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El fiasco de Bruselas y el desafío permanente de Mazón desnudan el liderazgo de Feijóo en el PP

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Balance de daños en los partidos políticos

José Miguel Contreras

El coronavirus va a impedir que podamos disfrutar de un verano relajado. La sucesión de nuevos brotes y el temor a que la situación se pueda complicar en cualquier momento obliga a todos a permanecer alerta. La vida política parece que, por fin, puede destensarse ligeramente. La celebración de las elecciones en Galicia y Euskadi han marcado de alguna manera un vertiginoso período de confrontación e incertidumbre que se abrió con el estallido de la emergencia sanitaria. Los partidos se han visto inmersos en un esprint final estas últimas dos semanas mientras afrontaban la campaña electoral en mitad de un extraño clima de desasosiego. Los resultados del domingo han permitido medir, aunque sólo sea parcialmente, el estado de salud de las diferentes formaciones. Es la primera vez, desde que en enero se formó gobierno, que puede hacerse un mínimo chequeo de la situación.

PSOE: Apoyo estable e incertidumbre futura

Si queremos ser optimistas, habría que destacar que todas las encuestas realizadas recientemente se han visto confirmadas en las urnas este fin de semana. Los socialistas mantienen sólido el apoyo ciudadano que les permitió ganar las elecciones generales el pasado 10 de noviembre. Han conseguido superar el temido desgaste que pudiera haber producido la gestión de la crisis frente al covid-19. Todos los sondeos apuntan a que, en términos generales, quienes apoyaban al PSOE hace meses lo siguen haciendo hoy en día. En Galicia y en Euskadi, incluso han mejorado ligeramente su representación parlamentaria.

Los que prefieran buscar el lado negativo, pueden resaltar que el PSOE tiene difícil mejorar su expectativa de voto. Este fin de semana se ha comprobado que apenas consigue trasvase alguno desde su flanco izquierdo pese a los significativos movimientos que se han producido en ese sector. Parece complicado que crezca a su izquierda. Tampoco en el centro parece que hayan conseguido nuevos adeptos. El balance parece positivo después de todo lo acaecido, pero la hecatombe económica que se avecina abre un inquietante futuro para todos los actuales gobiernos del mundo. El coronavirus sigue extendiéndose. Podríamos decir que todos los habitantes del planeta ansiamos el descubrimiento de una vacuna que ponga fin a la amenaza contra nuestra salud. Los gobiernos actuales también esperan que una vacuna alivie su endeble salud política.

PP: La crisis de identidad se agudiza

Los populares han resuelto estos días el mayor interrogante que llevaban arrastrando desde hace tiempo. Ya no hay duda. Efectivamente, viven una grave crisis de identidad. Ahora ya es indiscutible con los datos en la mano. Feijóo ha mantenido el extraordinario poder que su partido tiene en Galicia. El problema es que se ha confirmado que “su partido” no es el PP nacional. El presidente gallego ha ganado con un discurso divergente del que se emplea en Madrid, ha eludido utilizar las siglas del PP en la campaña y ha evitado, todo lo posible, el contacto con los líderes nacionales.

Por el contrario, la operación vasca ha resultado un desastre en toda regla. Se fundamentaba en dos movimientos en paralelo. Por un lado, en imponer desde Madrid la línea ideológica más dura. Por otro, intentaba demostrar que la clave futura era la integración de Ciudadanos en su candidatura. El resultado ha sido nefasto. El giro ideológico radical no ha conseguido ni siquiera impedir que Vox entre por vez primera en la cámara vasca. La alianza con Ciudadanos perdió todo su sentido desde el momento en el que el partido que hoy dirige Inés Arrimadas había dejado de creer en esta operación desde que decidió intentar recuperar su hueco en el centro político. Al PP le espera un verano en el que tiene mucho que reflexionar.

