PORTADA DE MAÑANA
Ver
El Gobierno confía en que el PP y una amplia mayoría del Congreso apruebe el decreto de ayudas a Valencia

Los diablos azules

Una mirada íntima

El poeta Joan Margarit posa tras la rueda de prensa que ha ofrecido este jueves en Barcelona tras ser galardonado con el Premio Cervantes 2019.

"No sabemos qué sería de la vida sin los inútiles pesares cotidianos. Tampoco en qué consistiría exactamente la poesía; su enorme prestigio y su batir de alas cuando ausculta los abismos de un corazón humano", se pregunta el escritor y crítico literario José Andújar Almansa. "Pero si me lo pregunto desde la tesitura de lector de Joan Margarit, podría dar testimonio de los numerosos momentos en que las palabras dichas por él han provocado en mí alguna angustia". La poesía como acompañamiento vital, como aguijón, como lentes para encontrar la belleza. Ese acercamiento íntimo a la poesía plantea Andújar, junto con el crítico Antonio Lafarque, en Detrás de las palabras, editada por Visor. Es una antología de Joan Margarit, Premio Cervantes 2019, pero no es una antología al uso. Los 50 poemas que la componen han sido elegidos y comentados por otros tantos escritores y críticos. A menudo, la huella que la literatura deja en los lectores es invisible. En este libro lo es un poco menos. 

Entre los firmantes están nombres como los de Luis García Montero, Sara Mesa, Felipe Benítez Reyes, Javier Cercas, Carlos Pardo, Carlos Marzal, Raquel Lanseros, Luis Alberto de Cuenca, Marta Sanz o Ben Clark, y también los de colaboradores de infoLibre y Los Diablos Azules como Benjamín Prado, Ioana Gruia o Jordi Gracia. Juntos, dan una imagen múltiple del poeta, de los efectos de sus versos —dónde resuenan, qué tocan— y de la influencia de Margarit en la literatura española reciente. Aquí nos detenemos en cuatro lecturas, cuatro miradas entre medio centenar, cuatro lectores entre miles y miles en el mundo. 

El robo de Luis García Montero

Habría sido difícil predecir qué poema, de todos los de Margarit, podría elegir Luis García Montero, que mucho antes de ser director del Instituto Cervantes fue discípulo mil veces confeso de Joan Margarit. Pero quizás habría sido muy sencillo, a la vez, predecir qué poema iba a elegir Luis García Montero: se trata de "Dona de primavera" / "Mujer de primavera", publicado en Edad roja, 1989. "Triste quien no ha perdido / por amor una casa", escribe el catalán en este poema de solo siete versos que habla de la pérdida, pero también de la valentía, de la renuncia y de lo irrenunciable. Quien no haya leído este poema pero sí sea lector de García Montero ya conoce los versos. Están en "Merece la pena (Un jueves telefónico)", publicado en Completamente viernes, 1998.  

En él, el poeta granadino, veinte años menor que el catalán, comenzaba citando los versos en la lengua en la que fueron escritos: "Trist el qui mai no ha perdut/ per amor una casa". Pero luego, en la última estrofa, los retoma y alarga: "Nada sabe de amor quien no ha perdido / por amor una casa, una hija tal vez / y más de medio sueldo, empeñado en el arte de ser feliz y justo...". Explica García Montero en la antología que aquellos versos leídos en 1989 se quedaron en él, y llamaron cuando el poeta se vio en la encrucijada de perder "una casa", ante el riesgo a morir "con un aura de respeto y prestigio", como advierte Margarit. "Más que el heroísmo, se trata de constatar que para ser leal a la propia vida uno sufre pérdidas, toma decisiones, pero asimismo trata de responder con lealtad al propio destino", escribe Luis García Montero en su comentario. Y luego confiesa: "Entré en el poema y me llevé dos versos para hacerlos míos. No fue un robo, quien lo probó lo sabe".

La grieta de Sara Mesa

Sara Mesa, autora de libros como Un amor (2020), Cara de pan (2018) o Mala letra (2016). Comenta a Margarit desde la ficción. El poema elegido se llama "Grieta", y su contenido bien podría estar en el origen de alguno de los personajes de la autora, personajes a menudo solitarios, incapaces de comunicarse con el otro, en mundos frágiles, vibrantes de tensión, amenazados. Escribe Margarit: 

Cuando os levantáis tarde, la ves nítidaen la penumbra de la habitación.Comenzó hace tiempo: sólo era, en la pared,una punta de luz cerca del techo.Nunca lo comentáis,como si se tratase de un secreto (...)

