERTE) o haya visto reducida su jornada laboral por notivo de cuidados". "Además, en este nuevo supuesto del bono social también se pondrán acoger los empresarios que afronten circunstancias similares que supongan una pérdida sustancial de ingresos", añaden las mismas fuentes del organismo dirigido por Teresa Ribera. La medida estará vigente, dicen, hasta el 30 de junio de 2021 e impedirá que cualquier persona con acceso al bono social y sea consumidor vulnerable en riesgo de exclusión sufra cortes de suministros, indican. 

Pero eso no es suficiente, a juicio de las más de 3.000 organizaciones y movimientos sociales que han exigido que se recupere la moratoria aprobada por el Gobierno en plena pandemia y que impedía el corte de la luz, del agua y del gas a todos los hogares del Estado. "No dejar a nadie atrás significa garantizar los suministros a todas las personas y a todas las familias en plena pandemia. No hay vivienda digna sin suministros. Exigimos hechos y derechos, no meras palabras", apunta el comunicado emitido por las organizaciones, que señalan que desde abril de 2020 ha habido más de 200 nuevos hogares al día acogido al bono social. "Estas cifras no hacen más que poner sobre la mesa el considerable aumento de familias en situación de pobreza energética a raíz de la pandemia", han lamentado. 

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