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El rincón de los lectores

El descuelgue de Max Aub

Representación de una de las obras de Aub representadas en el Matadero.

La semana pasada, saltaba la polémica cuando los descendientes de Max Aub y el escritor Fernando Arrabal denunciaban que se habían retirado los nombres de uno y otro de las salas teatrales del centro cultural Matadero bautizadas como homenaje a los dos autores en 2014. El Ayuntamiento aseguró poco después que los carteles se habían retirado para adecuarse a la nueva imagen del centro y volverían a ponerse, aunque no dio fechas. Añadían que el nombre oficial nunca dejó de ser Naves 10 y 11, porque el renombramiento no pasó por el pleno. A día de hoy, es una incógnita si el gobierno de Ahora Madrid volverá a colgar y usar en su programación los nombres de Aub y Arrabal. Max Aub Fernando Arrabaldenunciaban aseguró poco después

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De la noche a la mañana, a la par que daban la noticia, sin tiempo para reaccionar, Max Aub se quedó sin una pequeña sala del Matadero que llevaba su nombre. Max Aub, vanguardista, sin tener patrias ni querer fronteras, ciudadano del mundo cuando nadie lo era, cultivador prolífico de todos los géneros, hombre cabal y consecuente, quedaba una vez más descolgado. Fue perdiendo por el camino nacionalidades hasta terminar como mexicano. Le negaron títulos de crédito y no le importó, pues se trataba de hacer, no de figurar. Le quitaron también el carné del partido socialista al que perteneció y que le fue entregado a su hija muchos, muchísimos años después, cuando ya llevaba tiempo enterrado. Aunque nunca le quitaron la dignidad. Ni la calidad de todos sus escritos. Esos permanecerán ahí por más que les pese a algunos.

Hay un sector de la población que lleva años intentando recuperar la memoria histórica de este país en todos los ámbitos de la vida y hay otra parte del país que la niega con la misma pasión que otros la reivindican. Y así andan estas dos Españas, a la gresca, avanzando y retrocediendo. Una de las cuestiones más gratificantes, al menos para mí, fue ver que una pequeña sala del Matadero, simbólicamente la del despiece, pasaba a ser Max Aub. Y la siguiente, Fernando Arrabal. También, en estos últimos años he podido ver tres obras de teatro, ¡tres!, de Aub o relacionadas con él. Un gran esfuerzo para recuperar a nuestro autor. Así, pude asistir, por parte del Laboratorio de Rivas Cherif, a un montaje colectivo que puso en escena El laberinto mágico con un resultado sorprendente. Después, el monólogo teatral De un tiempo a esta parte, interpretado por Carme Conesa. Y también el montaje dirigido por Jesús Cracio,  Tengo tantas personalidades que cuando digo te quiero, no sé si es verdad.  Parecía haberse abierto un camino para su restitución. Pero de golpe, el costalazo, no por los de siempre sino por los de nuestro lado, digámoslo así.

Al hombre que supo machihembrar  vanguardias, realismo, poesía, novela, cuento, teatro, ensayo, experimentación y cine, que de todo hizo… justo a él se le descuelga en aras de las artes vivas y de vanguardia. Bueno, vivo no está, pero su arte sí. Lo digo por si vale el argumento a los programadores del desaguisado. Porque de nuevo, tras la reacción inicial contra el cambio de nombre a las salas del Matadero, Max Aub y Fernando Arrabal,  la polémica se ha centrado en la nueva programación, porque al parecer el teatro de texto tampoco es vanguardista. Y por si acaso con todo ese revuelo “caen en el olvido” las declaraciones de la alcaldesa asegurando que se mantendrá el nombre, voy a hacer, digo, por si acaso, una reivindicación de su figura.