 

La grieta rondará la vida de la pareja, aparentemente serena, por mucho que esta se empeñe en ignorarla. Y Mesa responde con una escena muy similar. Un hombre y una mujer descansan en la cama cuando la grieta se abre. Él parece no verla, ella hace como que no la ve. En el breve relato de Mesa, la grieta no es exactamente un fallo, sino una apertura al mundo, a lo posible, a lo que vive fuera de la habitación y la pareja, un universo fascinante y lleno de deseo. Esa es quizás la diferencia entre la escena dibujada por Margarit y la recreada por Mesa, más fragante y menos oscura. La escritora se pregunta si no habrá una forma de dejarse iluminar por esa "punta de luz" y si no habrá alguna forma de hablar de ella que no implique necesariamente el lenguaje. 

La Barcelona compartida con Javier Cercas

Joan Margarit lo titula "Mi oda a Barcelona", y este título funciona casi como un chiste. No es una oda. No lo es en absoluto. "Aquí no sentí nunca  la ternura / de la lengua materna, ni el amparo /de tradición alguna,  tan sólo la contienda / civil en donde empieza mi pasado", arranca. El idilio con la ciudad fue una relación breve de juventud, y ahora solo queda el desengaño (mutuo): "No vendría conmigo si me fuese". Quizás Cercas haya reconocido en ese retrato la Barcelona que lo acogió en su juventud. Pero no es eso lo que más le interesa al autor de Soldados de Salamina y Anatomía de un instante. Se fija, más bien, en la parquedad lingüística de Margarit y en su cercanía, defiende, con la prosa. 

"La poesía de Margarit excluye cualquier atisbo de autocomplacencia, no digamos de autocompasión; también —porque en ella, como no podía ser de otro modo, el rigor moral es un trasunto del rigor formal— cualquier tentación decorativa, cualquier vanidad de estilo, cualquier asomo de logomaquia", escribe en su comentario. Y haciendo eso se acerca a una tradición que buscara "inyectar en el cuerpo tradicional de la poesía el ímpetu del relato y el ensayo". La renuncia a la "hojarasca literaria", permite "una adhesión sin resquicios a lo real, con todo su horror y su pánico, pero también con toda su maravilla". Como en todos los demás comentarios, este análisis de la poética de Margarit dice seguamente mucho del poeta catalán, pero dice tanto o más sobre los intereses y valores literarios de quien la escribe. 

Mujer de primavera

Mujer de primavera

Un paseo hasta el cementerio junto a Carlos Pardo

Carlos Pardo parece señalar en el mapa los lugares de los que habla el poema, para quien no esté familiarizado con el terreno. El prosista y poeta, autor de libros como Los allanadores o El viaje a pie de Johann Sebastian, elige "Mañana en el cementerio de Montjuïc". En él, Margarit —o su yo poético, en puridad— relata su paseo, cruzando "el yermo de Can Tunis", hasta "la montaña de las tumbas", el cementerio del título. "Aquí, en lo alto, / estás salvada del dolor del mundo", cierra el poema. No se nos dice a quién le habla, pero el lector iniciado lo sabe. Ese tú es su hija Joana, fallecida a los 30 años a causa del síndrome de Rubinstein-Taybe que padecía. A ella le dedica el poemario Joana en 2002, aunque este pertenece a Càlcul d’estructures / Cálculo de estructuras. 

Pardo se centra en el espacio, algo acorde a sus propios intereses, pero también a los de Margarit, arquitecto, catedrático de Cálculo de Estructuras: "Can Tunis no es un detalle menor. Superviviente entre dos espacios funcionales, las grúas del puerto y la montaña del cementerio, es un residuo de vida chabolista. Es un gueto y un anacronismo. Pero no es una metáfora". Margarit no quiere metáforas, defiende Pardo, no juega a los dobles fondos. "Los elementos de la realidad ya son suficientemente poéticos si se dan las circunstancias", escribe en el comentario. Si Margarit ha comparado la poesía con un edificio donde no falta ni sobra nada, dice Pardo, este poema es raso, llano. No hay casas. No la hay en Can Tunis ni puede haberla en el cementerio. Pero sí la hay: "La casa también es el lugar hacia el que nos dirigimos cuando ya no queda tiempo: donde yace, 'salvada del dolor del mundo', la hija del poeta".

Más sobre este tema
stats