UP: Iglesias, en el centro de la diana

Pablo Iglesias y los suyos están viviendo una etapa de intensa agitación. Desde la perspectiva optimista, hay que destacar que han visto reforzado su papel como partido de gobierno. Todos los que vaticinaban un ejecutivo dividido y que iba a acumular todo tipo de conflictos se han equivocado. La alianza de la izquierda parece haber funcionado con enorme solidez y se ha extendido la idea de que hoy la coalición parece más firme y estable que nunca. De cara a los próximos años, es más sencillo visualizar un camino conjunto de un gobierno de izquierdas que a las dos fuerzas enfrentadas por rutas separadas desde la oposición.

La parte negativa ha venido reflejada por la pérdida de voto en las elecciones autonómicas de Galicia y Euskadi. En ambos territorios, buena parte de sus anteriores votantes se han marchado hacia formaciones nacionalistas, alejándose del modelo de las confluencias que tan buen resultado les dio tiempo atrás. Es difícil determinar si Unidas Podemos sufre un problema específico en estos dos territorios o si se trata de un problema estructural que puede hacer peligrar su configuración política. La derecha y la ultraderecha han decidido concentrar sus ataques al gobierno en Pablo Iglesias. Su intención parece clara: si consiguen acabar con su figura es más que probable que implique el deterioro irreversible de UP y, con ello, el fin de la estabilidad del gobierno. Pablo Iglesias es el centro de los ataques, pero el objetivo a destruir es el Gobierno.

Ciudadanos

Inés Arrimadas necesita que el verano empiece ya. La primavera les ha permitido el renacimiento de una fuerza política a la que muchos daban por fenecida en el mes de marzo. Era difícil encontrar signo alguno de pulso político después de la debacle sufrida en noviembre por el proyecto de Albert Rivera. La declaración y extensión del estado de alarma frente a la pandemia permitió a Ciudadanos recuperar el protagonismo perdido y reencontrar su sentido ideológico. La obcecación obstruccionista del PP y del independentismo catalán le abrió una ventana de oportunidad que esta vez no quiso desaprovechar.

Las elecciones perjudican a la democracia

Las elecciones perjudican a la democracia

El fracaso de la alianza España Suma en Euskadi ha debido bloquear cualquier intención de subsistir como mero sustento de Pablo Casado. La maternidad ha obligado a Inés Arrimadas a desaparecer del primer plano del foco estas semanas. En el fondo, le ha venido bien. Ahora mismo, Ciudadanos tenía poco que ofrecer al perder trascendencia las siempre inquietantes votaciones parlamentarias. Su papel va a ser decisivo en otoño cuando en España se aborde simultáneamente la lucha contra el coronavirus, la reconstrucción económica y la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado. Sus escasos diez diputados pueden volver a ser determinantes para definir el futuro de esta legislatura.

Vox: su esperanza es la desgracia ajena

La eclosión de Vox hubiera sido muy complicada sin tener en cuenta fenómenos como los excesos del procés o la crisis interna del PP procés y la consiguiente fragmentación del territorio conservador. Buena parte de su futuro inmediato dependerá de cómo evolucionen diferentes factores ajenos a su propia organización. Todos los datos muestran que España está hoy más polarizada. Esto implica que los extremos se han alejado aún más y que, a la vez, parecen haberse reforzado en posiciones difícilmente recuperables. En el caso de Vox, es evidente que no hay espacio alguno a su derecha. Habitan en la línea fronteriza con el abismo. A cambio, parecen haber asentado ahí sus posiciones y vivir con cierta comodidad. Su competidor principal es el ala dura del PP, que estos días anda en horas bajas tras los resultados de Galicia y Euskadi. La esperanza de Vox está basada en la confluencia de una doble desgracia. Por un lado, que la crisis interna del PP se acentúe y lleve a los populares a concentrarse en la lucha por el centro dejándoles el campo más ultramontano despejado. Por otro lado, Vox vive de la esperanza de que la situación general del país se agudice y eso le permita sacar partido del descontento y la desesperanza.

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