Max Aub escribió mucho, a lo largo de su vida. Nos dejó novelas inolvidables, como Calle de Valverde que rememora el Madrid tan querido por él durante la dictadura de Primo de Rivera. O las seis novelas de El laberinto mágico, vivo retrato coral de lo que fue nuestra guerra civil, obra ambiciosa que no tiene parangón. También Luis Álvarez Petreña o la vida de Jusep Torres Campalans, su alter ego en la pintura, a quien construyó toda una vida ficticia que le llevó a ser el inventor del cubismo junto con Picasso para terminar muriendo con una tribu de indios en Chiapas.  Por último, su Luis Buñuel, novela, excusa de personaje para escribir la historia y la Historia del siglo XX y acercarnos a todas las vanguardias que hirieron su primer tercio, con un análisis de los ismos y los momentos sociales y políticos en que se produjeron. Añadamos a esto Juego de cartas, de los años sesenta, con dibujos del heterónimo Jusep Torres Campalans, plasmando en cada carta la baraja española y la francesa juntas y en el reverso los textos que componen una novela desestructurada. No olvidemos que es de la misma época de Rayuela, solo que la novela de Max ni siquiera está cosida, se baraja, se distribuye entre los jugadores y se puede leer en cualquier orden porque todas ellas nos van contando la vida de su protagonista, Máximo Ballesteros. Otra obra vanguardista. Cuentos escribió montones: cuentos de vanguardia, cuentos fantásticos, cuentos mexicanos. La gabardina, la verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, La uña, El zopilote y otros cuentos mexicanos, Fábulas de vanguardia… Imposible nombrarlos todos. Cultivó también el género más breve, a través de los Crímenes ejemplares, Epitafios, Signos ortográficos (personajes muertos por clavarle un guion hasta la empuñadura, o desnucados de tanto ir a pie de página en una edición crítica), precursores  de lo que actualmente llamamos microrrelato. Humor negro, irreverente y políticamente incorrecto.

De su primera visita a España escribió un amargo diario titulado La gallina ciega, donde refleja el choque que le produce un país que no se parece en nada al que él vivió y al que regresa tras muchos años de exilio. “He venido, pero no he vuelto”. Y se marchó para no volver. Un diario  donde refleja esa amnesia y adocenamiento que se apoderó del país durante años. Puede que no gustara a muchos, por verse reflejado en él, pero es un lúcido documento, testigo de una época y de obligada lectura para entender nuestro pasado. De nuevo la memoria.

De su paso por los campos de concentración tras la guerra nos dejó Diario de Djelfa y el desconcertante Manuscrito Cuervo.

Hay dos ensayos que de vez en cuando retomo y vuelvo a ellos: Manual de historia de la literatura española y Poesía española contemporánea, donde utiliza el punto de vista social e histórico como hilo conductor. Tiene también la llamada  Antología traducida donde recorre a través de poetas inventados, diferentes siglos y estilos poéticos. Así se convierte en un poeta errante, oriental, romano, persa, marroquí del siglo XIII o veronés del XIV. Más vanguardista imposible.

Pasaré por alto toda la fructífera etapa cinematográfica en México para reseñar solo dos películas: La sierra de Teruel o L’Espoir, en colaboración con Malraux, y el guion de Los olvidados, junto a Buñuel, aunque no aparezca en los títulos de crédito por presión de los sindicatos mexicanos, ya que no estaba sindicado.

Pero Max Aub siempre se sintió un hombre de teatro,  y le hubiera gustado tener un mayor reconocimiento en esta faceta. Quizá fue lo que más le sedujo, hacia lo que sentía una mayor reverencia. Desde muy joven, desde que también en época republicana, paralelo a La Barraca, a las Misiones pedagógicas o al llamado Teatro del pueblo, funcionó El Búho como teatro universitario bajo su dirección. Mucho escribió de teatro, dos etapas en su obra con un corte: la Guerra Civil. A la primera etapa o dramas de preguerra corresponde Teatro incompleto, que incluye cinco dramas de un solo acto, dentro del llamado teatro experimental: El desconfiado prodigioso, Una botella, El celoso y su enamorada, Espejo de avaricia y Crimen. La segunda etapa es la más política y humanizada, alejándose ya de los experimentos minoritarios: San Juan, Morir por cerrar los ojos, La vida conyugal,  El rapto de Europa o siempre se puede hacer algo, Cara y Cruz, Deseada… imposible abarcarlo todo en unas pocas líneas. Solo algunas de ellas han sido representadas en nuestro país.

Escribió de todo y sobre todo. Casi todo lo vivió, de un modo u otro.  Acaso con todo este revuelo, aunque se quede descabalgado una vez más, haya gente joven que se pregunte: ¿y quiénes son Max Aub y Fernando Arrabal? ¿Por qué se ha montado este follón por dos nombres? Y se lancen a leer algo de ellos. Y ojalá recuperen sus nombres las Naves 10 y 11. No es buena táctica empezar una andadura desmontando lo que funciona, lo que está bien. En el Matadero hay espacio suficiente para experimentar todo lo que se quiera sin cargarse lo anterior.

*Carmen Peire es escritora.Carmen Peire

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